Se abrazaron una última vez antes de verse a los ojos y decirse adiós con la mirada, pero, ¿realmente era un adiós?.
Cuando separaron sus manos, Quackity no pudo evitar el suspiro de tristeza que salió de sus labios, viendo como Luzu subía a la cami...
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"Amor es todo En esta Soledad"
Oscuridad. Eso era todo lo que veía.
Escondido debajo de su cama, tenía fuertemente cerrados los ojos y sus manos tapaban sus oídos tan duro que dolía, aun así, escuchaba perfectamente los gritos y los golpes de sus padres. Liberaba lágrimas en silencio sin poder retener los sollozos qué salían de su boca, sufriendo el dolor de haber mordido su labio por mucho tiempo para evitar hacer ruido y que el monstruo a quien llamaba padre lo encontrará. Finalmente, escuchó el sonido sordo de su madre callendo contra el piso de madera, mirándolo con culpa y dolor por no poder hacer más que eso.
El pequeño Luzu de 10 años quiso estirar su mano y tomar la de su madre que perdía la conciencia de apoco, mientras que un charco de sangre se extendía por el suelo, pero al estirar su manita para tomar la contraria, su brazo fue jalado con brusquedad sacándolo de su escondite, dejándolo enfrente de su padre. No pudo hacer más que gritar y patalear todo lo que pudo para intentar liberarse de su agarre, hasta que aquel hombre lo soltó de forma brusca quedando tirado al otro lado de la habitación. Cuando Luzu levantó la mirada pudo ver aquellos ojos rojos qué él mismo había heredado, viéndolo con desprecio y asco. Miró en silencio y con terror como el contrario tomaba el martillo qué había sido usado para golpear a su madre minutos atrás, levantándola dispuesto a dar el primer golpe
"quiero que aprendas lo que les espera a gente como tú en este mundo"
Y finalmente el martillo bajó.
Se levantó de pronto, sudado y agitado, con el dolor punzante en el pecho y la respiración errática. Miró a todos lados calmándose al ver que se encontraba en su habitación, a salvo. Se recostó de nueva cuenta sintiendo la suavidad de la cama, puso uno de sus brazos sobre su cabeza sintiendo su corazón latir aún con rapidez. Tenía miedo, mucho, hace tiempo que no tenía ese tipo de pesadillas, desde que comenzó la universidad para ser exactos. Sintió de pronto el miedo a dormir, de volver a soñar con algo parecido o peor y no poder despertar.
Se sentó en la cama para prender la vela qué tenía a un lado de esta, se puso de pie y se dirigió a su escritorio, sacando de los cajones de este hojas que usaba para mandar cartas a su hermano, aquel que lo había cuidado por años después de la muerte de sus padres. Pero esta vez no escribiría una carta, por lo menos no una que quisiera enviar.
Dirigió su mirada rogiza y cansada al único retrato qué tenía de su familia, guardando en su mente la sonrisa radiante qué tanto caracterizaba a su madre. Cerró los ojos y la tinta comenzó a escurrir sobre el papel, formando palabras llenas del dolor qué solían acompañar sus noches....
