Canción 2

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El turno de la noche se acercó con el anaranjado de la tonalidad del cielo, un esclavo había llegado para llevarlo a trabajar, siguió al hombre flácido, similar en carne y hueso a como él se encontraba, una vista que le desagrado por dentro, pero enterró en su interior.

Un campo, se le vino a la mente, pero luego se dio cuenta, era un jardín enorme, del medio una fuente crecía, adornada con dos estratos, donde plantas con flores se volvieron más vivaces en la coloración de sus tonos lilas, rojos y blancos.

Con una seña, el hombre indicó la dirección, rastrillo y algunas tijeras, las palabras no fueron necesarias, sólo con eso sus pensamientos se bordaron.

El proceso de limpieza del jardín transcurrió con calma y eficiencia, a medida que el cielo oscurecía y la visibilidad disminuía, complicando la tarea de distinguir entre lo que debía cortarse y lo que debía preservarse. No obstante, con cuidado y precisión, el esclavo persistió en su cometido.

Entre pensamientos, se cuestionaba el motivo de realizar tal labor a esas horas tardías. Consideró la posibilidad de que durante el día el lugar estuviera concurrido, una razón que aceptó sin profundizar demasiado en ello.

Observando al otro esclavo, notó su lucha por evitar cortar las flores en lugar de las enredaderas que se entrelazaban como abrazos entre sí.

Camino hacia el hombre, con una palmada en su espalda, levantó sus tijeras, mientras que con la otra mano indico que tomara la maleza cortada y la reuniera, un atisbo de duda cruzó en la mente de aquel esclavo, la responsabilidad, el trabajo mal hecho, ocasiona castigos severos en ellos, y el niño apenas se paraba erguido, no le dejaría el trabajo al muchacho, si la arruinaba, los dos serían azotados, por eso se dispuso a continuar.

"Déjamelo a mí, tengo buena vista aunque no lo pareciera"

Los ojos se ampliaron, el esclavo mayor lo observó con asombro, hasta que quiso preguntar, pero fue la reprimenda desde los hombres con armaduras de placas quienes se llevaron la última palabra.

"Dejen de vagar, yo también duermo, terminen rápido esclavos" el soldado tenía barba, una edad superior, como así un cargo diferente, quizás fue un veterano, pero esa línea de pensamiento se rompió, al posar los ojos de un mundo interminable de cuchillas sobre la espada en la cintura de aquel hombre.

El maloliente sentimiento, el filo de la cuchilla tajante y sucio, el barro con la sangre, la carne sin fuerza, hecha casi huesos que se cortaba, no sé enfrentaba al acero, solo la carne fue su objetivo, como así del de su portador.

Ellyon, Trevoi Ellyon, un matón, un asesino del monton, la cumbre de lo que odiaba, en la persona que disfruto con matar, con la tortura como medio de diversión, Ellyon había sido junto al soldado a su lado, el encargado para descechar a los esclavos que ya no tomaron un uso bajo la orden del magister al cual servían.

"..." Sin decir palabras, solo sus ojos perdieron brillo, con la noche acunando a todos, pero se movió sin demostrar algo de cuidado ni menos darle el tiempo de opinar al esclavo de mayor edad.

La audacia se manifestó con la presencia de un niño que hizo su trabajo sin rechinar, el esclavo le hecho una mirada al niño, luego a los guardias y después, solo unos momentos pasaron que se decidió para hacer lo que él niño había sugerido.

El tiempo se movia, y la noche se oscureció, la única lámpara estaba en las manos de los guardias, la silueta sucia de un niño de no más de diez años, junto al esclavo mayor no mostró mejor aspecto.

Ambos se quedaron en silencio, el guardia ojeo desde su lugar hacia el jardín, un bufido, satisfecho, o enojado porque no habría castigo, cualquiera de los dos, el niño solo espero lo que tendría que pasar, y lo soportaría, no estaba condicionado para hacer la diferencia, si bien tenía más de una forma, y su habilidad mental para pelear era superior a lo poco que vio en la historia de la espada del hombre, su cuerpo no soportaría la tensión que provocarían cada uno de sus movimientos para el combate.

Fire, Ice And FateDonde viven las historias. Descúbrelo ahora