II

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Shuri no era tanto, aceptó su destino y los problemas que vendrían en cuanto decidió seguir su embarazo.

Habían pasado unas semanas desde que fue a vivir con Nakia y su sobrino; Haití le proporcionó una paz que en Wakanda ya no tenía, Toussaint en poco tiempo se robó su corazón. Un niño tan amable y respetuoso como lo fue su hermano, y tan bromista y lleno de energía como solía ser ella.

Era una vida simple y tranquila. Lejos de la presión del trono. Por una vez en años podía respirar tranquila, sin la angustia de que todo se viniera abajo. Llego a pensar en vivir aquí por el resto de su vida, era un sueño tonto que tenía de vez en cuando. «¿Tendré esto algún día? —se preguntó un día. Miraba a Nakia a su sobrino jugar.» Jamás había codiciado nada que fuera de T'Challa; ser el rey de Wakanda, ser la Pantera Negra, nunca quiso nada de eso. Pero su hermano había perdido los primeros años de su hijo, aún así al volver hizo su pequeña familia con Nakia hasta que esa enfermedad se lo llevó. Eso era lo que quería. Lo único que envidia de su hermano.

Su familia.

Dentro de Wakanda T'Challa tenía a todo mundo, no había nadie quien no lo amara, incluyéndose a sí misma. Ahora resulta que a las afueras de su propio reino, en tierras extranjeras tenía personas que lo aman y necesitan.

Shuri quiere eso... no, ella desea eso.

Personas que necesiten y la amen a ella, por ser ella y no un líder o protector.

¿Era demasiado pedir?

Volver a casa significaba obligaciones con su nación, y al final del día nadie la estaría esperando. Quedarse en Haití con su cuñada y sobrino era tener una familia, que de alguna manera sentía era algo más que robar de T'Challa.

Solo había un lugar donde se sentía libre y querida, pero fue solo un engaño. Y acabaron con lo poco que tenía. «La próxima vez que vuelva a Wakanda, itzia, será por ti —declaró. Ese fue su último día juntos.» Y si volvió, para declarar la guerra y matar a su madre.

—Te odio.

La playa cerca de la casa de Nakia es hermosa; el viento es refrescante, la arena es cálida contra su piel, el mar una melodía que la entristece. Estrellas comienzan a aparecer de forma tenue en un firmamento de azul y anaranjado, traen a su mente viejas memorias de aquella persona que amó y creyó que la amaba.

—Te odio, Namor.

Namor. Kukulkán. Rey de Talokan. No había una manera de nombrarlo sin desear su muerte, una que pudo dar si no fuera por la intervención de su madre. De forma irónica accedió a vivir en un lugar donde todo se lo recuerda, una completa pesadilla.

Pero su pesadilla sólo empeoró.

Lo sospecho en cuanto se hizo un breve chequeo, un simple análisis que realizaba de vez en cuando. A pesar que el ritual fue realizado con éxito y era más fuerte quería estar segura de su efectividad, así que corroboraba de vez en cuando si su cuerpo sufría alguna alteración. En efecto la hierba de corazón siguió proporcionando fuerza sobrehumana, pero ciertas incongruencias en su chequeo llamaron su atención.

Un embarazo. Un niño creciendo en su interior. El hijo del asesino de su madre.

Por un momento pensó que fue un error, un terrible error. Después de cuatro intentos aceptó que no era así, estaba embarazada.

Se aisló un tiempo de Nakia y el niño, no podía enfrentarse a ninguno y no quería verlos. No podía estar frente a ellos sabiendo lo que pasaba.

Analizó sus opciones en lo que fue una semana de autoexilio. Investigó cómo fue posible que ocurriera; el ataque a Wakanda, después la guerra, debieron ser momentos críticos que si o si provocarían un aborto espontáneo. Pero no tuvo uno. A pesar que estuvo apunto de morir en la batalla, esta cosa persiste y crece día con día «¿Quizás sea la hierba de corazón?» Fue su idea inicial, las propiedades de la hierba debieron de afectar su desarrollo temprano en el útero. De igual forma muchas más variables fueron presentándose. Al final el resultado fue la supervivencia del niño que crece en su vientre.

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⏰ Última actualización: Jul 13, 2023 ⏰

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