Capítulo 7

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Bella

—Buenos días B —Vesper se deja caer en la silla a mi lado, sus manos cruzadas sobre su regazo.

Y esa sonrisa tan propia de ella.

Agradable aunque un poco inexpresiva, sus ojos sin brillo, como si no importara que haga o como se sienta, ellos nunca mostrarán nada.

Si esa frase de que los ojos son el espejo del alma es cierta, ella no tiene alma.

Su presencia de la nada me da un mal presentimiento.

Y cuando la puerta de la cafetería vuelve a abrirse, dejando entrar una ráfaga de aire frío junto a cinco hombres rezumando oscuridad e ira, se que algo ha sucedido.

¿Lo saben?

¿Saben que los escuché?

Comienzan a caminar en dirección a nosotras y por un segundo me detengo, mi cuerpo, mi corazón e incluso dejo de respirar.

—Creo que se me congelaron las pelotas —gruñe Ascian, ignorando convenientemente nuestra mesa.

La nariz de Ryuu se arruga con disgusto y miro hacia él, lo que significa que también tiene un pequeño vistazo de mí. Por unos segundos permanece así, observándome, intentando descubrir algo.

¿Los delaté?

Intenté expresarle que no, no lo hice.

No lo haré.

Entonces una sombra lo cubre, la mano de Vesper quien llama mi atención.

—¿Estás bien?

—Sí, lo siento —murmuro, mi mente en un callejón sin salida.

Vuelvo a observar a Ryuu, solo para notar que la atención de todos ellos está en nosotras.

Finalmente deciden sentarse justo a nuestro lado.

Desde el momento en que los intocables de Lorvil Hall toman asiento todas las conversaciones y las risas mueren.

Vesper continúa hablando sin sentido. Como si de esa forma pudiera hacer desaparecer el elefante en la habitación. No lo consigue.

A medida que avanza el reloj, hay fragmentos de conversaciones aquí y allá, respuestas susurradas, murmullos intencionales y mucha trivialidad. Todo se siente forzado.

Me gusta el silencio.

Prospero en él.

Soy de quienes creen que hablar es innecesario si no dirás nada que pueda resultar útil.

—Creo... —interrumpo la diatriba de Vesper—, creo que debo irme. Tengo tarea que hacer.

Ella asiente, sus párpados caen y sus labios se fruncen en un puchero de tristeza. La ignoro, por el bien de mi sentido común.

Cuando me levanto de la mesa, voy hacia ella y después de tomar tres respiraciones seguidas y pausadas, dejo un beso en su frente.

—Ten una linda noche —murmuro—. Y vuelve a salvo.

Luego tomo mi abrigo y me dirijo hacia la salida. Todo el tiempo siendo consciente de los ojos que me siguen. Y cuando me giro, solo un segundo, un segundo del tiempo, insignificante y olvidable, lo siento.

Kaelus Prince.

Me sonríe como el villano que es, dientes blancos brillando y ojos oscuros haciendo promesas aún más oscuras. Decido que me niego a permitir que me afecte.

Es guapo.

Cautivador.

Melancólico.

Kaelus es tantas cosas..., y si tuviera la oportunidad de probar su sabor no la perdería.

Dark CrownDonde viven las historias. Descúbrelo ahora