Prólogo

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Lalisa Manoban. Un nombre que corría de boca en boca sin descanso, un nombre tan conocido solo por la fama que aquellas dos palabras tenían de trasfondo. 

Era una chica de personalidad cerrada y capaz de hacer a cualquiera arrodillarse a sus pies con solo una mirada, ojos marrones, oscuros como la noche. Su sonrisa reconocida por robar el aliento a quien se detuviera a mirarla, labios gruesos y de un brillo natural —debido a su, según decían, manía de relamerlos—, curvados superiormente hacia un lado en una irresistible sonrisa ladina. Cabello de una tonalidad castaña clara, un poco más abajo de los hombros y un flequillo perfectamente peinado que tantos chicos y chicas soñaban con tocar. Era esa otra manía que bien sus admiradores conocían, lo cuidado que su pelo siempre estaba y que Lisa solo permitía ver desordenado cuando, sudorosa y concentrada, jugaba en los partidos de baloncesto. Allí siempre estaban todos, aun si solo era un partido amistoso, llenaba las gradas con lo que equivaldría a tres clases enteras. 

A sus cortos diecisiete años, Lalisa era eso. La persona más reconocida del instituto. Como Regina, una reina escolar y estaba segura, si esta historia comenzara como la famosa película "chicas malas" no habría mucha diferencia en lo que la gente pensaba sobre la muchacha de pelo casi rubio. Era una buena comparación, sin embargo, Lisa nunca fue desagradable con nadie, ni tan siquiera abusaba de su reconocimiento para adentrarse al cinismo y poder. Más bien, y eso era lo que removía a todo el centro, se caracterizaba por su indiferencia respecto al tema. Eso sí, otra cosa que tanto la definía era su gran afán por la seducción y de eso se hablaba. Claro, en el instituto de todo se hablaba y decían que la chica nunca se iba a casa sola en una noche de fiesta, pues siempre acababa durmiendo acompañada. Asimismo, como bien se hablaba y bien se conocía ese secreto no tan guardado, todos buscaban algún mínimo instante por estar en el camino de Lisa, esperando así, poder ser su nuevo objetivo de coqueteo.No obstante, rara vez funcionaba, pues no era ningún espectáculo nuevo ver a Lisa masticando su comida desinteresada mientras alguna chica o chico se escabullía en su mesa a la hora de comer y le daba por hablar y hablar. No era nuevo y, no obstante, siempre conseguía tener a todo el comedor reposando miradas curiosas sobre la extraña conversación en la que solo uno comunicaba y la otra solo escuchaba, o ni eso. 

Así pasaba la hora y como un reto que nunca nadie ganaba, sonaba la campana y rápidamente Lalisa se levantaba, sonreía y decía las mismas palabras de siempre: "Ha sido un placer conocerte" con una voz tan dulce que casi parecía realmente sentido. Más todos sabían que no. Entonces llegaba el turno del siguiente.

Fue un viernes —pues el ambiente se notaba animado ese día en el comedor— uno que daba la despedida a la primera semana del insoportable comienzo de curso. Todos lo tomaban con tal emoción que hasta parecía ser el último (pero ¿cómo no? era una regla más, de esas que estaban allí y todos conocían pero nadie decía en alto). Era una regla, sí, que todos los viernes había fiesta. Fuera el primer día o el último, eso jamás importó. Entonces, ese viernes se notaba el zumbido de murmullos de los estudiantes como una colmena de abejas. Tal vez hablando de donde sería la primera fiesta del año, tal vez hablando con los nuevos alumnos que habían entrado, tal vez lloriqueando por todas las tareas que ya habían mandado. Por unos segundos (y casi parecía ficción) todos callaron cuando la presencia esbelta de la casi rubia se encaminaba con bandeja en mano hacia su mesa. Todos ya estaban preparados para observar quien sería el primer valiente del juego, agotador si le preguntaran a Lisa. Esta se sentó, suspirando en la acción, preparándose también. Sus amigos, conformados por los jugadores de baloncesto y alguna que otra animadora a excepción de Jisoo que solo estaba ahí, también en la mesa se miraron entre sí, hablando telepáticamente quién sabe qué y sintiendo pena por su amiga. Lisa creyó escuchar el lejano rumor de una silla arrastrándose. Sin embargo, pasaron los minutos y nada pasó.

GORGEOUS ©Jenlisa g!pWhere stories live. Discover now