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La mañana pintaba bien desde que vio el sol entrar por la ventana de su habitación, que bañaba las paredes de rayos dorados y del viento primaveral que entraba por el balcón. No pudo evitar quedarse un momento para admirar la atmósfera, y aspirar el olor de las flores que crecían afuera y la madera del bosque más allá. Los últimos días había llovido sin parar, por lo que el cambio fue bien recibido, más aún porque el diluvio había impedido muchas de sus actividades de ocio diarias, dejándola con sus deberes interiores y las Septas tras de sí al ver sus intentos de desperdiciar los días encerrada en su habitación. Las mañanas soleadas siempre le contagiaron el buen humor y, si todo iba como lo planeado, sus responsabilidades quedaron listas durante su encierro, en esperas de un día soleado para escapar del sofocamiento de la fortaleza.
Con eso en mente, Saera salió de su alcoba hacia las cocinas por algún bocadillo de desayuno, en lo que las criadas limpiaban y hacían su cama. Se escabulló por los pasillos en un vestido muy poco digno y evitó a todas las personas que fueran posibles. No fue muy difícil, a estas horas de la mañana los criados ya estaban ocupados con sus deberes, y los demás aún aguardaban para despertar. Pero no contó con una de las pocas personas que no cumplían con esta regla, y justo cuando estaba por cruzar el umbral de la puerta, chocó con un pecho firme que la hizo perder el equilibrio; hubiera caído si no fuera por los reflejos de su tío al mantenerla en pie.
—Buenos días Lady Saera —Saludó su tío en lo que la ayudaba a estabilizarse, con una sonrisa que hacía que sus ojos verde esmeralda se empequeñecieran tanto que parecía los tuviese cerrados—, ¿se podría saber que hace por estos lares la señorita —preguntó en tono de burla, ya a sabiendas de la respuesta y que la menor no debía estar allí, no solo eso, sino que al verla de arriba abajo solo pudo reír por los problemas en los que sus sobrina siempre buscaba meterse— y en tales vestimentas? — dijo sin poder ocultar la gracia que le causaban las situaciones en las que la niña se involucra.
Saera, sin encontrar una excusa mínimamente convincente y muy consciente de que el mayor no estaba molesto con ella, solo lo esquivó y arrancó a correr nuevamente con un grito de adiós. Todo lo que los criados que caminaban por los pasillos veían al pasar era una ráfaga de cabello ébano enmarañado, pies descalzos y un camisón color vino, característicos de una pequeña Lady Saera de nueve años.
Al llegar a las cocinas, no perdió el tiempo y se dirigió a una persona en específico, los cocineros, ya bien acostumbrados a las visitas de la pequeña, se hacen a un lado para darle paso hacia una castaña de piel pálida.
—Jo —llamó la pequeña, acelerando el paso para llegar a su amiga.—Muy buenos días Lady Saera.
Jo, era una joven un par de años mayor e hija de uno de los cocineros, a quien Saera consideraba muy buena amiga. No levantó la vista de su trabajo mientras hablaba, pero Saera sabía que la escuchaba con cuidado, a lo que le pidió que le preparara galletas de leche con relleno de limón.
—Lady Saera, creo haber escuchado a su señora madre decirle muy claramente que no quería verla rondando las cocinas por dulces antes del mediodía.
Con una bandeja en manos llena de platos sucios comenzó a caminar la mayor. Saera la siguió todo el camino hasta el lavadero, donde Jo dejó con sin cuidado la bandeja y comenzó a lavar los trastes.
—Pero Jo, si el sol brilla de esta manera tranquilamente podría ser ya mediodía —le rogó a la mayor, haciendo pucheros para convencerla. Jo solo negó con la cabeza, divertida por el comportamiento infantil de la niña. La pequeña, al ver que no lograba hacerla cambiar de opinión, lo intentó de nuevo, pero desde otra perspectiva.
—por que no... fingimos que es mediodía, y si alguien pregunta estabas tan ocupada que no te diste cuenta que hora era —le propuso.
Jo, ya acostumbrada a las ideas y travesuras de la heredera de Runestone, solo negó nuevamente con la cabeza. Al terminar de lavar la última copa se dirigió a otra sección de la cocina mucho más concurrida, para ayudar a su padre, todo con una pequeña Saera tras ella en una retahíla de "por favor" y "puedes".
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Sonata de los Dioses|| House Of The Dragon
FanficY así paso a la historia Saera II Targaryen, la primera y única hija del príncipe Daemon Targaryen y Lady Rhea Royce, heredera de la casa Royce y Lady de Runestone, regalo del rey y maldición de la reina, reencarnación de la locura de Jaehaerys, boc...