Poder de reina

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Tampoco era la primera vez que ocurría que Balloch se pusiera extraño, era un demonio, Lio sería tonta si creyera que el demonio era una especie de mascota que podía controlar

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Tampoco era la primera vez que ocurría que Balloch se pusiera extraño, era un demonio, Lio sería tonta si creyera que el demonio era una especie de mascota que podía controlar. No se podía controlar a ningún demonio, menos a un nuckelavee. Por eso cuando la bestia se fue a perderse en la oscuridad de la noche, no hizo por detenerlo, le daría su tiempo para que volviera cuando quisiera. No era una alfa estricta con sus betas, mayormente porque no lograba entenderlos la mayoría del tiempo, solo a Balloch, era extraño y no sabría decir cómo es que lo sabía, pero a él sí que podía entenderlo.

Al amanecer salió de su carpa y dio la señal de que la desmontaran para seguir con el camino. No estaba tan emocionada de encontrar pareja, le daba absolutamente igual si encontraba algo o a alguien, solo quería cerrar la boca de los miembros del consejo, obtener la corona y reinar como debía hacerlo. No lo hacía para honrar a su diosa, sino que lo hacía por su madre. Lorna, donde quiera que estuviera en este momento, sabía que estaría muy decepcionada de ella, tal como lo estuvo desde que se convirtió en alfa de los nuckelavee. Pero ahora precisamente que ella se había ido, se preguntó de qué había servido todo lo que había hecho, ¿De qué le servía ser alfa de los demonios marinos si ya no tenía a Lorna para protegerla? La única razón por la que desafió a la Sea Mither y el equilibrio, y la naturaleza, era porque quería armas para vencer a Teran y salvar a su madre.

–Alteza.

Parpadeó, regresando a la realidad de golpe, y miró al soldado a su lado, quien le entregó el tridente el cual ella tomó de su mano y lo sintió tremendamente pesado, como una carga con la que no podría seguir por mucho más tiempo.

–Tendremos que entrar a la isla de costureros para poder llegar a la de pescadores, ¿Está bien? Me temo que es la única forma.

Ella asintió sin decir más, no estaba escuchando atentamente. Ir a la isla de pescadores era lo que menos quería hacer, entendería perfectamente si no los dejaban entrar, creía que sería está la única isla que si la echaban no pondría resistencia ni les quitaría nada tampoco. Los entendería, pues la última interacción que tuvo con ellos fue con el hijo del jefe de la isla y no estuvieron de acuerdo en nada, terminaron peleando y al final ella los echó de la academia sin justificación.

Lio lo sabía, sabía que no había sido culpa de Arran que Lorna muriera. Supo lo grave que terminó en el hospital, y aún con eso, él se levantó y salió de la isla mayor sin poner resistencia, porque seguramente sabía que había tenido parte de la culpa. Debía hablar con él, si es que había sobrevivido, iría y hablaría con él, porque se lo debía y porque quería saber qué era lo que había pasado ese día.

Avanzó cabizbaja hasta la carroza y subió, dejando que los soldados la llevaran por el puente hasta entrar en la isla de costureros, la isla abandonada, la isla que había sido desolada en una sola noche y de la que nadie sabía qué era lo que había pasado con sus habitantes. Vio las casas solas, las cosechas muertas, los caminos desolados. Era una sensación extraña. Tenía al consejo exigiendo que averiguara qué era lo que había pasado y ella simplemente no había hecho nada al respecto, pero en ese momento pensó que debía poner manos a la obra, tal vez solo para que no tantos de sus soldados vieran como la rechazaban al llegar a la siguiente isla, la última de todas.

Vore TullyeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora