Escena 3

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Club Brummel, exclusivo para caballeros. Se escucha el entrechocar de las copas y el murmullo de conversación. En escena se encuentra el abogado Gabriel Utterson, apoltronado, con una copa, un puro y un periódico. Lo atiende Ears, un camarero, quien le acerca cerillos para el puro y le sirve el brandy de una licorera de cristal. Entra el doctor William Gull.
Utterson: Ah, Gull, bienvenido al mejor de los mundos posibles.
Gull: Si así podemos llamar a este mundo de artificio, Utterson, pero afuera, horrible ciudad, sucia calle. Niebla insoportable.
Utterson: Vamos, oblíguese a mirar el lado amable de las cosas. Así lo hace un caballero en medio de la jungla o cuando goza, como nosotros, los beneficios de la civilización en la reina de las ciudades, en la cima de la prosperidad.
Gull: Hay días, como hoy, en que dudo de palabras como ésas.
Utterson: ¿Por qué? Nada sería capaz de alterar nuestro optimismo.
Gull: Permita que le cuente. En lugar de tomar un coche, he venido a pie y desde muy lejos.
Utterson: ¿Para hacerle homenaje a este verano?
Gull: No precisamente. El hermano de mi ama de llaves se rompió una pierna y tuve que ir a atenderlo hasta su habitación. En Whitechapel.
Utterson: ¿En Whitechapel? Solo en graves circunstancias un caballero se aventura por ese horror de calles. Comienzo a entender el ánimo en que usted ha llegado. Pero relájese. Ya está usted en el paraíso.
Gull: Finalmente un paraíso artificial.
Utterson: ¿Y cómo fue esa expedición? Toda caminata puede ser una aventura apasionante.
Gull: No sé si apasionante, pero hoy vi cosas que me revelaron que esta ciudad no es lo que pensamos.
Utterson: Por favor, luego de tres sorbos a ese brandy verá las cosas diferentes. Éstas son las verdaderas armas del imperio (muestra el puro, la copa y el periódico)
Gull: Pero pueden volverse en su contra. Este veneno (señala el brandy), administrado en pequeñas dosis, fortalece el alma, abrillanta la mirada...
Utterson: Afianza la dentadura y despierta el amor.
Gull: Sí, pero quien lo toma sin nada más en el estómago, con la miseria acumulada en el alma y en el cuerpo, saca lo peor de él y lo convierte en su peor enemigo...
Utterson: Mi experiencia como abogado me ha demostrado que los pobres son, por naturaleza, malos...
Gull: ¿Y cómo se puede ser bueno cuando se vive en un horror como el que hoy he presenciado? El hermano de mi ama de llaves vive -si eso puede ser llamado vida- en un cuarto más pequeño que éste, y donde duermen o tratan de hacerlo más personas de las que hay en todo este club. Allí luchan por sobrevivir los pobres de los pobres. No me atrevo a describir lo que vi... sólo puedo decirle que hoy conocí el infierno.
Utterson: Pero ya está usted en su puerto de abrigo... disfrútelo dos veces.
Gull: Un puerto que no recibe a todos...
Utterson: Pero sí a la gente respetable... a la gente buena.
Gull: No estoy seguro de que toda persona, por su aspecto respetable, tenga que ser necesariamente buena.
Utterson: Gente más sabía que nosotros ya lo dijo. Un cuerpo hermoso aloja un alma hermosa. Un caballero es siempre un caballero... (notan la presencia de Ears y su predisposición a entrar en el diálogo). ¿Sucede algo, Ears?
Ears: Perdonen los señores. No me atrevería a interrumpirlos, y menos a dar mi opinión, si no fuera por que ayer, precisamente, me tocó ver ayer lgo que demuestra que un caballero no es siempre un caballero...
Utterson: Tiene largas orejas, Ears.
Ears: Perdón, señores, si no disponen otra cosa, me retiro...
Gull: No, no nos deje así... siga con su historia...
Ears: No he podido olvidar lo que vi ayer... fue muy fuerte... y escucharlos a ustedes, aunque siempre olvido lo que escucho, aunque nunca escucho, me hizo ver las cosas de otro modo...
Utterson: Por favor, Ears, no se apene y continúe...
Ears: Como ustedes bien dijeron, tengo largas orejas... por eso me llaman Ears... Los que no vemos bien, desarrollamos otros sentidos... mi olfato y mi oído son más agudos que los de los otros... además, la noche es amiga del solitario... una vez que todos habían salido, tras haber guardado la última copa y limpiado el último rincón, salí, cansado y satisfecho. Una vez en la calle, aspiré la noche profundamente, como me gusta hacerlo, cuando vi una cosa horrible...
Gull: Por favor, Ears, nada puede ser más horrible que lo que me tocó presenciar el día de hoy.
Ears: Con todo respeto, señor, lo que vi fue peor porque fue único, insólito...
Utterson: Siga, por favor...
Ears: De pronto la calle estaba ocupada por dos figuras. La primera, una niña vendedora de flores y del otro lado, un caballero. No me sorprendió al principio, porque esta ciudad es cruel, señores, y obliga a sus niñas a trabajar hasta las altas horas... y, disculpen, no siempre en labores honorables...
Utterson: ¿Y cómo sabía de que el hombre, llamémoslo así, era un caballero?
Ears: Bueno, porque vestía como ustedes, pero...
Gull: Pero...
Ears: Vestía como un caballero pero había algo en su forma de moverse que... si quieren pueden reírse pero como les dije antes, yo huelo y oigo lo que otros no... y pude, por un instante, oler... oír... el mal.
Utterson: Pero sí el hombre no había hecho nada...
Ears: No necesitaba hacer nada... la niña se acercó a él para ofrecerle su mercancía y de pronto... él siguió caminando pero...
Gull: La ignoró, supongo. Por suerte para ambos.
Ears: Ahí viene lo peor de todo. No pasó de largo, sino pasó sobre ella. La tumbó, la pisoteó con una furia que ni un animal hubiera tenido... como si la niña fuera un objeto y aun peor, como si hubiera la necesidad de lastimar, de mancillar, de humillar lo más sagrado de este mundo.
Utterson: ¿Y eso era un caballero?
Gull: Evidentemente no, aunque por su aspecto lo pareciera. ¿Y qué pasó después, Ears?
Ears: Yo, naturalmente, me acerqué. Los gritos de la niña atrajeron de inmediato a los vecinos. El sujeto, perdonen los señores que no lo llame más un caballero, se disponía a alejarse, y eso era lo peor, como si nada hubiera sucedido... por fortuna, lo rodeamos entre varios y no lo dejamos escapar... Exigimos a ese... hombre... que reparara el daño... La niña lloraba, la gente estaba a punto de cometer un acto de justicia que podría transformarse en una nueva injusticia... finalmente, la niña estaba viva y el culpable... podía estar... trastornado...
Utterson: Estaba trastornando a la gente... estaba convocándolos al mal.
Ears: Usted lo dice mejor que nadie. Cuando las cosas parecían a punto de salirse de control, el monstruo, perdón que así lo llame, pero eso parecía, dijo dos frases horribles; "Un caballero debe evitar un escándalo. ¿Cuánto es?".
Gull: ¿Ve usted, Utterson, cómo aquí está el origen de todos nuestros males? El dinero es un veneno mayo que nuestro inocente brandy.
Utterson: Sí, sí, Gull, de acuerdo, pero no interrumpamos este caso que es uno de los más extraños e inexplicables que he escuchado...
Ears: Lo más vergonzoso de todo es que ante esa frase la multitud se transformó. Dejó de ser un león para convertirse en un cordero. El victimario, que había tomado el lugar de la víctima, pidió o más bien exigió, que lo acompañáramos a su casa para que pudiera firmarnos un cheque, porque no traía dinero en efectivo.
Utterson: ¿Y qué pasó?
Ears: Lo recuerdo con vergüenza, pero lo seguimos como perros mansos y obedientes hasta la que llamaba su casa... poco después volvió a salir, con un gesto de desprecio y de triunfo y entregó, al que se decía padre de la niña, un cheque...
Utterson: Bueno, por lo menos el mal fue reparado. Mal, pero reparado...
Gull: No sé por qué dice usted Ears, que no era un caballero...
Ears: Porque, aquí viene lo que para mí es lo mas grave de la situación. El cheque, que era a todas luces legítimo, estaba firmado por alguien que nunca se hubiera servido para fines tan bajos...
Utterson: Me sorprende, Ears ¿Cómo puede saber quién es quién en el Londres donde nosotros nos movemos?
Ears" Efectivamente, sé poco, pero estoy obligado a saber y cuidar el nombre de los caballeros que entran en mi sitio de trabajo.
Utterson: Notable, Ears. ¿Y de quién era el nombre o la firma ilustre en ese cheque?
Ears: El de un caballero, un verdadero caballero, como ustedes, que varias veces ha estado aquí.
Gull: ¿Y recuerda su nombre?
Ears: No sólo su nombre, señor. También sus costumbres,su educación, su bondad infinita. Por eso me sorprendió y me indignó ver su nombre ensuciado en ese cheque.
Utterson: ¿Ensuciado?
Ears: Sí, porque el nombre en el cheque era el del doctor Henry Jekyll.
Utterson: ¿Henry Jekyll? Imposible. Aunque... antes de adelantar juicios, reunamos más elementos. Por lo pronto, mucha discreción. Bueno. Estamos entre caballeros, y confiamos en que nada de lo que hemos hablado va a trascender.
Gull: Al menos hasta que resolvamos esto que ya se vaa transformando en un misterio...
Ears: Por mí, señores, pierdan cuidado. Yo no dije nada. No estuve allí. Lo que les dije ya les pertenece... pero cuídense...
Utterson: Ears...
Ears: ¿Señor?
Utterson: A todo esto, ¿tiene nombre ese que hemos llamado primero Caballero, posteriormente monstruo y finalmente criminal?
Ears: El individuo dijo llamarse... no sé... aunque podría ser un nombre inventado.
Gull: El nombre es lo de menos. Importa más saber cómo era, Ears.
Ears: ¿Cómo era? No me obligue, señor... Me duele recordar la escena... Me repugna recordarla...
Utterson: ¿Era acaso deforme?
Ears: Deforme precisamente no. Por eso dije antes que era un caballero o al menos parecía uno, pero era como si en su cuerpo pudiera verse su alma...
Gull: Ver su alma, Ears. Qué brillan.
Ears: Sí, por desgracia. Era como el rostro del demonio. Como ver el alma en toda su pureza.
Utterson: Pero el mal siempre tiene nombre...
Ears: Ya recuerdo... el mal dijo llamarse Edward... Edward Hyde...

Yo es otro (Sinceramente suyo, Henry Jekyll)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora