Capítulo I. Conde Dooku

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Llevaba años maquinando a espaldas de la república, sembrando la semilla del desprecio hacia el senado y su corrupción. De hecho, eso fue lo que inició todo para él. Recordó el momento en que nació su duda respecto al senado y a la orden Jedi, hacía muchas décadas. Parecía que la república solo valoraba Protobranch por sus recursos y que les daba igual la posibilidad de que muriesen todos por la tormenta solar. Por otro lado, la inacción e hipocresía de la orden empezó a hacerse visible para él. Siempre predicaban que protegían a la galaxia, pero en realidad se habían convertido en matones de la república con aires de grandeza. Se sentó, irritado por su recuerdo, en el escritorio, de espaldas a la gran cristalera con vistas al acantilado sobre el que estaba construído el palacio. La batalla de Christopsis había acabado siendo ganada por la república, pero eso realmente daba igual. El objetivo era debilitarse mutuamente y conseguir que la república fuese concediendo gradualmente más poder al canciller Palpatine, su maestro. Al final, los recursos de ambos bandos se convertirían en recursos del imperio, y tanto el ejército droide como el ejército clon estarían a su mando. Cogió su comunicador para empezar dar comienzo a la siguiente parte del plan.

- ¿Maestro? - Respondió Asajj Ventress, su aprendiza.

- Deja lo que estés haciendo. Debes poner rumbo a Teth. Allí, te harás cargo de un bebé hutt y tenderás una trampa a los jedi que Jabba el hutt ha solicitado para recuperar a su hijo. Debes hacer que parezca que fueron ellos quienes secuestraron al niño. Haz todo lo que puedas para que parezcan culpables, debemos lograr que los hutt también se enemisten con los jedi.

- A sus órdenes, maestro.

Dooku colgó friamente una vez su aprendiza respondió. Entonces, escuchó una pisada. Y otra. Y otra. Como era habitual en él ya desde que su época de jedi, sacó rápidamente su sable láser.

- ¿No puede un anciano descansar tranquilamente en su hogar? Tendré que enseñaros modales.

- Qué recuerdos me traería verte enseñándome modales, viejo maestro. - Respondió una voz conforme descubría su rostro al bajarse la capucha de la túnica jedi. Su largo pelo castaño y parcialmente encanecido le caía por los hombros. Una sonrisa burlona se dibujaba en su boca, casi escondida por la tupida barba que se había dejado crecer.

- No es posible. Estás muerto. Moriste en Naboo junto al zabrak. - Dijo Dooku dando un paso hacia atrás, incrédulo y nervioso.

- Te recuerdo que tengo nombre. - Respondió otra voz. Su tez, tatuada de rojo y negro, delataba fácilmente su identidad.

- ¿Qué es esto? ¿Estoy teniendo una visión? ¿Me habéis drogado y estoy alucinando? Nada de esto tiene sentido.

Ambos se rieron, y aún entre risas, sacaron sus espadas.

- Aunque esté desorientado, espero que no penséis que ni tan siquiera los dos juntos podríais vencerme. Tú eres mi padawan, y todo lo que sabes, yo lo he estudiado en mayor profundidad, además de con más amplitud de miras desde que conozco las artes del lado oscuro. - Entonces, se giró hacia Maul. - Y tú... no eras más que una insignificante herramienta para inspirar miedo al consejo jedi.

- Tan arrogante como siempre. - Respondió Ahsoka, casi escondida por las sombras que proyectaban las estanterías de la pequeña biblioteca privada de Dooku, en una especie de segunda planta abierta que había en esta misma sala. Estaba asomada en la barandilla de ésta, pero era imposible que el conde la reconociese, pues llevaba puesto un casco inspirado en el que usaba su maestro como Darth Vader. Sin embargo, este tenía un conjunto de colores negros, blancos y grises, representando el equilibrio entre el lado luminoso y el lado oscuro, aunque pese a ser similar al de Vader, tenía sus diferencias. Principalmente, era algo más alto para que le cupiese, debido al montral de los togruta. También era algo más ancho, pues llevaba dentro, recogidos en espiral, sus cuatro cabeza-colas. Además, los colores iban conjuntados con el resto de sus ropajes de tela. Debajo de estos, en el pecho, llevaba una armadura ligera hecha a medida, la cual ocultaba la forma de sus pechos para ser aún más cautelosa con su identidad. Por encima de los ropajes llevaba, además del habitual cinturón jedi, dos bandoleras cruzadas donde guardar herramientas, objetos varios y armas de otros tipos. A su espalda colgaba una capa algo raída que seguía el mismo esquema de colores que el resto de su ropa, confiriéndole una especie de apariencia casi fantasmal. - Qui-Gon, enséñale a tu jubilado maestro que hay profesores más aptos para instruirte que él.

Star Wars: Una nueva oportunidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora