Portazo súbito, balazo de ventanas que se cierran impulsadas por el apuro del viento. El aire que entra a codazos a través de las persianas. Es la lluvia, se acerca. Y yo la espero con calma, sentada en el viejo sillón de la sala. Mientras los pájaros huyen yo me quedo. Aunque la gente cierra sus puertas yo te aguardo con las mías abiertas, de par en par. Mientras los animales buscan cobijo en los rincones, yo voy en cuenta regresiva en busca de la llovizna, para salir a la calle y bailar contigo.
Mientras los enamorados se besan y se olvidan de ti, yo te contemplo, tratando de no perder cada detalle de tu hermosura. Como si cada gota fuera una bailarina en escena. A veces alineadas, coordinadas y parejas; otras veces creando remolinos en aparente desorden, cada cual a su ritmo. Yo me contento con el ruido que haces al rozar las hojas y mover las copas a tu paso. No dejo que nada solape tu esbelta figura, ni siquiera el seductor café, o el sensual humo del cigarro. Ni la música de fondo, ni la voz en mi cabeza. Ni siquiera mi propia existencia. Solo tú, solo tú estás en mi mente ahora.
ESTÁS LEYENDO
De amores, pero sin romanticismos
RomanceSin excesos de ternuras. Sin excenas de películas. Amor a secas, al natural. Amor simplemente por amar. A la lluvia, a un café. Al beso y no a la persona. A su recuerdo, no a su presencia. Amor a la muerte, al silencio, incluso a las inclemencias de...