—Lo siento, señor.
—Yo también. Su padre era un hombre admirable, pero usted... es un imbécil. ¡Guardias! —dijo el comandante mayor.
Se presentaron media docena de soldados en la tienda.
—¿Nos llamaba, señor?
—El capitán Shang queda arrestado. ¡Prendedlo!
— ¿Qué? Pero señor... ¡Señor! ¡Suéltenme, estúpidos!