Atardecer

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La luz era cegadoramente intensa, esto solía pasar cuando salías de la realidad virtual y no estabas en la oscuridad. Una vez más, había olvidado cerrar las persianas y una vez más, sufría las consecuencias. Cuando sus ojos dejaron de doler miró a su alrededor, allí vio a Brianna. Quien, emocionada por saber el resultado de la pelea, preguntó:

—¿Acabaste con el bastardo?
—Estoy segura de que es la
—Como sea...
—¿No estabas en espectador?
—Esa cosa me deleteo tan duro que me desconectó. ¿Lo hiciste?
—No...

Hope le lanzó una mirada llena de ingenuidad, y luego, con frustración, dijo...

—¡Pero si ya lo teníamos! ¿Qué fue lo que no tomé en cuenta? ¿A caso otro buff?

—¡No! Tu estrategia fue grandiosa, ya la habíamos ganado, pero... Pensé que tal vez tendría familia.

Después de superar la incredulidad, Hope comenzó a palotear sobre como los personajes de videojuegos no estaban vivos. Mercy escuchaba en silencio con la mirada abajo, pensante. El monologo continuó hasta que Mercy lo interrumpió con un abrazo. Hope le correspondió rodeando le con una mano la cintura y acariciando su cabello con la otra.

Dejando así al silencio reinar.

Hope sentía el calor de Mercy, su aroma. En momentos como ese, no podía pensar en nada, porque no le importaba mas nada.

—Quiero mostrarte algo, ¿Te sientes de humor para un picnic?

Con un salto y sin decir una palabra, se dirigió al refrigerador para tomar algunos refrigerios que consistían en unas bebidas alcohólicas, unos pastelillos y algunas galletas. Colocó la comida en su mochila y ambas salieron en busca de su "caballo".

El viaje en la moto fue igual que los demás, de vez en cuando se detenían algunos segundos en un semáforo, pero nada intolerable. Algunos autos surfeaban las nubes volando, dirigiéndose muy a algún destino incierto. Ninguna pronunció palabra alguna, pese a esto, fue lo contrario a incómodo.
Mercy abrazaba firme y cariñosamente a Brianna. A lo lejos vio que se dirigían al límite del que alguien con su estatus no podía pasar. Preocupada, abrió la boca para apelar a esto. Acto inútil, pues antes de que pudiese decir algo ya habían pasado esa frontera.

—Creí que nos iban a detener. — suspiró Mercy aliviada
—Ventajas de ser mi amiga
Dijo burlonamente.

Aparcaron la moto en una explanada ubicada en las faldas de una montaña, Mercy quedó hipnotizada por una pendiente. Señaló sonriendo a la montaña y preguntó:

—¿Una carrera?
—Luce peligroso...
—¡Exacto!
—Nuestro gobierno ha trabajado duro para que no tengas que hacer cosas riesgosas como éstas. ¿Sabes?
—Y han hecho un excelente trabajo. Ahora la causa de muerte más común es...
—Infarto agudo de miocardio. Rápido y letal. Dijo casi susurrando como para sí misma.
— ¡Aburrimiento! La gente hace lo mismo todos los días desde que se gradúan hasta que eventualmente mueren de viejos y probablemente con demencia.
—Tomemos el camino perfectamente seguro, agradable y sin complicaciones.
Exclamó con una voz áspera y molesta

La situación estuvo a punto de convertirse en discusión de no ser porque Brianna cedió, dejando a Mercy cumplir su capricho. No sin antes tomar la mochila dirigiéndose al sendero. Por otra parte, Mercy encaró a la casi recta pared natural que se hallaba frente a ella.
Mercy comenzó a escalar, concentrando la fuerza en sus dedos para poder aferrarse. El camino fue cansado pues trató de llegar a la cima lo más rápido posible, se aferraba a un pequeño peldaño hasta que se sintiera lo suficiente estable como para estirar el brazo a algún otro que estuviese un poco más arriba.
Mercy podía visualizar la cima a unos cuantos metros, su emoción no cabía en su pecho, estaba a punto de lograrlo. Confiada, estiró su brazo a una pequeña saliente y rápidamente intercambió su peso de una mano a la otra, por desgracia miles de años habían desgastado mucho esa pequeña orilla, quién terminó cediendo a la brusca presión de Mercy.
Ella trató de aferrarse a las migajas de roca que caían al vacío, mismo al que todo su cuerpo se dirigía.
Giró un par de veces en el aire antes de que su abdomen impactara con un árbol que convenientemente crecía en el risco.
Mercy se abrazó con fuerza, respiró un par de veces, miró al fondo y respiró profundamente tratando de calmar su corazón que latía con mucha más fuerza que antes.
— ¡Mierda!
Una voz se escuchó salir de la pulsera en su muñeca, advirtiendo:

El Precio De La Utopía Donde viven las historias. Descúbrelo ahora