|Prologo|

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La frisa nocturna resultaba cruelmente gélida para cualquier mortal; excepto para ellas...no eran humanas.

La noche las ocultaba en su inquietante penumbra y la luna abrazaba a la ciudad que parecía no terminar de conciliar el sueño.

Bajaron por el lateral de un edificio; como si derraparan por la nieve. Una puerta metálica alumbrada por un foco se alzaba del otro lado del callejón.

Se recargaron en la pared, esperando a su próxima victima.

Los minutos pasaban, los ojos bicolores de ambas vedoiras resaltaban en la oscuridad.

El sonido de llaves atravesó el aire nocturno y llegó hasta ellas.

Solo les tomo un par de segundos cerrar la puerta y asustar al hombre por su sorpresiva aparición.

Una joven de cabello azul apoyó un libro de cuerbierta negra en su propia clavícula, ladeando la cabeza.

-Andrew York...hora de ser juzgado.

La guadaña de su gemela pelimorada brillaba tetrica por culpa de la luna.

Una sonrisa perversa cruzó sus rostro.

Como amaban su trabajo.

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