Parte 2

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Camellia

«Lo que sorprende, sorprende una vez, pero lo que es admirable lo es más cuanto más se admira».

Joseph Joubert

Barry no sabía qué hacer, su inteligencia superior al común de las personas había quedado relegada a un simple color: blanco. La chica, porque no podía tener más de veinte, no solo le había reconocido, sino que también dudaba de las personas con las cuales trabajaba, por lo cual había pedido expresamente que la dejara en su departamento... O más bien, había exigido que la dejara cerca de una estación para poder tomar un taxi y la había seguido desde allí.

La chica no había ido al hospital como pensó, sino que había decidido tomar un taxi a su departamento y, como cualquier acosador de poca monta, Barry se encontraba mirándola a través de la escalera de emergencia mientras que ella paseaba de un lado a otro por la cocina buscando quién sabe qué cosa, dejando quejidos aparecer de vez en cuando producto de sus lesiones que él reconocía no eran leves. Sus manos se retorcían ante su indecisión, ¿debía llevarla al hospital o a laboratorios S.T.A.R.S?, ¿llamar o no llamar a Caitlin? Tal vez Cisco sería una mejor opción ya que a él le gustaba romper las reglas... No, mejor Joe.

Indecisión, incertidumbre. ¡Era prácticamente imposible que la chica estuviera viva! A la velocidad que iba después de arrancar de Iris debería estar más que muerta. Oh Dios, Oh Dios. ¿Qué necesitaba hacer para que ella comprendiera que necesitaba atención médica? ¡Ya no importaba cual!

Se sentía culpable, no solo porque la había atropellado, sino porque era la primera vez que había hecho daño a alguien inocente con el cual no estaba relacionado en lo absoluto, ella solo estaba haciendo su trabajo, ni siquiera estaba presenciando una de sus muchas acciones heroicas en una esquina tratando de divisarlo o ver qué demonios pasaba, pero a pesar de todo, a pesar de que la culpabilidad no se iría pronto, o nunca, le picaba la curiosidad. Y él si sabía acerca de eso.

La chica estaba viva. ¿Cuán posible es eso? No solo la había visto cuando era demasiado tarde, sino que la había chocado con toda la velocidad que poseía, se habían deslizado más de diez metros y estaba viva, y lo recordaba.

¡¿Cómo era eso posible?!

—... Está bien, si vas a estar allí mirándome como un raro, mejor entra y ayúdame a buscar el medicamento.

Tan concentrado estaba en sus pensamientos que ni siquiera la sintió. Okay, esto definitivamente era extraño.

Freesia miró a Sr. Latte Sin Crema en aquel ridículo traje, no entendía el cómo un disfraz podría ayudarlo a ocultar su identidad considerando que sus ojos y facciones eran una clara señal de quién era, pero esos pensamientos los iba a dejar descansar en su mente, por lo menos hasta que el dolor que sentía a través de su cuerpo dejara de existir o quedara como un sordo recuerdo de lo que había sucedido.

Había estado buscando una poción adormecedora para poder hacerse un chequeo, pero mientras más buscaba, más imposible era omitir la intensa mirada del Sr. Latte Sin Crema en la escalera de incendios, enserio, ¿se suponía que no tenía que verlo? Luego de un tiempo mascullando en voz baja pensó que por lo menos podía ocupar a su acosador para algo bueno descansar un segundo, dudaba que el chico que la había atropellado la dejaría vivir tranquila cuando había hecho lo que descolocaba a la mayoría del mundo: vivir ante la inevitable muerte.

—¿Te vas a quedar ahí como un idiota o me ayudarás? —espetó más rudo de lo que esperaba, pero no era su culpa, el dolor la tenía de un pésimo humor y aún no encontraba la maldita poción.

—S-sí, claro. Lo siento, yo...

—Mira, estoy segura que podemos hacer nuestros «lo siento» y «¿estás bien?» luego de encontrar lo que estoy buscando.

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