Capítulo 3

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Mingyu suspiró disimuladamente mientras se abordaba el siguiente punto de esa aburrida reunión laboral, y observaba lo que parecía ser una interminable lista de pendientes a tratar en esa sala. Se rindió a fingir que todo aquello le importaba después de los primeros treinta minutos, y ahora sólo asentía cuando le parecía oportuno y dirigía su mirada al frente, sus ojos contemplando todo menos los gráficos que tenía frente a él. Sabía que podría mostrar un poco más comprometido con evitar que esa empresa se fuera a la mierda, pues era gracias a ese sitio que obtenía un sueldo lo suficientemente bueno para mantener su nueva vida y relación; mas no por ello dejaba de odiar el hecho de tener que pasar tanto tiempo ocupándose del dinero de otra persona.

En algún momento había amado su carrera como diseñador y el ser un buen colaborador en el trabajo; pero ahora tenía asuntos más importantes de los qué ocuparse.

Únicamente cuando fue el turno de su equipo de trabajo fue que se obligó a enderezarse en la silla, mientras se mantenía expectante de la forma en que sus subordinados presentaban sus avances, así como sus metas y los contratiempos que tenían que sortear para obtener los resultados esperados. Mingyu agregaba detalles importantes al asunto de vez en cuando, y se aseguraba de mantener buena cara para sus superiores, incluso si los despreciaba en alguna medida.

Acababa de dar una explicación sobre su más reciente proyecto cuando su teléfono vibró en su bolsillo. Su expresión se mantuvo impasible mientras sus compañeros continuaban develando los pormenores del trabajo, y discretamente tomó el teléfono, encendiendo la pantalla para observar la única notificación que importaba verdaderamente: el GPS anunciaba que su plan de comprar la cena y pasar una noche tranquila había cambiado. Wonwoo tendría que esperar por él un poco más.

Otro suspiro, esta vez un poco más placentero, abandonó sus labios. Dejó el teléfono en su bolsillo de nuevo y volcó toda su atención en terminar la reunión apropiadamente, sintiéndose con energía renovada.

Poco menos de dos horas después, Kim Mingyu terminaba de guardar sus pertenencias en su portafolio para abandonar su oficina. Se despidió con una sonrisa de sus compañeros, agradeciéndoles por el esfuerzo puesto en su presentación, antes de dirigirse con paso tranquilo al ascensor.

Mingyu no se apresuró especialmente a llegar a su auto, pero una vez estuvo ahí se aseguró de dejar el portafolio en el asiento trasero del auto, observando a su alrededor para cerciorarse de que nadie le observaba, sólo para después asegurarse de que esa maleta negra que solía llevar consigo estuviera adecuadamente llena. Sus movimientos eran discretos, como si sólo estuviera asegurándose de dejar todo en su sitio antes de partir a casa. Una vez estuvo seguro de que sus herramientas estaban listas, y de que no había ningún pendiente por cubrir en ese bizarro equipaje, Mingyu se dirigó al asiento del conductor y encendió el auto. Pero antes de siquiera moverse volvió a tomar su teléfono, abriendo por fin la notificación que había llegado durante la reunión. Observó todos los movimientos que su objetivo había realizado, imaginando que cada nueva línea que trazaba el navegador era igual a ver a un felino salvaje agazapado, en la espera por atacar. Finalmente, y luego de un tiempo considerable, Mingyu pudo ver cómo una dirección mucho más certera aparecía en su teléfono. Ahí era a donde debía dirigirse, y con algo de suerte no sería demasiado tarde todavía. Una cacería tan prolongada no podía terminar en un par de minutos. Si algo sabía bien, era que había que compensar el tiempo que se había invertido en convertir esa noche en algo memorable.

El peligris salió del estacionamiento entonces, sin rebasar los límites de velocidad a medida que conducía a través de las calles, apreciando incluso los bonitos paisajes nocturnos que la ciudad ofrecía para él. Era una noche hermosa, bastante apropiada para distraerse antes de volver a casa.

The cats in the boxDonde viven las historias. Descúbrelo ahora