Prólogo II

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Ahsoka caminaba nerviosamente alrededor del trono imperial. La sala donde habitualmente se sentaba magnámimamente estaba decorada por cuadros de antiguos sith. Los más recientes, Darth Sidious y Darth Plagueis, eran los que más cerca que se encontraban de la entrada de la sala. Sin embargo, el que más solía captar su atención era uno mucho más antiguo. Lo único que logró encontrar sobre él fue que vivió en la época de la antigua república a través de ubicarlo en el tiempo entre los otros dos retratos que se hallaban al lado de éste. Era extrañamente sospechoso, como si alguien hubiera tratado de removerle de la historia. «Me recuerda a lo ocurrido con Kamino antes de las guerras clon», le dijo Anakin a Ahsoka en su cabeza. Ella asintió para sí misma. Siguió paseando su mirada mientras trataba de distraerse. Había expositores con antiguos artefactos sith. También había algunos expositores con objetos totalmente banales, pues le parecía divertido que sus súbditos los contemplasen con admiración pensando que se trataba de armas poderosas.

Su comunicador empezó a pitar. «Bien, los últimos imperiales sensibles a la fuerza están por llegar», pensó para sí Ahsoka. Había sido un camino difícil. No tanto porque le hubiera costado llegar hasta ahí, si no más bien por las órdenes y decisiones que había tenido que tomar. Y, aunque le costaba admitirlo, también sentía lástima por las vidas de los imperiales a los que iba a sacrificar para lograr su propósito. Era algo injusto, pues esas personas también merecían tener una oportunidad de cambiar pero... Pese a todo, prefería tomar esa decisión por un bien mayor.

Por otro lado, derrocar a Palpatine fue sencillo. Ella fingió ser capturada por Anakin, el cual la llevó hasta él, y juntos lo derrotaron sin que él se esperase siquiera ser traicionado por Anakin. Estaba convencido de que tenía pleno control sobre él. Pobre ingenuo. Después, Anakin anunció al imperio la muerte del emperador, y el alzamiento de una nueva emperadora a la cual él mismo avalaba. Varios moffs se opusieron, y Ahsoka desempeñó a la perfección su papel de sith, acabando fulminantemente con sus vidas ahí mismo. Empezó a gobernar con mano tan dura como Palpatine para que no cuestionaran su poder ni su capacidad. Avisó tanto como pudo a los rebeldes de confianza para que dejaran de armar revuelo, ya que deseaba evitar tener que aplastarlos, pero aun así siempre surgían insurgencias en algún lado. Había ordenado matar a muchas personas. Al principio llevaba la cuenta, pero llegados este punto... Claramente, pesaba sobre su conciencia. Pero eso estaba bien. La culpa le recordaba su humanidad, pese a que ésta doliese. Pese a todo, algo había comenzado a cambiar en su interior. Estos últimos años había aprendido bastante. No solo sobre los sith, sobre los cuales había estado estudiando, especialmente en Korriban y Dromund Kaas, si no sobre sus propias emociones, y había desarrollado una nueva perspectiva al estudiar tanto la filosofía jedi como la sith sin dejarse condicionar por adoctrinamiento, ni dejarse cegar por el ansia de poder. Se sentía una persona nueva, en cierto modo. Se sentía libre. Su objetivo ya no era únicamente evitar la caída al lado oscuro de Anakin y el alzamiento del imperio. No, sus planes iban más allá: pretendía traer justicia a la galaxia. Una justicia que los jedi no trataban de lograr, pese a que acababan defendiendo la corrupción de la república. Una justicia que los sith despreciaban y que consideraban un signo de debilidad. «Creo que estás ganándote el que deje de llamarte chulita, chulita. Es más, me atrevería a decir que tú deberías llamarme padawan». Bromeó Anakin, aunque la última parte era sincera. Ahsoka sonrió. Todas las piezas estaban encajando. Solo faltaba la despedida.

- Dígame, Emperadora Tano. - Respondió por el comunicador una voz familiar, la voz de alguien que le había enseñado casi tanto como su maestro.

- Deja las formalidades, Rex. Te llamo porque, bueno, ya sabes, nos vamos dentro de poco. Solo quería despedirme y... darte las gracias por todo. La tarea que te toca a ti no debe ser la más agradable.

- No lo es, pero estaré encantado de cumplirla para cambiar las cosas. Quién iba a decirme a mí que acabaría convirtiéndome en Gran Moff para, al final, acabar dirigiendo yo al imperio.

- Lo harás bien. Recuerda utilizar únicamente las líneas seguras para comunicarte con los rebeldes. Y no muestres demasiada debilidad o se te comerán vivo.

- Pareces mi madre, Ahsoka. No te preocupes, estaré bien. ¿Y tú? ¿Estás nerviosa?

- Es raro. Siento nerviosismo, pero creo que es más bien porque siento emoción. Tengo tantos planes... Me muero de ganas de hacerlo todo ya, lo peor seguramente sea tener que ser paciente.

- Si el destino de la galaxia está en manos de tu paciencia, me pregunto cuantos años acelerarás el surgimiento del imperio. - Bromeó Rex.

- Calla, idiota. Oye, quería decirte que no dejaré que pase lo mismo con tus hermanos. Me aseguraré de evitar el plan de Palpatine. Voy a cambiar las cosas, Rex. Ojalá pudieras venir.

- Me conformo con saber que un lugar así existirá aunque sea en otra línea temporal. - Respondió él con un tono cálido, sonriendo. - Aquí haremos todo lo posible para que la vida sea mejor de lo que es.

Siguieron conversando un rato, pero al final tuvieron que colgar cuando llamó a su puerta uno de sus guardias para indicarle que ya estaba todo dispuesto para su discurso. Básicamente habló sobre entrenar a una nueva generación de sith en Korriban, como antaño, para crear un imperio más poderoso que ninguno de los que hubiera habido nunca antes. Casi se sintió mal mintiendo. Casi. Le era más fácil lidiar con el exterminio de todos esos imperiales (la mayoría sensibles a la fuerza) viéndolos como individuos viles, como enemigos. Los deshumanizaba, y a veces se preguntaba si estaba bien. Sabía que no todos eran iguales, y sabía que con tiempo y paciencia podía hacerlos cambiar. ¿Pero se merecían siquiera esa paciencia? ¿Era justo darles tiempo mientras oprimían la galaxia de tal manera? Su convicción se reafirmó. Una vez finalizado el discurso, entró de nuevo hacia sus apostenos. Ahí, se metió en una habitación oculta donde tenía el ritual listo.

- ¿Estás preparado?

«No. Pero creo que nunca voy a estar preparado para viajar en el tiempo y ver a mi yo del pasado. Así que adelante.», respondió Anakin.

Star Wars: Una nueva oportunidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora