Capítulo 2

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Me encontraba en una situación realmente problemática. ¿Quiénes eran esas tres personas que acababan de subir al auto? ¿Por qué mi hermana permitió que lo hicieran? Mil preguntas inundaban mi mente, aumentando mi intranquilidad. ¿Serían personas confiables? Ya no entendía nada de lo que estaba sucediendo

Escuché voces en el auto, pero seguía sin poder entender qué lengua hablaban. Me sentía como si estuviera volviéndome loco, paranoico. Pedí disculpas mentalmente a mi madre por haber comido esa quesadilla con hongos y lo que había visto con anterioridad.

- Hey tontita, ¿Quiénes son ellos? – pregunté a mi hermana, tratando de mantener la calma de forma burlona.

- Pues no lo sé. Los vi muy asustados y necesitados de ayuda – respondió enojada. – Tonto.

- ¿Por qué te enojas? Si alguien debiera estar molesto aquí, soy yo por haber permitido que desconocidos subieran al auto – levanté la voz, frustrado.

- ¡Enójate entonces! – me grita – Mira hacia atrás y observa cómo están.

Intenté echar un vistazo rápido por el retrovisor, pero no logré ver mucho. Antes de que pudiera reaccionar, sentimos un fuerte impacto en la parte trasera del auto. Miré rápidamente por el espejo lateral y vi una camioneta negra con vidrios polarizados. Era un Chevrolet.

- ¿Qué mierda fue eso? – exclamó mi hermana, sorprendida.

- Al parecer, nos chocaron, dah – respondí con ironía.

- Estacionaré para conversar con el conductor, y que acuerdo llegamos.

Decidí estacionar el auto para hablar con el conductor y llegar a un acuerdo. Miré nuevamente por el espejo lateral para evaluar los daños, pero no noté ningún rasguño en su vehículo. ¿Por qué tenía los vidrios polarizados? Un pensamiento fugaz cruzó por mi mente. Seguí en mi destino de estacionar el auto, cuándo volvió a dar con nosotros. Cambié de carril y aceleré para llegar a la entrada de la autopista más cercana, mientras jugaba con la idea de confrontar al conductor de la otra camioneta.

- Javi, hazles preguntas a las personas que están en el auto —le dije a mi hermana—. Rápido, por favor.

- Sí, sí, si – respondió con intranquilidad y duda.

Aumenté la velocidad y nos dirigimos hacia la entrada de la autopista, tratando de escapar de nuestros perseguidores. Justo al entrar en la autopista, una voz en mi mente resonó, "Gracias". Me pregunté por qué me estaban agradeciendo ¿Qué había hecho para merecer ese agradecimiento? Y lo más importante, ¿por qué seguía escuchando esas voces en mi cabeza?

Miré de reojo a mi hermana y noté la angustia en su rostro. Era evidente que también estaba pasando por un momento difícil. Quería protegerla y encontrar respuestas para calmar nuestras preocupaciones.

La autopista se extendía ante nosotros, y aproveché cada oportunidad para adelantar a otros vehículos y mantenernos alejados de los perseguidores. La adrenalina fluía por mis venas mientras luchaba por mantener el control y la seguridad de todas las personas dentro del auto.

Las voces en mi mente persistían, como susurros inquietantes que se entrelazaban con los sonidos del motor y las luces que pasaban rápidamente. ¿De dónde venían? ¿Eran producto de mi imaginación o había algo más en juego?

- Javi, hazles preguntas básicas, como, por ejemplo: ¿Qué idioma hablan? ¿De dónde vienen? ¿Por qué subieron al auto de manera tan desesperada?

- Sí, sí, ya lo sé, entendí la primera vez, no tienes por qué seguir diciéndome qué hacer. Tú sólo concéntrate en conducir y yo me encargo de hacer las preguntas.

Despertar de la Oscuridad: En busca de la graciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora