Alba;Subo el volumen de la radio con la intención de olvidarme de todo lo que pasa a mi alrededor, incluyendo absolutamente todo lo que ha sucedido durante mi vida durante el paso de éste año.
Primero, las broncas con mi padre. En realidad, nunca terminaron, siempre fueron a más.
Denuncias, juzgados, hospitales. En los últimos meses ni siquiera había podido quedarme en mi casa durante un largo periodo de tiempo. Siempre había algo.
Segundo, los problemas y la precaución de que mi padre tuviera un mal día y lo pagara con mi madre y conmigo. Cada día se hacían más fuertes, y al parecer crecía junto a su odio hacia nosotras. Y si pudiera definirlo, éramos lo peor que le había pasado en su vida.
Quizá tenía razón.
Y por último, después de tanta amargura, se lo llevaron preso. Y por suerte, y la buena voluntad, ahora estábamos las dos tranquilas en casa.
—¿Falta mucho? Pregunté, mirando a mi madre, recargando la cabeza sobre la ventana. Estaba cansada de estar sentada. Subo un poco más la música, hasta que el botón no gira más, dándome a entender que está al límite al instante.
Yo solo suspiré.—¿Amor, acabamos de subir al coche y ya te estás quejando? Mi madre dijo sarcásticamente.
—Llevamos aquí una hora. La miré, rodando los ojos.
Claramente era mentira.
Miró por la ventanilla, y al mismo tiempo miró como los autos nos rebasaban a velocidad, y como la gente caminaba por las calles de la ciudad. Vivía con la esperanza de salir del vehículo, pues me resulta estresante ir mucho tiempo dentro de uno.
—No llevamos ni diez minutos, Alba.
Dejo escapar un silencioso pero ruidoso suspiro, para al instante repetirlo; con la diferencia que ésta vez, el hospital ya estaba a unos metros de nosotras.
Justo cuando mi madre consigue un lugar en aquel estacionamiento, mi canción favorita empieza retumbar dentro de las bocinas de aquel coche. En este momento, la bipolaridad se hacía presente y podía quedarme horas dentro del auto. ¿Existía coherencia?
Mi madre bajó del automóvil con mi ayuda, mientras nos dirigíamos a la puerta de entrada del gran hospital. Empiezo a seguirla ya que ella sabía a dónde dirigirse. Habían sido millones las veces que habíamos estado aquí. El personal nos conocía ya. Posteriormente, se para frente a la gran puerta automática, haciendo que ésta se abre gracias a un pequeño sensor dentro de ella, y antes de que se cierre por completo entro yo también.
Al momento de entrar, era inevitable que el aire frío no golpearan nuestros cuerpos. Odiaba con todo mi corazón los lugares así.
—Hola, Mary. Tengo una revisión. Mi madre saludó amablemente a la mujer que por años se quedó con nosotros.
La mujer nos saludó, sonriéndonos.
—Que linda estás, Alba. Apuesto que te llueven los pretendientes.
Aquella mujer que se encuentra detrás del mostrador, dijo, sonriéndome. Ella era una persona completamente angelical. Yo solo pude sonreír, negando su afirmación. Mary no dijo absolutamente nada más, y rápidamente tecleó el nombre de mi madre en el ordenador, para después indicarnos las reglas que ya sabíamos de reversa hasta el inicio. Ya saben, sobre a qué piso y sala debemos ir. Mi madre asiente agradecida, al igual que yo, para después retirarnos de ahí.