Como dije ayer, cuando llegamos al insti dejé a mis amigas y me fui con Aaron al director, que le hizo unas preguntas que respondió con seguridad. Pareció caerle bien al hombre, así que le mandó con el entrenador, que le metió en el equipo. Lo había conseguido. En el fondo me alegro por él, aunque sea en una mínima parte de mi interior.
- Joder tía lo siento. - me dijo Andrea al contarle lo que me pasó ayer.
- Da igual. He llegado a la conclusión de que todos son iguales, unos guarros que ilusionan. - suspiré.
Mis amigas asintieron. No había un puto chico normal.
Habíamos terminado el día y Aaron y yo volvimos caminando a casa.
- ¿llevas paraguas? - me preguntó.
- Qué va nunca llevo. - dije
- ¿Y te mojas?
- Sí, qué más da. - suspiré.
- Bueno que puedes evitar cogerte un resfriado por ejemplo. - entrecerró los ojos
- Me da igual.
Aaron no mostró ninguna expresión, se limitó a pasar del tema.
Miré su perfil, en verdad era muy guapo, su nariz era recta y tenía lo que se llama "perfil griego"
Después pensé en lo insufrible que es y dejé de pensar en su perfil
- ¿vamos a una cafetería a esperar a que llueva? - preguntó.
- Tus cojones. - le hice una peineta y soltó una carcajada.
- Sé que quieres un café. - dijo, elevando las cejas arriba y abajo.
- ¿sabes lo que quiero? - me alteré.
- ¿Qué quieres imbécil? - esbozó una sonrisa socarrona.
- Matarte.
- ¿Sólo eso? - pareció divertido.
- Eres idiota. - le dejé atrás y aceleré el paso. Las gotas de lluvia empezaron a caer sobre mi cabeza. Aaron tenía razón, iba a llover y necesitaba paraguas, pero no me importaba mojarme. Sólo quería alejarme de él.
- No te pierdas. - me gritó, cantarín, desde lo lejos.
- Y tú ten cuidado no vaya a ser que mates la última neurona que te queda. - le guiñé un ojo y me alejé.
Le perdí de vista. Qué alivio. Tenerle al lado es insufrible
Divisé una sombra a través de los árboles y se me cayó el alma al suelo. "Tierra trágame" "Océano trágame" "Mundo trágame"
Mi ex estaba bajo el árbol, para no mojarse. Quise morirme. QUISE MORIRME. No podía verle, no podía ver a una persona que estaba intentando superar.
Seguía guapísimo y me odié por pensarlo.
No quería que se girara pero lo hizo, y clavó sus ojos verdes en mí. Pareció indiferente. Sus largas pestañas estaban mojadas por la lluvia y sus rulos le caían por la frente. Jodidamente atractivo.
Recuerdos y recuerdos no paraban de atormentarme. A penas estuvimos unos meses y se sentía horrible. Era el único chico del que yo me había enamorado, y por el que más he llorado.
Quería morirme. No podía ponerme a llorar aquí y ahora. No podía, así que me aguanté mis ganas de hacerlo y pasé de largo. Me fijé en que llevaba una goma negra en la muñeca.
No puede ser... No puede tener novia... Me dejó porque no quería relaciones hasta que estuviese bien y ahora está con otra. ¿Entonces la promesa que me hizo...? Ahora sí el pecho me estaba doliendo. No iba a aguantar más.
Me alejé de allí y noté sus ojos clavados en mí.
Ahora mismo era una persona horrible por querer volver con un tío que me ha dañado. Y digo horrible, porque me estoy haciendo daño a mí misma y me odio por ello. En general me odio entera, pero mis actos también tienen su presencia.
No quería hablar con nadie, ni con mis amigas. Sólo quería estar sola. Me marché a la montaña de detrás de mi casa. Aquella en la que solía jugar con la bici de niña. Aquella sobre la que aprendí a hacer volteretas y aquella en la que descubrí una de mis cosas favoritas. Las estrellas.
Era de noche, porque desde que vi a Ed, ha pasado tiempo.
Me tumbé en la hierva húmeda e intenté ver algo en el cielo. A pesar de las nubes, por suerte había un claro encima mío y pude ver la estrella Polar y otras tres. Algo es algo.
Recosté mis manos sobre mi torso y respiré. Olía a tierra mojada y a naturaleza. Me sentí por un mísero momento libre de todo, y estuvo bien.
Se me escaparon alguna que otra lágrima pero estaba bien. Queriedome ahora un poquito a mí, porque lo necesitaba, realmente lo necesitaba.
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Una pizca de estrellas [CONTÍNUA]
Teen FictionCuando aquel chico le tiró la bandeja en la cafetería todo cambió. Cristal nunca había odiado a nadie tanto como lo hacía con ese chico. Le odiaba. Estaba dispuesta a mudarse de ciudad hasta que todo cambia, y se ve obligada a quedarse. ¿Será un n...