𝗼𝗻𝗲

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francés ─── italiano

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francés ─── italiano

No soy fan de los italianos

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No soy fan de los italianos.

No específicamente de este que tengo frente a mi y su mirada para nada agradable ni mucho menos disimulada.

Hace unas horas fui arrastrado a Italia para conocer a los que serian los nuevos socios de mi familia, honestamente no deseaba venir, si no fuera por la muy convincente y para nada amenazadora palabra de mi madre tal vez ahora estuviera en mi amado Francia en alguna fiesta o simplemente disfrutando del día.

Pero como no es así, ahora tengo que tener una conversación muy incomoda y sobre todo forzada con el hijo del nuevo socio.

"Deberíamos dejar que se conozcan un poco, ahora somos socios y parece que se verán más seguido a partir de que la unión se cierre."

Estúpido anciano, ¿por qué tuvo que abrir la boca?

─── Mira lindura. ─── Decidí comenzar una conversación, suspirando al escuchar el bufido del contrario. ─── Tampoco es mi mayor deseo estar aquí, pero ellos acaban de abandonarme aquí contigo justamente para hablar, por lo menos tu nombre debo saber.

─── Vincenzo. ─── Respondió, con un tono incluso más seco qué el desierto de Atacama. ─── No me importaría llamarte inútil por ahora, pero ya sabes mi nombre, estoy obligado a saber el tuyo.

Encantador.

─── Aleixander. ─── Sonreí, esperando que la conversación por fin se diera.

Lo cual, obviamente, no sucedió.

Suspire, echándome en el sofá una vez supe que ese bruto no tenia intención de volver a intercambiar palabras.

Ese maldito, me tomó treinta minutos tomar el valor para hablar sin prestar atención a su cara de asesino serial y lo único que recibí a cambio fue su nombre y que me dijese inútil de una manera para nada discreta.

Mire mis manos y moví mis pies de manera insistente contra el piso para relajar un poco mi estrés, lo cual no estaba funcionando.

Estaba tan silencioso que incluso podía escuchar la respiración del hombre frente a mí, deseaba con toda mi sucia alma que mis padres aparezcan antes de que me agarre un ataque de estrés.

Todo esta muy quieto y silencioso, demasiado para mi tomando en cuenta que estoy acostumbrado al desastroso ruido de mi amado hogar.

─── ¿Cuántos años tienes? ─── Pregunté sonriendo.

La verdad es que me importa una mierda, solo tenía la necesidad de hablar para apaciguar mi repentina hiperactividad.

─── No es de tu incumbencia. ─── Murmuró después de un pequeño silencio, volviendo a ignorar mi presencia tan pronto terminó de hablar.

─── Púdrete entonces. ─── Bufé.

Y supuse que no entiende francés en lo absoluto porque su rostro se deformó entre la confusión y el enojo, tal vez supuso que lo insulté o algo por el estilo.

Estúpido.

Mire el gran y elegante reloj en la pared, esperando que si lo miraba fijo por el suficiente tiempo tal vez podría acelerar las manecillas o algo por el estilo.

Pronto se escucharon pasos cerca de la habitación.

Sonreí, volviendo mi vista a la puerta y esperando ver entrar a mis padres cargando sus bolsos listos para marchar nuevamente a Francia.

No tardo mucho antes de que las puertas se abran, mostrando a aquella personas que me obligaron a viajar en contra de mi voluntad a la casa de su estúpido socio para abandonarme con su estúpido hijo.

─── Aleixander, pedacito de cielo. ─── El cariñoso apodo de mi madre llamó mi atención.

Ella nunca me llamaba así.

A menos que...

Ay no, mami.

─── ¿Qué sucede, mamá? ─── Estaba esperando que solo dijera que ya nos teníamos que ir, pero su sonrisa vaciló tanto que no podía ser una buena señal. ─── ¿Mamá?

─── Me temo qué tu no estas volviendo con nosotros, corazón. ─── Ella murmuró, tomando fuertemente del brazo de papá.

No puede ser.

Asi qué el estúpido de William tenia razón.

─── No estas planeado abandonarme en Italia, ¿cierto? ─── Sonreí, tratando de convencerme a mi mismo de que había escuchado mal.

─── Es exactamente lo que planeamos.

Claro, mi viejo el más delicado.

─── El hijo del señor Cassano ha sido el candidato perfecto para aquello qué te había comentado sobre un compañerismo qué pueda asegurar la confianza entre familias. ─── Él explicó, ignorando de lleno mi infelicidad.

Claro, debí saberlo, no había explicación lógica en el hecho de que Meredith Rousseau se haya desgastado tanto en convencerme de acompañarlos a Italia por una estúpida reunión solo porque querían pasar tiempo conmigo.

Espera.

─── Tu nunca me dijiste nada de ser compañero de ningún estúpido italiano.

Papá levanto las cejas fingiendo demencia, mirando a mi madre, que también fingía demencia.

─── ¿No lo hice? ─── Nadie tiene idea de lo mucho que aborrezco ese tono cínico suyo. ─── Bueno, pues ahora lo sabes.

Desgraciadamente, papá.

Desgraciadamente para tí, ahora lo sé.

Desgraciadamente para tí, ahora lo sé

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Olyver.

𝗗𝗔𝗥𝗞𝗦𝗜𝗗𝗘       ¡𝗏𝗂𝗇𝖼𝖾𝗇𝗓𝗈!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora