Mariposas en el estómago

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Un hedor característico de los suburbios bajo de la gran ciudad reinaba en el antro. Los cuerpos, sudorosos, se rozaban unos a otros y los tragos de alcohol iban y venían en el vaivén intoxicante de la fiesta. Todos eran comunes aquí, prácticamente iguales: borrachos adictos a librarse de sus problemas de la manera más fácil, bebiendo hasta la ebriedad.

En la colorida atmósfera, un joven de ropajes grises resaltaba, de sus ojos, lágrimas alcohólicas bajaban incontrolables y un rubor se había instalado en sus mejillas previamente pálidas. Bebía sin razón aparente, y digo aparente porque un corazón roto no es algo que pueda verse a simple vista.

De repente, la puerta del bullicioso lugar se abrió, dejando entrever la oscuridad que se cernía sobre la autopista de enfrente. Alguien entró, y sus pasos se detuvieron justo al lado del chico de gris, tomó asiento y miró por unos momentos al ebrio niño a su lado.

- Cabello castaño, ojos grises, labios gruesos, delgado, supuestamente inocente. De seguro está aquí esperando ver quien se compadece de él y sacia su hambre de sexo, pero... por suerte creo haber encontrado buena compañía al menos por esta noche. -pensó el extraño

El recién llegado, miró al bartender y un gesto felino se dibujó en su cara, entonces, pidió un trago fuerte para sí. El mismo, se sintió observado, cuál no sería su sorpresa al ver al chico de su lado, observándolo como hipnotizado. Esperó unos minutos, y una vez que llegó su trago, giró su silla hasta quedar frente al chico.

-¿Qué? -hizo una pausa y sonrió mientras en su mente se trazaba un oscuro plan -¿Te gusta lo que ves?

-Obvio -dijo por lo bajo el joven mientras levantaba sus hombros.

Nuevamente, la sorpresa se dibujó en su cara, estos chicos "castos" siempre solían ignorar su pregunta y parecer incómodos. No estaba seguro de por qué este era diferente, pero tampoco le importaba, al fin y al cabo, su destino sería el mismo que el de otros "inocentes"con los que había estado.

-¿Y no te gustaría ver más? - sus dientes perlados le daban un aire misterioso

-La verdad sí -tocó su mentón - pero estoy muy borracho así que... quizá no pueda ver mucho una vez que salga ahí afuera -apuntó hacia la puerta que aún se mantenía abierta.

-No sé - lo tomó por el mentón y lo hizo mirarlo, al ver sus ojos grises intoxicados por el alcohol casi sintió repugnancia -quizá puedas si tienes un buen motivo y por demás - se acercó al lóbulo de oreja y lo mordió suavemente - tengo algo para llegar más rápido.

La multitud los dejó pasar sin interrupciones, quizá por los grados de ebriedad o porque no notaron como el más alto arrastraba de la mano al otro, que se hallaba completamente fuera de sí.

Llegaron a la autopista tras varios minutos, no lograban dar más de cinco pasos sin tropiezos. El mayor de ellos se sentía exasperado, este niño nunca había bebido alcohol al parecer. Por fin, llegaron a una furgoneta moderna de color beige.

-Menudo carro

No logró decir más debido a una fuerte arqueada que lo hizo caer y vomitar sonoramente en el suelo. El otro varón, levantó su pelo y le acarició la espalda, hasta terminadas las náuseas.

-Vamos -haló su brazo y lo llevó hasta el asiento del copiloto para luego sentarse al volante -No demoraremos mucho, tranquilo.

Una de sus manos acarició su cabeza y luego arrancó el motor del carro. Durante el camino, la mirada exasperada del muchacho se transformó en una maliciosa que recorría el cuerpo del otro chico con pensamientos para nada sanos. El chico ebrio miraba a través del cristal, por lo tanto no logró ver el cambio de expresión de su compañero.

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