Capítulo 2

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Cubrió la fotografía con la película transparente que la mantendría en su sitio dentro del ábum, sonriendo al ver ese diminuto ser que era señalado por un par de cruces amarillas. Wonwoo acarició con las yemas de los dedos la segunda imagen que obtenía de su bebé, mirando entonces a su prometido, quien le abrazaba por la espalda mientras se encontraban sentados sobre la cama. En la página del álbum que Mingyu le había dado, correspondiente a su segundo mes de gestación, Wonwoo había colocado otra foto suya mostrando su vientre, el ultrasonido que le habían realizado apenas unos días antes, y una nota.

—Al fin los malestares están pasando —dijo con alivio el pelinegro, suspirando porque no creía que hubiera podido vivir mucho más vomitando todas las mañanas y apenas pudiendo ser capaz de comer algo y retenerlo en el estómago sin sentir asco.

—La doctora dijo que cerca del tercer mes comenzarías a sentirte mejor; me alegra que haya sido así —respondió Mingyu, recargando la barbilla en el hombro de su amado —. Odiaba verte tan enfermo todos los días.

Mingyu observó la imagen de su bebé, sabiendo que aunque adoraba con todo su ser a ese pequeño, no podía dejar pasar el que hubiera hecho que Wonwoo llegara al punto de haber tenido que recibir nutrientes por vía intravenosa, debido a que apenas podía tolerar la comida. Fue esa misma negativa a alimentarse, el hecho de vomitar todas las mañanas y el rápido deterioro del mayor lo que había hecho que Mingyu comenzara a sospechar de lo que ocurría. Luego de poco más de una semana de que Wonwoo se hiciera el fuerte, el menor le había obligado a ir al doctor. Pero incluso cuando había comenzado a sospechar del origen de la enfermedad de su amado, no estaba verdaderamente preparado para escuchar que serían padres.

Podía recordar perfectamente la felicidad y sorpresa que recorría su ser a medida que ubicaba a su hijo en la oscura imagen de la ecografía. Había sostenido la mano de Wonwoo incluso cuando estaba estupefacto; y había consolado sus miedos, prometiéndole que haría todo lo que pudiera para que su nueva familia fuera tan feliz como fuera posible. Y Wonwoo podía decir que, desde que decidieron mudarse juntos esa misma semana en que recibieron la noticia, Mingyu no le había fallado ni una sola vez. Cierto era que el tiempo que habían compartido como una pareja formal desde el inicio de su gestación había sido corto, pero no por ello carecía de significado; y le brindaba la esperanza de que todo saldría bien, incluso cuando el momento de dar a luz y criar al producto de su relación llegara.

—Yo también odiaba sentirme tan enfermo. Nunca en mi vida me había sentido tan cansado ni deprimido —dijo Wonwoo con un suspiro. Simplemente, duda que hubiera algo más difícil que llevar a un niño en las entrañas; especialmente si éste parecía ser tan inquieto como Mingyu desde el inicio—. Si este bebé hereda tu comportamiento vas a ser tú quien lo críe. Me voy a volver loco con dos de ustedes aquí.

Bromeó Wonwoo, haciendo reír a su prometido.

—No podemos ser tan malos, ¿no? —replicó Mingyu con un puchero.

—Sólo espera a que tu hijo nazca, y entonces veremos.

El pelugris rió, pensando en que quizá debería comenzar a ahorrar para todos los obsequios de disculpa que tendría que dar a su futuro esposo a cada que su retoño y él le crisparan los nervios con sus ocurrencias. Sólo esperaba que el bebé pudiera heredar también algo de la personalidad calmada y juiciosa que Wonwoo tenía; porque no podía negar que él llevaba bastante razón, y tener a un mini Mingyu en casa les iba a sacar canas prematuras.

Wonwoo cerró el álbum y se recargó en el torso de su amado, suspirando mientras cerraba los ojos y esos brazos le sujetaban amable y cálidamente. Adoraba los abrazos de Mingyu, y él lo sabía, así que comenzó a mimarle.

—¿Todavía tienes sueño, Won? —preguntó el menor, dejando un beso en la coronilla de su amado.

—Sólo un poco —mintió Wonwoo, poniéndo una expresión pensativa—. ¿Sabes? Todavía no sé cómo llegué a casa ayer. Tampoco el viernes de la semana pasada; sólo sé que me desperté cuando estabas cocinando el desayuno. Eso es muy extraño.

The cats in the boxDonde viven las historias. Descúbrelo ahora