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ESTABA SENTADA en el balcón de mi habitación esperando a que Lana viniera a recogerme para ir a buscar unas cosas que necesitábamos. No pensé que fuera a llegar tan rápido recordando que siempre se tardaba unas mil horas para maquillarse, con la excusa de estar perfecta.
Me había mandando un mensaje hace unos diez minutos por lo que no tenía nada de lo que preocuparme. Me levante para hacer un café rápido para tener mas energía para caminar, pero alguien no me dio tiempo.
El claxon del auto de Lana me había cortado la inspiración. Afuera estaba parqueado el Ferrari rojo, bastante lujoso, de acuerdo a los gustos de mi amiga. Intenté abrir la puerta del copiloto pero no podía, al bajar la ventanilla miré como Maddie ya estaba sentada allí.
—A la hora de volver te devuelvo tu puesto— me dijo antes de volver a subir el cristal. Rodé los ojos y me subí a la parte trasera.
Me quede observando por la ventana unos minutos en completo silencio. Maddie lo noto y me tocó el hombro.
—¿Te pasa algo?— preguntó.
Yo simplemente negué en un ligero movimiento de cabeza, no sabía cómo expresarme sin dar a mostrar que estaba disgustada de verla. Hace poco habíamos tenido una disfunción sin sentido por su culpa, y al parecer lo había olvidado con facilidad.
—No, todo bien.— contesté subiéndome en el asiento trasero.
—¿A dónde vamos entonces?— cuestionó Lana mirándome por el retrovisor. Yo le devolví la mirada antes de contestar.
—Al antro que está cerca de aquí. Hoy tiene que haber un party obligado.— contestó Maddie riendo, Lana le devolvió la sonrisa mientras conducía.
El camino era silencioso, la brisa me pegaba en la cara ya que no subí la ventana, por lo que lo único que se alcanzaba a oir era el ruido exterior de la carretera. El solo ver la presencia de Maddie me quitó los ánimos.
Aunque fuera mi mejor amiga de una manera u otra la pelea no fue nada agradable, por lo que el que ella fingiera que no sucedía nada me molestaba con cojone.
—Lana, pon música.— pedí para aligerar el ambiente.
—¿Qué te pongo, mami?— me preguntó mirándome por el retrovisor.
—Young Miko.— contesté sonriendo mientras miraba la pantalla de mi teléfono, en donde había una de las publicaciones de la rubia.
Lana no dijo más y solo colocó la canción. De un momento a otro me sentía mejor mientras cantaba cada canción con un sentimiento diferente. En ese momento en la radio sonaba Putero, una de mis favoritas sin duda.
