Bajo la lluvia

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En un día lluvioso de la ciudad de Tokai...

Esta no era exactamente la imagen que tenía en su cabeza para el día de hoy. Estar refugiándose en una parada de autobús, con la ropa empapada y esperando a que la lluvia amainara aunque fuese un poco.

Su único consuelo era que por lo menos no estaba sola. Fuutarou estaba junto a ella, y su sola presencia servía para al menos mantenerla tranquila, aunque lamentara que la lluvia les hubiera arruinado su día.

– No parece que vaya a dejar de llover pronto. – comentó el chico, echando una mirada hacia el cielo nublado y la lluvia que continuaba cayendo sin parar. – Creo que estaremos aquí por un buen rato.

– Lo siento. – se disculpó ella. – Debí haber traído un paraguas.

– Oye, tranquila. No es culpa tuya que el pronosticador del tiempo haya dicho que hoy habría cielos despejados y bonitos. – dijo Fuutarou. – Si pudiera me gustaría decirle unas cuantas palabras.

Miku sonrió ligeramente ante el comentario. A ella también le gustaría hacer eso. Después de todo, ese pronóstico errado había echado a perder lo que iba a ser su primera cita con Fuutarou, después de todo lo que había hecho para prepararse.

Su primera cita. Le encantaba cómo sonaba eso. Aun le costaba creer que la hubiese elegido aquel fatídico día al final del festival escolar. Su corazón aún se sobrecogía al recordar que Fuutarou la había escogido a ella, a la retraída y tímida Miku Nakano, en lugar de a sus otras hermanas. Pero no podía negar que estaba feliz por ello. Todo lo que se había esforzado, todo lo que trabajó para que él la reconociera, había valido la pena.

Era una pena que la lluvia les hubiera aguado literalmente el día. Había pasado horas con Nino tratando de elegir un atuendo, sin mencionar el dinero que pagó en la peluquería para arreglarse el cabello. Fuutarou había notado su cambio de look y la elogió por ello, pero la lluvia se lo había estropeado. Su pequeño paseo por el parque terminó por convertirse en un maratón para buscar refugio, y terminaron encontrándolo aquí, en una parada de autobús.

El sonido de un estómago gruñendo sacó a Miku de su ensimismamiento. No era el suyo, sino el de Fuutarou, que desvió la mirada disimuladamente intentando ocultar el tinte rojo de sus mejillas, aunque ella se lo vio de todas maneras.

– Perdón... no he comido nada desde el almuerzo. – se excusó.

Miku se rio por lo bajo. Ella había traído algo de dinero para que fueran a comer en alguna parte, pero no había ningún local cerca donde pudieran usarlo. Por fortuna había traído algo más, por si las dudas.

– Hmm... Fuutarou... ¿quieres algo de pan? – le ofreció.

– ¿Pan? – Fuutarou volteó a verla. Ella cogió su bolso y extrajo de él una pequeña bolsita de papel.

– Estuve practicando esta mañana. – le dijo. – Me sobraron algunos y no quería que se desperdiciaran.

– Apuesto a que Itsuki se los habría comido cuando nadie estaba viendo. – replicó él burlonamente.

Admitiéndolo, eso le sacó una pequeña risita a ella también; mientras practicaba con Nino, Itsuki había intentado escurrirse para comerse algunos cuando ellas se descuidaban. La segunda hermana le echó una buena bronca por ello, así que tuvo que guardar el resto en un lugar seguro fuera de su alcance.

– Bueno, buen provecho. – dijo Fuutarou, echándose un buen mordisco. Miku vio cómo lo degustaba y su expresión cambiaba de neutral a deleite a medida que lo masticaba. – Hmm, está bueno. Incluso mejor que el que hiciste en el viaje a Kioto.

– ¿En serio? – sonrió ella. – Me alegro mucho.

A pesar del frío que estaba haciendo debido a la lluvia, una sensación cálida invadió el corazón de Miku. Siempre era muy gratificante que Fuutarou se comiera lo que ella le preparaba, incluso cuando no sabía ni siquiera hacer algo tan simple como un omurice. Nunca se había sentido motivada a hacer nada realmente, hasta que él llegó a sus vidas.

Mientras lo observaba comerse el pan, la mirada de Miku se desvió hacia abajo, concretamente hacia la mano del chico. Si algo había aprendido a lo largo de estos últimos meses, era que tenía que ser más abierta y directa con lo que quería, atreverse más a actuar en lugar de esperar. Después de todo, por esperar demasiado casi perdió su oportunidad, ya que sus miedos e inseguridades siempre la habían arrastrado.

– "A él no le va a molestar que lo hagas, ¿verdad?" – pensó.

Con algo de timidez, Miku deslizó su mano sobre la de él, entrelazando sus dedos. Parecía un poco tonto que todavía le diera un poco de vergüenza un gesto tan sencillo como este, incluso cuando no había tenido problemas en acorralar a Fuutarou contra la pared y confrontarlo sobre su amiga en el festival. Hasta ella misma se había sorprendido de haber sido tan atrevida en ese momento.

Fuutarou naturalmente no tardó nada en darse cuenta, y se volteó hacia ella. Luego sin más, le puso un trozo del pan que había mordido antes en frente de la boca.

– Toma.

– ¿Eh? – Ella lo miró confusa.

– No es justo que me lo coma todo yo solo. Tú lo hiciste después de todo. – dijo él.

Miku miró a Fuutarou, y luego el pan. A pesar de su apariencia retraída y tímida, ella no era tan inocente como algunos podrían pensar, y entendía perfectamente las implicaciones de compartir comida o bebida de esa forma con alguien más. Especialmente con tu propia pareja.

Bueno, no podía dejar pasar esa oportunidad de ninguna manera. Cerró los ojos y abrió la boca para que él le pusiera el trozo de pan. Por extraño que pareciera, le supo aún mejor de lo que pensó. Quizás fuera porque él lo estaba compartiendo con cariño.

La lluvia todavía no cesaba, pero estar cerca de él le ayudaba a no pensar mucho en ello. De hecho, el sonido del agua cayendo de algún modo empezó a relajarla, y antes de darse cuenta se había arrimado a él y apoyado su cabeza en el hombro del chico. No se dio cuenta de ello hasta que sintió la mano de Fuutarou acariciándole el pelo.

Se estaba relajando tanto que tuvo que hacer un esfuerzo por no quedarse dormida. Después de todo, últimamente había estado teniendo sueños muy... íntimos con el muchacho. Así que decidió seguir conversando.

– Por cierto, Fuutarou. – le dijo. – Hace meses dijiste que querías hacerte más fuerte, ¿no?

– Sí, ¿por qué? – preguntó él. En respuesta, ella se sacó del bolso un par de boletos de membresía para el gimnasio y se los presentó. – ¿Y esto?

– Quería dártelo para tu cumpleaños, pero pasaron... muchas cosas. Pensé que podríamos ir juntos.

El chico tomó los boletos. Eran válidos para membresía gratuita por dos meses, y como ya estaban a poco de graduarse de preparatoria, podrían aprovechar el tiempo antes de que él se fuera a la universidad.

– Suena bien. – dijo Fuutarou. – Tendré mucho trabajo el resto de la semana, así que podríamos ir la próxima, ¿te parece bien?

– Claro.

Los dos permanecieron en silencio por unos minutos más. La lluvia parecía estar calmándose un poco, así que quizás en breve pudieran irse. Aunque después de pensarlo un poco, pese a la lluvia no había resultado tan mal para su primera cita.

Ella estaría feliz pudiendo pasar con él momentos simples como éste. Su único deseo en ese instante era que fuese sólo el primero de más hermosos recuerdos que compartirían juntos durante mucho, mucho tiempo.

FIN.


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