Fire, Ice And Fate

Canción 3

Pocos fueron los momentos que se encontró para sí mismo, menos fueron los cuales no estuviera llevando adelante una orden, sin embargo, la frustración fue creciendo cuando se dio cuenta de que su cuerpo no había experimentado una mejora significativa desde el inicio de su cautiverio, si bien había tomado recaudos de no quedar exhausto, la alimentación precaria y la constante vigilancia de los guardias, o los mismos esclavos, no oportunaron una posibilidad para verificar si era posible realizar un análisis estructural sobre si mismo, dado que si recibía una respuesta como la primera vez, y esta vez estaba a la vista de todos, no podía descartar que sospecharían de su salud, la hipótesis también barajaba que estuviera enfermo, lo cual llevaría a descartarlo, matarlo, de tal manera se estarían asegurando que no se contagien el resto de esclavos, podría alegar y decir, que no fue más que un ataque repentino, pero su credibilidad era nula, lo que pensaba, a su vez también los consejos de otros, siempre fueron por sobre más, que cualquier palabra de esclavo.

Cada momento era consumido por el cumplimiento de órdenes, dejando escasos instantes para su tiempo personal. Cualquier signo de debilidad podría ser interpretado erróneamente para que lo condujeran a consecuencias fatales... 

Suspiró silenciosamente para no ser objetivo de reprimenda, pero también pensó sobre como podría mejorar su estado de salud, según Nia, el debería de tener aproxinadamente unos 12 nombramientos, de lo que iba de su nacimiento, aunque no tenía nombre, se lo tomaría desde aquel primer día, para no dar muchas vueltas al asunto de años acumulados, del como él conocía o interpretaba la analogía de nombres a años cumplidos fue una tarea rapida.

Seguir ahí, no mejoraría nada su condición, solo se estancaria, huir plasmó en su mente la primera opción, pero se le retorcía el estómago para cuando recordaba a quienes dejaría atrás, Nia, como siendo una persona que fue considerada con él, y luego el resto, que poco a poco fueron siendo más amables, le retorcía el estómago.

El día se torno lluvioso esa mañana, las limpiezas se volvieran más pesadas, con personas yendo y viniendo, el barro espeso de botas, como sandalias, extendió su soberanía por las lisas placas de cerámicos a lo largo del suelo de la mansión.

Él era uno más, con un trapo en constante movimiento limpiando la entrada principal.

Dos robustas puertas de roble, como un guardia en la misma, apostado para la seguridad, así también para que no fuera posible que él como esclavo tuviera la idea de escapar.

Torpe de su parte habría sido hacerlo, las cadenas tenían un peso sobre el que tenía que poner bastante esfuerzo si tuviera que correr, además del ruido notable que esté generaba en la fricción de cadenas.

Había sido de pasos silenciosos con un entrenamiento riguroso al crecer, pero hacerlo con cadenas a cuestas, fue difícil, pero estaba pendiente del esfuerzo, seguro que lograría caminar sin emitir ruido alguno, sin embargo, otro tema más profundo era lograrlo si tenía que moverse rápido.

Correr era un pantano que prefirió rodear por ahora.

Sus ojos estaban menos precisos que atentos, sus pensamientos eran pesados, pero sus acciones eran automáticas, limpiaba como si no fuera un problema.

De repente, dos figuras atrajeron su mirada con una presencia que requirió de una segunda observación, era un niño, más alto que el, de cabello rubio blanquecino, ropa de cuero, con una camisa de seda por debajo, botas acuñadas en cuero y barro que no disimulo en cuidar cuando entraba.

El del medio paso atrás del segundo, fue una niña de ojos violeta, encantadores de una singularidad que rara vez presenció, cabello rubio, pegándose a un blanco mayormente extendido, de pequeña constitución, un vestido celeste, con pequeños adornos, la expresión del miedo, y angustia perseveraba en la joven, mientras que el niño solo mostró una barbilla elevada, sin recaudos a la par que seguía al magíster Illiryo.