Prologo

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No, a mi no me despertó un rayo dándome de pleno en mi preciosa cara ni el molesto y tintineante ruido del despertador; a mi lo que osó despertarme un domingo por la mañana temprano fue el ruido de un vehículo aparcando y varias personas dando voces en la calle, justo en la casa que estaba al lado de mi ventana.

Intenté darme la vuelta y seguir durmiendo pero era prácticamente imposible entre tanto ruido.

Me levante de la cama la manera mas lenta posible y mire por la ventana donde veía a la señora Scott, mi vecina, dando ordenes a unos tipos de aspecto bastante rudo que descargaban un camión repleto de cajas.

-Estúpidos y maleducados vecinos..-maldecí en voz alta-¿Como se les ocurre hacer una mudanza a las...dos de la tarde?

El reloj colocado en mi mesilla de noche indicaba que, me había saltado mi preciada hora del desayuno y si no me daba prisa tampoco llegaría a probar la comida.

Con una toalla en mano y el estomago rugiendo me dirigí al baño donde, después de darme una ducha mas corta de lo habitual me recogí el pelo en un despeinado moño y me vestí lo mas cómoda posible: con unos short vaqueros desgastados y una camiseta holgada que caía por mi hombro.

Aun descalza bajé las escaleras al salón donde mi madre se encontraba sentada en el sofá con las piernas cruzadas viendo 'Mom' y devorando un tarro enorme de helado. Aveces no sabía quien era la hija y quien la madre.

-Buenos días, mama- la salude con un sonoro beso en la mejilla.

-Buenas tardes mejor dicho- no levanto la mirada de la tele- ¿Sabes? He visto gatos que duermen menos.

Ignoré su comentario y me senté con ella en el sofá.

-Hubiera seguido durmiendo...-empecé a decir.

-¿Mas?- me interrumpió mofándose.

-¡Mama! ¿Quieres hacer el favor de escucharme- me queje con voz aguda.

Dejo a medio comer una cucharada de helado y se río de mi, dejando a la vista unas pequeñas arrugas que se formaban en sus ojos.

-Vale, dime.-dijo cuando se le paso el ataque de risa.

-Los vecinos han decido despertar a menos vecindario con enormes camiones de la mudanza haciendo un ruido que, sin ninguna duda, no es normal.- exageré haciendo que mi madre volviese a reír.

-En primer lugar, es un camión, que no hace mas ruido que un coche y en segundo lugar, nadie va a despertarse a las dos de la tarde, ni siquiera hay alguien aun echándose la siesta aun.-

La mire con cara asesina y me levante del sofá.

-Eh, ¿a donde vas? Emma, que no es para tanto hija- pude ver como se recomponía y trataba de no seguir riéndose de mi.

Me paré a medio camino de la cocina.

-Solo voy a comer algo mama.-


Con el estomago lleno y dejando a mi madre disfrutar de su maratón en la tele, salí de casa dirigiendome al bar donde he quedado con mis mejores amigas. Lo primero que note es que el calor aquel día era sofocante gracias a que el verano se aproximaba, y con ello las vacaciones.
Pase por delante de la casa del vecino que, aunque nunca me había parado a admirar era bastante mas grande que la mía. El césped, de un color verde intenso se extendía alrededor de toda la casa que, ahora estaba lleno de huellas de pasos.

No me había dado cuenta de que estaba como una tonta, delante de la casa de mis vecinos cuando un chico, aproximadamente de mi edad salía dando un portazo y se encontró conmigo justo debajo de sus narices.

-¿Quieres algo?- preguntó algo mas seco de lo que una persona normal tiende a hablar.

-No.. Yo.. Solo.. Es decir- por alguna extraña razón empecé a tartamudear, cosa que no me había pasado en la vida y me sonrojé tanto que pude notar hasta mis orejas calientes.

-Cuando sepas que decir, me llamas.- me guiña el ojo y me esquiva hasta llegar a un BMW aparcado en la acera de enfrente y veo que se marcha haciendo chirriar las llantas contra el asfalto.

No pude evitar darme una palmada en toda la cara.

¿Que diablos acaba de pasar?

HunterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora