1

14 2 0
                                    

Ya me había acostumbrado a su ausencia.
Ya me había olvidado de su voz, sus ojos, su cara, su largo y oscuro pelo, sus hermosas manos pálidas y el sonido de su risa.

Pero no podía más.

Sentía un vacío en mi pecho, un dolor, un frío que se iba expandiendo, poco a poco, por el resto de mi cuerpo.

A pesar de haberla olvidado, la echaba de menos.
La necesitaba a mí lado, pero ella ya no iba a regresar.

Hacía poco lo había visto riendose (como se reía conmigo) con otro chico, un amigo que teníamos en común, y ví como le miraba (como solía mirame a mí).
Un sentimiento completamente desconocido llenó mi cuerpo, y escuché algo romperse en mi interior.
Era mi corazón.

Era la primera vez que me sentía así, tambien había sido la primera vez que quería a alguien tanto.

Ella siempre había sido alguien especial para mí, pero al parecer yo para ella no.

La amé.
La amé como si no hubiera otra mujer en el mundo.
Como si ella fuese la única mujer que mis ojos, cegados de amor, no pudiesen ver a nadie más.

Cada vez que alguien mencionaba algo que le gustaba a ella volvía a mi cabeza esa necesidad de la cual estaba tratando de huir, esa necesidad de correr, de girtar, de ir a por ella, de tenerla sujeta en mis brazos, y de no volver a soltarla.

Jamás.

Mi vida ya no tenía sentido sin ella.
El mundo ya no tenía sentido sin ella.

El amor había muerto.
Lastima que yo no hubiese muerto con él.

Cuando se fué traté de acabar con todo, pero nada surgía.

También intente reemplazarla por otra persona, pero nadie me llenaba, ninguna otra mujer podría llenar mi corazón sin pulso.
Ninguna otra mujer podría saciar mi sed de sangre con amor.

Siempre amé estar con ella, amaba esos ratos que pasabamos juntos.
Esas noches sin fin que pasabamos corriendo por la playa.
Esos días de lluvia en los que salíamos a bailar.
Todos nuestros momentos juntos parecían haber formado parte de amgún sueño, o de alguna macabra fantasía de algún poeta.

Yo lo había dado todo por ella, había sacrificado todo por ella.
Y ahora que miraba atrás, me daba cuenta de que ella nunca dió nada por mí.

Por algún motivo había conseguido cautibarme de aquella manera.

Seguramente si me dijese que me amaba volveria corriendo a sus brazos, de la misma forma en la que corre un niño pequeño a los brazos de su padre al estar asustado.

Y eso era lo peor.

Seguía teniendo ese apego con ella.
Aunque ya la había superado.
Ya había superado a Elena. Y Elena me había superado a mí.
Solo que Elena ahora estaba con otro, y yo no conseguía encontrar a otra.

Elena.
Elena vuelve.
Porfavor.

Love Is DeadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora