Capítulo 1

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Wonwoo sujetó aquel bonito y brillante orbe que iluminaba el oscuro camino que había recorrido desde hacía varios minutos, y que no parecía dirigirle a ningún lado. Con esa luz volviendo más claro su sendero, pudo apreciar el pasto que hacía cosquillear sus pies, así como la hierva alta a su alrededor moviéndose gracias a un suave viento.

Estaba solo, probablemente más de lo que había estado jamás en su vida. Sin embargo, no se sentía como tal; no mientras sujetaba a esa bola de luz que, de alguna manera, volvía todo a su alrededor mucho más cálido.

Sonrió a aquel bonito orbe, que parecía haberse instalado en sus manos con la mayor de las comodidades; e incluso si no tenía un rostro o forma, Wonwoo podía jurar que sentía la felicidad surgir junto a su luz, del blanco más puro.

El azabache abrió los ojos de a poco, observando el techo de su habitación en primer lugar, mientras una dulce sonrisa curvaba sus labios apenas recordar su sueño. De nuevo, esa sensación cálida y maravillosa que había conocido desde hacía unas semanas llenó su pecho, y le hizo enterrar la cabeza en la almohada, con la felicidad pintada en el rostro. Sin embargo, cuando intentó incorporarse, un pequeño pinchazo de dolor quebró ligeramente su expresión. Wonwoo observó su muñeca derecha y sintió que ésta se resentía un poco ante el movimiento. Intentó girarla y apoyar algo de peso sobre ésta, mas era imposible ignorar que parecía haber algo mal con ella. No parecía ser nada grave, pero ni siquiera podía recordar el haberse golpeado o herido el día anterior. O quizá era que, como en ocasiones pasadas, había dormido de manera inadecuada, causando que sus músculos se tensaran durante la noche.

Wonwoo sujetó su muñeca con la mano libre y se sentó sobre la cama, observando a su alrededor, sin poder encontrar rastro alguno de su novio. El reloj junto a la cama marcaba las nueve de la mañana, y Mingyu ya había abandonado la habitación. No podía calcular el tiempo que el menor llevaría fuera de la cama, pero ya había comenzado a dejar de sorprenderle no ser el primero que comenzaba los días. Hacía un tiempo que Wonwoo había aceptado que no podía luchar eternamente con el cansancio y los estragos de su cuerpo cambiante, así que sólo se rendía sobre las sábanas a cada que su día terminaba, y comenzaba uno nuevo deseando que los malestares no le volvieran imposibles las horas.

—¿Gyu? —dijo en voz alta, bostezando un poco más después, estirándose ligeramente mientras escuchaba unos pasos apresurados dirigirse hacia la puerta.

Más de ocho horas de sueño, y todavía parecía no ser suficiente.

Wonwoo levantó la vista de las mantas a tiempo para ver a un juguetón Mingyu asomarse a la habitación, una preciosa sonrisa haciendo relucir sus caninos mientras sus ojos se volvían medias lunas. El azabache correspondió la sonrisa con sinceridad, mientras observaba a su amado aproximarse hacia la cama para sentarse junto a él y abrazarle amorosamente.

El mayor se dejó hacer sin problema, pues desde que todo ese proceso había iniciado que parecía sentirse mucho más necesitado del amor y la seguridad que los brazos de ese hombre le hacían sentir. Sabía que era normal sentirse como un animal desprotegido en el estado en que se encontraba, pero todavía le costaba asimilarlo en ocasiones. No era sencillo pasar de ser un hombre independiente a estar comprometido e intentando hacer que todo funcionara tan bien como los imprevistos lo permitieran.

—¿Cómo estás, Won? ¿Dormiste bien? —preguntó Mingyu, depositando un ruidoso beso en sus cabellos azabache.

—Supongo que sí, pero todavía me siento cansado —admitió, recargando su cuerpo contra el fornido torso de su novio.

Mingyu asintió, rodeando el cuerpo del pelinegro por la cintura.

—Por supuesto que estás cansado, Nonu. Trabajas muchísimo durante la semana; y además, ya no eres sólo tú a quien debes cuidar —respondió Mingyu, acariciando el vientre de su amado.

The cats in the boxDonde viven las historias. Descúbrelo ahora