Capítulo corto
Al día siguiente estábamos jugando tenis, un partido de dobles, y durante un tiempo muerto, cuando bebíamos la limonada de Biyin, puso el brazo qué tenía libre sobre mis hombros y con delicadeza apretó mi carne con su pulgar y su índice, como imitando un amistoso abrazo masajeador; todo resultaba tan de amigotes. Sin embargo, yo me encontraba tan embelesado que me deshice de su brazo pues un segundo más y me hubiese desarmado como uno de esos muñequitos de madera cuyo cuerpo quebradizo se derrumba en cuanto se acciona el resorte principal. Sorprendido, se disculpo y me preguntó si me había tocado algún nervio o algo así, que no tenía intención de hacerme daño.
Debió de haberse sentido muy mal al pensar que me había hecho daño o me había tocado de una forma equivocada. Lo último que deseaba era desanimarle. Con todo, se me escapó algo como "no me ha dolido" y habría zanjado así la cuestión. Pero tenía la sensación de que si el dolor no había provocado tal reacción, entonces ¿cuál era la explicación para justificar qué le apartarse de mis hombros de forma tan brusca enfrente de mis amigos?. Así que imité la cara de alguien que se afana en reprimir, sin éxito, una mueca de dolor.
Nunca se me había ocurrido pensar que lo que me había producido pánico cuando me tocó fuese lo mismo que asusta a las vírgenes cuando las toca por primera vez la persona que han elegido: descubren sensaciones que no sabían que existían y que producen placeres muchísimo más perturbadores qué los que se consiguen en solitario. El parecía sorprendido por mi reacción, pero hizo todo lo posible para demostrar que me creía mientras yo fingía el dolor de mis hombros.
Fue su forma de dejarme escapar y de disimular que no se había dado ni pizca de cuenta del estaño matiz en mi reacción. Cuando más tarde supe lo meticulosamente afilada qué era su habilidad para identificar señales contradictorias, no dudé de que tuvo que haber sospechado algo entonces.
-Espera, déjame mejorarlo –Me estaba poniendo a prueba y comenzó a masajearme el hombro– Relájate –Me dijo delante de los demás.
-Pero si me estoy relajando.
-Estas tan rígido como este banco. Toca esto –Le dijo a Jaiden, la chica que estaba más cerca de nosotros– Es todo nudos.
Noté sus manos en mi espalda.
-Mira –dijo mientras presionaba la palma abierta con fuerza contra mi espalda– ¿lo notas? Debería relajarse más
-Deberías relajarte más –Repitió ella
Quizás en este momento, al igual que en muchos otros, ya qué no sabia hablar en clave, no supe que decir en absoluto. Me sentí como un sordomudo que no sabe ni siquiera utilizar el lenguaje de señas. Tartamudeé todo tipo de cosas para no decir lo que estaba pensando. Hasta allí llegaba mi código. De otra manera, el silencio entre ambos me hubiese delatado, por lo que cualquier cosa, incluso, el más absurdo disparate, era mejor que el silencio.
El silencio me ponía en evidencia. Sin embargo, lo que probablemente me delatase incluso más fuesen mis intentos por superarlo delante del resto. El desánimo personal debió de aportarme algo cercano a la impaciencia y a la rabia contenida. Que él hubiese pensando que iba dirigido a contra él no se me había pasado por la cabeza.
Quizá fuese por razones similares el que yo apartaste la vista cada ves que me miraba: para ocultar las presiones de mi timidez. Que el hubiese encontrado mi desdén ofensivo y, de vez en cuando, cargado de hostilidad tampoco se me paso por la cabeza. Tenía la esperanza de que no hubiese visto en mi reacción exagerada algo que no era. Antes de apartar su brazo, sabía que me había rendido ante su mano casi hasta tumbarme sobre ella, como si dijese (al igual que les había oído decir a muchos adultos cuando a alguien le daba por hacerles un masaje en los hombros al pasar por detrás): no pares. ¿Se habría dado cuenta de que estaba dispuesto, no solo a rendirme, si no también a amoldearme a su cuerpo?.
Este fue el sentimiento que aquella noche también trasladé a mi diario: lo denominé "el desvanecimiento". ¿Por qué había desfallecido? ¿Y era tan fácil que ocurriese, tan solo debía tocarme en algún punto para que me volviese discapacitado y perdiese toda voluntad? ¿Era esto a lo que la gente de refería cuando afirmaban derretirse como la mantequilla? ¿Y por qué no iba demostrarle lo mantecoso qué podía ser? ¿Tenía miedo de lo que pudiese ocurrir? ¿O me asustaba qué se pudiese reír de mí, decírselo a todo el mundo o ignorarlo todo con la excusa de que aún era muy joven como para saber lo que estaba haciendo? ¿O quizás fuese porque con todo lo que el ya sospechaba, al igual que haría cualquiera en su lugar, estaría dispuesto a actuar en consecuencia? ¿Quería yo qué actuase? ¿O prefería una vida repleta de anhelo siempre y cuando ambos mantuviésemos activa esta partida de ping-pong: no saberlo, no saber que lo sabe, no saber que sabe lo que sabe? Tan solo calla, no diga nada y, si no puedes decir "si", tampoco digas "no", di "Luego". ¿Es esta la razón por la que la gente dice "quizás" Cuando quieren decir "si", con la esperanza de que creas que es un "no" mientras que lo que en realidad significa es "por favor, pregúntamelo una vez más, y después otra vez?"
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CALL ME BY YOUR NAME / SPROIER
Romance> En una localidad costera de Italia, durante la década de los ochenta, la familia de Roier instauró la tradición de recibir durante el verano a estudiantes o creadores jóvenes que, a cambio de alojamiento, ayudaran al cabeza de familia, catedrático...