Capitulo III

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Había llegado el día, después de una semana horrible en la que estuve a punto de echarme atrás mil veces, llegó el momento de conocer a la persona con la que me uniría en matrimonio.

Mi padre vino a recogerme puntualmente con su mercedes y esta vez venía solo. Parecía tan nervioso como yo, ¿remordimientos quizá? era bastante improbable.

Me había arreglado lo mejor posible, al menos esperaba dar una primera buena impresión, elegí un vestido azul claro que acababa a la altura de las rodillas y una chaqueta vaquera, tacones discretos, un pequeño bolso y un maquillaje ligero, no quería ir demasiado llamativa, tampoco sabía la clase de personas que me podía encontrar.

Entré en el vehículo con resignación y sintiéndome muy nerviosa, mi padre sonrió ligeramente al verme.

-Estás muy guapa Emma- dijo con amabilidad.

Me limité a hacer un gesto con la cabeza y no abrí la boca en todo el trayecto, no tenía ganas de hablar con él.

-Por cierto cielo, no le he dicho nada a tu madre todavía, creo que es mejor esperar y pensar como darle toda la información.

-Haz lo que te de la gana- dije en voz baja y giré mi cabeza hacia la ventanilla para no verle la cara.

Que mi madre tuviera toda la información o no, ahora mismo no me importaba lo más mínimo, no iba a cambiar nada, me sentía como un cordero al que llevaban al matadero.

Llegamos a una casa enorme y vigilada, un guardia de seguridad nos recibió en el camino de la entrada, preguntó nuestra identidad y tras consultar con el walkie nos permitió continuar con el vehículo, mi padre detuvo el coche cerca de la entrada de la mansión, apagó el motor y me miró.

-¿Lista?- preguntó.

-No, para nada- respondí antes de bajar del coche con rapidez, esto era como sumergirse en una piscina helada, cuanto menos lo pensaras mejor.

Un hombre que parecía del servicio vino a nuestro encuentro indicándonos que le siguiésemos, caminamos a través de varias salas y un largo pasillo, todo estaba decorado con mucho gusto, era un estilo italiano con una modernidad elegante, todo parecía caro y lujoso.

-Esperen aquí por favor- nos indicó el sofá de una sala más pequeña que parecía ideada para recibir a las visitas.

Arreglé mi vestido con nerviosismo, estaba impresionada, las casas de mis amigas o la de mi padre eran grandes y caras, pero esto era ya otro nivel, no podía ni imaginar el tipo de gente que viviría en esa enorme mansión.

Sin previo aviso un hombre de pelo negro perfectamente peinado, barba recortada y ojos verdes entró en la habitación, vestía un traje hecho a medida y perfectamente planchado, no sabría decir su edad pero parecía más joven que mi padre cuyas arrugas surcaban ya parte de su rostro, se acercó a nosotros con elegancia y una ligera sonrisa.

-George, encantado de volver a verte- dijo estrechando la mano de mi padre que correspondió a su apretón de manos con nerviosismo.

-Hola Piero ¿Cómo va todo?.

-Bien, bien- el hombre sonrió de nuevo y posó su mirada en mí- ¿así que ésta es tu hija?- me observó con interés un par de segundos, tras lo cual cogió con suavidad mi mano y la besó.

-Me llamo Piero D'Angelo, encantado- dijo con cortesía, me quedé totalmente a cuadros, realmente no esperaba nada de esto, parecía un hombre agradable y cortés, tenía un cierto acento italiano al hablar.

-Yo... yo soy Emma- dije intentando recuperar la compostura. 

-Emma- repitió con una sonrisa amable- perfecto, siento que haya salido perjudicada por los negocios que tengo con su padre, pero supongo que él tomó la decisión más acertada para todos ¿no es así George?- Miró a mi padre sin dejar de sonreír, solo que ya no parecía una sonrisa tan amable, sino algo peligrosa.

Quédate conmigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora