Capitulo único

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El día ha terminado, pero para algunas personas apenas es su hora de descanso, o lo es en el caso de este par de amigos en un bar. En el cual, solo pretenden quejarse con libertad de sus problemas antes de volver a casa.

-Entonces te peleaste de nuevo con la Vale-dijo Armando con un tono de cansancio en su voz, esta era la tercera vez esa semana que se quejaba de lo mismo.

-Pues si hombre -confirmó con molestia-, ¡ya me tiene harto con sus pinches reclamos!, que si no me baño, que no gano suficiente, que no hago nada. Este año que llevamos de casados ha sido el peor de mi puta vida -exclamó con furia -¡Pero ya no más! Solo quiero que me den a mi hija e irme con ella a otro lugar, lejos de esa víbora -sentenció con entusiasmo, al final ese era su único deseo, cuidar de Ana, su única hija lejos de la mujer que, en sus propias palabras, le había arruinado la vida.

Se hizo un corto silencio, hasta que Armando decidió sincerarse -Santi, sabes que eres mi amigo, y por eso te digo que mejor te resignes, no te va a dar la custodia de Ana ni en sueños, mierda ya ni trabajo tienes.

Santiago lo miró con rabia, pero sabía que tenía razón, no podía negar que no tiene posibilidad de conservar a su hija. Bajó la mirada con resignación -Agh, a veces te odio Armando -lamentó con amargura.

-Lo siento amigo, si pudiera... -Fue interrumpido abruptamente por el tono de llamada de su celular, era su esposa, y también su aviso de que ya era hora de irse de allí -Ya es hora, recoge tus cosas -.

-No, tu vete, yo me quedo otro rato, no quiero volver a casa todavía -sentenció con tristeza, después de su pelea no quería lidiar con su esposa.

-Está bien, pero no te pases de copas, aunque vayas caminando si necesitas ir con cuidado.

Armando salió del bar trotando, pues tenía cosas que hacer, dejando solo a su amigo con una botella en la mano. Las horas pasaron, y cuando el bar cerró, Sebastián tuvo que salir de ahí y caminar hasta su casa. Sin embargo, su condición no le permitía andar sin tambalearse, y su visión no le dejaba ver más que un juego de luces en la lejanía, hasta que una de ellas se acercó demasiado. La luz se hizo oscuridad, y los gritos cayeron en oídos sordos cuando el conductor se dio a la fuga, todo se hizo vacío para aquel hombre en el suelo de la carretera.

Pero la vida sigue, y más para la pequeña niña que bailoteaba tranquila por la banqueta cerca de su hogar. Sin embargo, esta se vio interrumpida cuando un ligero chillido la alertó, y al ver en esa dirección vio una caja de cartón al otro lado de la calle. La niña se acercó con curiosidad, y cuando abrió la caja, sus ojos se llenaron de estrellas, era un cachorro recién nacido, pero muy descuidado. Y aún así, para la niña era la cosa más tierna que había visto, por lo que lo cargó en sus bazos y lo llevó consigo, enternecida con el perro que se acercaba a ella casi con necesidad; un abrazo que le parecía en extremo familiar, una sensación que se acrecentó cuando lo puso en el suelo para jugar con él, era como si no fuera la primera vez que jugaban juntos.

-¡Ana! ¡Ven a comer! -le gritó su madre desde la entrada de su hogar.

-Voy mamá -contestó con entusiasmo, y se dirigió a su casa con su nuevo amigo que tan familiar le parecía, si tan solo supiera.

Muy familiarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora