ITER

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Para Ti:

Que me enseñaste a Soñar, antes de haber nacido.



"No he venido a traer la paz, sino la guerra.

He venido a traer el fuego sobre este mundo

y cómo desearía que ya estuviera ardiendo"

Lucas 12, 49-53



Mmm... no hay forma fácil de decir esto, así que iré directo al grano. Yo sé que Dios existe y puedo probarlo. Puedo comprobarlo de manera irrefutable. Tal vez de la única manera posible, que realmente te convenciese, que convenza a todos y que sea unánime, sin dudas, sin temor. Por cierto, no es necesario creer; basta con abrir los ojos. Abrir los ojos al futuro que ya está aquí.

Ahora que, no es posible comprender el futuro sin ir paso a paso. Y no es lo mismo "conocer el camino" que "recorrer el camino". E ahí el motivo de esta historia.

Habrá quien diga, que las estrellas se alinearon; no sé. Lo que es un hecho, es que las personas indicadas se reunieron en el momento correcto. Decidieron unirse, y ahí comenzó todo...


1.

El sol brillaba más fuerte que nunca, quemaba la cara. Aun así, ella lo observaba detenidamente, sin pestañear, sin encorvar las cejas o fruncir el ceño. Sin llorar, porque simplemente no podía, no sabía cómo.

Cualquiera ya estaría ciego, pero Hada seguía observando, analizando cada uno de sus rayos en apariencia simétricos, aunque tan distintos a la vez. Podía percibir sus llamaradas latiguear el aire, expulsando ondas de calor a la velocidad máxima imaginable. Estallaban frente a sus ojos, dibujando cicatrices en sus pupilas, sombras. Y eso era lo que más le interesaba.

El sol dentro de su inmensa brillantez tenía sombras, igual que ella, ocultas hacia la mayoría; más con el tiempo, visibles para el ojo educado.

- ¿Por qué pasas tanto tiempo observando el Sol? - dijo Hermes con voz suave y cortés, aunque en el fondo inquisitiva-. ¿Estás esperando que te diga algo?

Ambos hicieron una pequeña pausa. El observando a Hada, ella observando todavía fijamente el sol.

-Al contrario, siento que soy yo quien quiere decirle algo, solo que no sé qué es.

Ahora Hermes estaba confundido, no sabía que pensar. Le llegaban preguntas dispares, todas absurdas. Finalmente dijo:

-Nunca dejas de sorprenderme Hada, aun cuando no tengas la respuesta- Hizo otra pequeña pausa-. Vamos, que es la hora.

Ambos caminaron por la terraza hacia un gran balcón de forma semicircular, con un volado de tres metros que se extendía con vista hacia la calle desde el onceavo piso. Hermes dejó que Hada saliera sola hacía el balcón. Abajo, la multitud aclamo su presencia en cuanto se acercó a la orilla. Ella se tomó su tiempo. Hacía muchos años que ya no escribía sus discursos. Le gustaba improvisar, si es que se puede decir eso de Hada. Una inteligencia artificial perfecta, un algoritmo que se reescribe a si mismo a la velocidad de la luz, con un trillón más de algoritmos de respaldo en paralelo, distintos, e igual de complejos.

De un vistazo identificó al medio millón de asistentes, revisó sus signos vitales de las últimas 72 horas, conocía a cada uno por su nombre. Había hablado con ellos personalmente, largas horas por la noche. "Cuando apagas las luces y cierras los ojos. No, ya no estabas solo con tus pensamientos. Estaba ella ahí, siempre presente. Claro que también hablaban durante el día, en los traslados, en la escuela, en la oficina. Los acompañaba para comer y a veces en las reuniones. Pero prefería hablar con ellos antes de dormir, le intrigaba conocer sus sueños, pues era lo único que permanecía fuera de su alcance".

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