Capítulo 33

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Octubre 30, 2020

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Octubre 30, 2020.
Bélgorod, Rusia.

668.6 kilómetros de distancia entre Moscú y Bélgorod. Y un total de 1,872.6 kilómetros de Perm, hasta aquí. Jamás había estado tan lejos de casa. O bueno... en realidad sí porque hasta salí del continente para una misión, pero, me refiero a que esta es la primera vez en la que estaba tan lejos, y no estaba rodeada por personas conocidas. Era una sensación muy extraña el emprenderme a un viaje de este estilo. Tenía poder sobre mis decisiones en el caso, mi manera de actuar sería independiente, no tendía a nadie diciéndome qué hacer o a dónde ir. Y eso en parte daba miedo, pues no tenía a nadie que me cubriera la espalda. Cuando estaba con los Vinográdov, trabajando en el negocio familiar, solía tener a un mínimo de tres hombres cuidándome, para evitar que los planes se desviaran y todo saliera como se planeaba; y con el ejército, tenía a mi escuadrón, y nos cubríamos los unos a los otros.

Mi transporte se detuvo finalmente, y tomé mi maleta para bajar. Fui de las primeras personas en abandonar el autobús, y comencé a caminar por la acera. La nieve caía con intensidad. Empecé a leer el nombre de las calles, intentando saber la dirección a la cual tenía que ir para llegar al departamento en el que me quedaría, y para poderme ubicar, tuve que preguntarles a algunas personas, hasta que un rato después, logré dar con la calle donde iba a vivir por un tiempo.

Saqué mi teléfono de los bolsillos de mi chaqueta. Tenía meses de no usarlo, intentando evadir a mi problema más grande en Perm, sin embargo, de alguna manera tenía que mantenerme comunicada, sin tener que estar hablando forzosamente por los radios. Me di mi tiempo para encenderlo, e ingresé el número que me habían proporcionado, en mis contactos, para poderles mandar un mensaje.

"Erin Halstead:
Ya estoy en Bélgorod."

Tenía que informar cada paso que daba, o al menos lo que fuera relevante.

Unos segundos después, en los cuales mi celular terminó de cargar todas las notificaciones acumuladas en estos últimos meses, pude ver los mensajes anteriores. Algunos de ellos eran viejos, de Henry, de Austin, y de un par de amistadas antiguas que tenía cuando estudiaba. Antes no era una amargada sin vida social, no, si tenía amistades, no eran personas perfectas, pero ¿Y quién lo era? Hasta yo era mala de vez en cuando. Nunca formé un vínculo de unidad con ellos, eran también más como "conocidos", sin embargo, cuando sucedió todo lo que Tatinm, no dejaron de ver por mí, a pesar de que siempre los hacía a un lado, por temor a que se enteraran de la realidad de las cosas. Hasta que finalmente ocurrió lo de Mackie, y saqué a todos de mi vida. Probablemente no había sido lo más inteligente que pude haber hecho, pero tenía dieciséis años, a veces la racionalidad no vence al miedo, y simplemente nos dejamos llevar por lo que sentimos.

No obstante, esos mensajes no eran lo único que tenía pendiente, pues una notificación mucho más reciente, se encontraba en primera fila en mi bandeja de entrada. Número privado. Dejé salir un suspiro al leer ese nombre en la parte superior de la pantalla. No lo quería abrir, ya sabía que iba a encontrarme por ahí ¿Alguna otra amenaza? ¿Un mensaje diciéndome que ya sabía en dónde estaba y que no iba a poderme esconder? Sea lo que sea, me lo esperaba. Pero lo que no comprendía, era: ¿Cómo esa persona sabía el momento exacto de cada uno de mis movimientos y de cuando encendía mi teléfono? Daba miedo, y era muy obsesivo de su parte.

Caricias de Calibre 40 (Saga Mentiras Piadosas) Libro #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora