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Querida Consciencia,

Me place contarte a estas escandalosas horas que aún pienso en ella. Aún la respiro y sin atadura alguna hasta la siento.

Por las noches ella me abrazaba. Me acariciaba la espalda y entre caricia y caricia yo acababa absolutamente dormido. Los despertares... ¡Oh aquellos despertares! Eran apasionados, escandalizados y hasta huracanados...

Habían noches, varias noches, que me desvelaba solo para  observarla dormir. Solo con verla respirar yo ya respiraba... Su ternura no se perdía ni en sueños. Su belleza se mantenía hasta desnuda. Las sábanas la satinaban y cubrían con cuidado.

Podía estar noche sí y otra también reclamando tal belleza, tan dormida o tan despierta...

¿Y su aroma? ¡Oh su aroma! Frutal y tan dulce que muchas veces la obsesión de probarla me tentaba a tal punto que no podía aguantar besarla por todas partes. Probándola beso a beso, por todas partes.

Pero consciencia ¿Y este anhelo? ¡Estás ansias me están matando! ¿Podré olvidarla? ¿Podré borrarla de mi mente?

Querida consciencia, apiádate de mí. Apiádate de este ser que ya no duerme, que ya no siente ni su alma.

Atentamente,

El anhelo nocturno.


Cartas para el más alláDonde viven las historias. Descúbrelo ahora