El-que-no-debe-ser-nombrado

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"Ella es fuego, y no busca a alguien que la apague, sino que arda con ella"

-Gio Carba.

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Si tuviera que nombrar dos sentimientos que rondan mi cabeza desde hace días y que parecen haberse multiplicado por veinte en las últimas dos horas, serían sin dudarlo el miedo y la ansiedad que sentía al saber que en menos de una hora abandonaría mi hogar en Toulouse.

Sentí que mi vida estaba siendo masacrada en esos instantes.
"Es por una buena causa", me dije, pensando en una imagen mía vistiendo una bata y un sombrero, sonriéndole a la cámara mientras enseñaba el diploma de graduada en dirección y producción de cine. Había estudiado lo más grande para ser aceptada en la universidad desde que había sabido de su existencia.

Cargaba a mis espaldas todas esas noches en vela a base de café, todo el sudor y las lágrimas que me había costado conseguir una beca. Ya no era una cría de 16 años que lloraba por cada esquina oscura y que pensaba no mover ni un dedo en el esto de su vida por su herencia.

No.

Ahora tenía diecinueve años, tenia dos dedos de frente y había madurado. En Lyon empezaría una nueva etapa. Una nueva vida.

Con los recuerdos de mi infancia encerrados todo era mucho más llevadero y fácil. Astro Widson ya era parte del pasado. Ni siquiera recordaba su aspecto, sus gestos... de nada que no fuera que hace dos años había hecho una salida de humo de nuestras vida y no había vuelto a saber más nada.

Mejor así.

Después de todo lo que me costó superar lo que tanto me llevaba atormentando durante años, lo mínimo que quería era tener que aguantarlo.

Pero como no, su familia siempre se encargaba de recordarme que existía, como mi madre, que todavía seguía pensando que yo había mantenido una relación de lo más íntima con el gilipollas de su ahijado.

Pero hoy... hoy era el día.

Me subiría al avión que me llevaría a Lyon, dormiría las horas que no había dormido en esta última semana y cuando me bajara de él, sería una nueva Hayle, dispuesta a vivir larga y plenamente en la ciudad de la luz.

Por suerte o por desgracia, no era mi primera vez, a pesar de lo que pueda parecer. Mi padre, descanse en paz, me llevó antes de que pasara lo de su accidente.

Puede que yo tuviera seis años en ese entonces, pero todavía recuerdo toda esa luz cegadora. Toda esa magia realmente encantadora.

Uno de los recuerdos más lúcidos que tengo de él, fue cuando después del viaje se la pegó una nana lionés para dormir que todas las noches me cantaba.

Hablaba de hadas traviesas, duendes gruñones y una hermosa reina compasiva que dormía a los niños en sus brazos hasta que estos despertaban al alba y besaban las mejillas de la gran hada, llenando sus vidas de felicidad.

"Bonita nana para realzar la esperanza de una niña destinada al caos"

Y así, sin quererlo, la pared que mantenía todo bajo llave se tambaleó con peligro de derrumbamiento.

Quizás el accidente había sido culpa mía.

Quizás si no hubiera hecho lo que hice....

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⏰ Última actualización: Jul 28 ⏰

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