Pensé que todos teníamos problemas en nuestro día a día, pero al ver a la chica popular del instituto pensé "cómo va a tener ella problemas" es todo lo bueno que pueda haber, guapa, lista y está buena. No tiene ni una sola imperfección y tiene muchos amigos. Seguramente sea una infeliz pero sabe ocultarlo. ¿Por qué yo no puedo hacer igual que ella? Aunque esté mal, mi aspecto podría estar mejor pero bueno... parezco una bruja con ojeras.
- Qué más da tía. - escuché a mi mejor amiga.
La había estado hablando de mis notas que había sacado un seis en vez de un siete y ella me había respondido con eso.
- Es mejor un siete. - dije
- Ya, pero tal y como estás ahora mismo, cualquier nota por encima del cinco te sirve.
- Supongo que sí... - agaché la cabeza.
¿Sería capaz de sacar un ocho alguna vez?
Las clases habían terminado y como siempre me volví caminando con Aaron a casa. No era tan insoportable como otros días, a pesar de sus comentarios obscenos.
- ¿Por qué los dueños de los perros dejan sus mierdas sin recoger? - se quejó, bordeando para no pisar una de ellas. - Es asqueroso.
- Lo sé. - alguna que otra vez le contestaba.
- Si yo tuviera perro lo haría. - dijo.
- Yo también, pero porque tú y yo somos limpios. - aclaré. Mi habitación estaba mínimamente decente, y la suya impoluta. Parecía como si nadie viviera en ella.
Le miré y se colocó el pelo hacia atrás en un gesto que sólo los chicos saben hacer. Su cabello brilló con el sol y me pareció bonito. Sonreí inconscientemente.
- ¿Qué pasa? - pareció divertido.
- Nada. - reí.
- Cristal, verte reír es difícil, tiene que pasar algo importante para que lo hagas.
- Vaya vaya. Ahora me llamas por mi nombre eh. - reí de nuevo.
- Calla, no hagas que me arrepienta imbécil.
Le saqué la lengua y entrecerró los ojos.
- No te atrevas. - dijo, mientras bordeaba un árbol de la acera.
- Tengo derecho, por la turra que me has dado estos días. Mereces ser castigado. - apreté los labios.
- ¿Ah sí? - se acercó a mí y me agarró las piernas, cogiéndome en el aire y poniéndome boca abajo. Noté su espalda fuerte bajo mis manos.
- ¡NO! ¿¡Qué haces!? - chillé. - Loco. - estaba medio chillando medio riéndome, por eso no me bajó.
- IDIOTA BÁJAME. - ordené.
- Pídemelo bien. - pude ver su sonrisa boca abajo.
- QUE ME BAJES. PORFAVOR.
Hizo lo propio. Noté mi cabeza dando vueltas, la sangre se me había bajad un pelín... pero me lo había pasado bien. Era surrealista. La única persona en todo este tiempo que me ha hecho reír ha sido la que peor me caía. La persona que odio. O más bien odiaba.
- No me lo niegues, ha sido gracioso. - elevó la comisura de su labio derecho.
- No ha sido nada gracioso - junté mis labios en una fina línea inexpresiva.
- No te enfades cafetera, que se te clienta el café.
Ahora si estaba enfadada. Que me cayese mejor no implica que pueda estar haciendo estas bromitas. Me seguía cayendo mal. Al fin y al cabo, era el idiota que me había tirado el café encima y se había burlado de mí delante de toda la cafetería.
Le saqué el dedo del medio y pareció divertido.
- En el fondo te caigo bien. - sonrío de lado, dando a relucir sus afilados colmillos y su reluciente sonrisa blanca. Su perfil era perfecto, recto y las pestañas largas resaltaban en su tez pálida.
¿en qué momento me estoy fijando en él? No es necesario
- Sólo porque sepas de astronomía y me hagas reír no significa que seas mi amigo. - miré hacia arriba.
- Bueno entonces somos como la Osa Mayor y la Osa menor, iguales pero distintas.
- Podría decirse que acabas de hacer una comparación con el culo. Es como decir que una manta y un cojín se parecen pero son diferentes.
- No es tan mala. - dijo.
- Es peor que un día sin pan
- bueno... Ya se me ocurrirá algo. - susurró en el aire
-Más te vale. Bueno ya hemos llegado.
Miré a mi alrededor. No estábamos en casa.
- Que cojones, si era esa calle. De toda la vida. - dije, extrañada
- Nos habremos equivocado. Normal, íbamos tan entretenidos. -admitió.
- Pues en dónde estamos. - pregunté.
- Hija en la calle de al lado, esto es un vecindario y todas las casas son iguales.
- Ya pero...
- Ni pero ni pera. Volvamos. - dijo, emprendiendo el camino de vuelta.
- Corre, no quiero que se haga tarde. - le empujé por detrás.
- Oye. - protestó
- Pues ve más rápido inútil. - bufé, adelantándome. No quería llegar tarde a casa.
Pareció extrañado. Ya le dije que me seguía cayendo mal, tenia que notarse.
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Una pizca de estrellas [CONTÍNUA]
JugendliteraturCuando aquel chico le tiró la bandeja en la cafetería todo cambió. Cristal nunca había odiado a nadie tanto como lo hacía con ese chico. Le odiaba. Estaba dispuesta a mudarse de ciudad hasta que todo cambia, y se ve obligada a quedarse. ¿Será un n...