Conquista

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El multiverso había sido salvado gracias a las acciones de Miles y quienes acudieron en su ayuda, aún si a Miguel le costaba enormemente admitir su error y darle la razón al menor lo hizo. Lo reconoció como hombre araña y permitió que fuera un miembro honorario de su organización, no es como que pudiera negarse ante quien le abrió los ojos. Claro que tras aquella frenética batalla que lograron ganar la mayoría estaba de acuerdo en realizar una enorme fiesta en la sede, claro que nadie se atrevió a sugerirlo a Miguel por el temor a recibir una clara negativa, nadie hasta que Peter acomodó su bata rosa antes de acercarse a darle la idea al más alto. Por supuesto que creyó que tendría que insistir demasiado, pero para su grata sorpresa el otro había aceptado sin problemas y es que Miguel no podía ignorar esa parte suya que le incitaba a divertirse con buena música y alcohol.


Esa noche la base decorada con diferentes luces de neón, bocinas lo suficiente potentes como para que cada rincón del lugar tuviera música, diferentes mesas hasta casi desbordarse de comida y bebida les invitaba a divertirse, aunque claramente estaban dos secciones de la fiesta; la de adultos con alcohol y la de menores donde tenían bebidas gaseosas, jugos, comida y videojuegos para que pudieran divertirse. Algunos bailaban con su traje, otros usaban ropa informal, no había código de etiqueta en aquella fiesta.


Todos sin excepción se encontraron sorprendidos por la manera en la que el moreno de desenvolvía; bebía, bromeaba y hasta bailaba. Por primera vez en mucho tiempo Miguel se estaba divirtiendo, incluso se atrevió a coquetear con alguna que otra mujer araña, aunque no concretaba nada con ninguna al no querer llevar las cosas demasiado lejos. Dio otro sorbo a su bebida notando a una castaña desenvolviéndose en la pista de baile. Estaba seguro que sería una latina para moverse de esa manera, terminó su trago de golpe para acercarse a ella.


La luz que se adentraba entre las cortinas daban aviso de que la noche había llegado a su fin. Miguel se removió en la cama frunciendo el ceño por lo iluminada que le parecía la habitación, abrió los ojos para mirar el techo de un cuarto que no conocía, miró al costado encontrándose con una castaña cabellera y no pudo evitar sonreír satisfecho. Había logrado conquistar a aquella mujer y hasta habían hecho algo más que bailar toda la noche. Se giró para pegar su pecho a la espalda de quien seguía durmiendo y olfateó su cabello antes de dejar un beso sobre este.


Buenos días, copo de nieve. – Murmuró con ganas de repetir lo de esa noche, sin embargo, sintió como su sangre bajaba tan rápido a sus pies que se mareó un poco conforme aquella "mujer" se giraba un poco para encararlo. — ¡PETER! – Gritó molesto mientras se sentaba en la cama.


— ¿QUE ME HICISTE MIGUEL? – Se encontraba más que confundido, el pánico bombeaba con fuerza en sus venas, quería salir corriendo tan rápido como sus piernas se lo permitieran, pero no se lo permitían. Dolían como el infierno, pero lo peor era el sentir como si le hubieran destrozado la cadera y trasero. Solo atinó a tirar de las sabanas para intentar ocultar aún más su cuerpo desnudo.


— ¿QUE TE HICE? ¿QUE HACES TÚ AQUÍ? – Eso debía ser una maldita broma, él no se acostaría con un hombre, mucho menos con uno mayor que él y tan desaliñado como Peter. — Ya sé lo que está pasando. – Dijo un poco más calmado mientras se bajaba de la cama importándole nada el que estuviera completamente desnudo. — Esto debe ser una broma pesada de los demás, seguramente nos desnudaron y nos metieron a la cama, no pasó nada.


— ¿De verdad? – Preguntaba con un poco de esperanzas el castaño, no estaba en sus planes perder su virginidad anal a esta edad, bueno, a ninguna edad en realidad. Intentó levantarse, pero en cuanto sus pies tocaron el suelo e intentó apoyarse en ellos sus piernas flaquearon haciéndole caer de rodillas, se giró un poco para permanecer de rodillas mientras sus brazos se aferraban a las sabanas de la cama. — Miguel... – Soltó un quejido lastimero mientras sus ojos se humedecían. — No creo que haya sido una broma.

Buenos díasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora