Viejos enemigos.
Siento por un momento que estoy cayendo desde lo más alto de un edificio, petrificado ante la idea de caer de cara al suelo, todo se acabó, adiós oportunidad de enamorar a Elizabeth. Lo leyó, ella realmente leyó mi poema, no sé siquiera porque reacciono así, yo, yo ya sabía que lo había leído, pero creo que no había contemplado la posibilidad de que me respondiera, no pensaba siquiera en lo que podría causar si el director lee esto.
La flecha de mi mouse cliquea la notificación y mil escenarios pasan por mi mente en un segundo, desde ella odiándolo hasta yo siendo expulsado del instituto. Apenas tengo tiempo de respirar cuando termina de cargar.
"Querido Anónimo, muchas gracias." ¿Eh? "No sabes lo mucho que significan estas palabras para mí, ¿en serio pasan esos escenarios conmigo en tu cabeza? Bueno al menos puedo agradecer que te aseguras de que esté usando ropa cuando me invitas a tu imaginación ¿cierto?" Un grito mudo se ahoga en mi garganta e intento tranquilizarme pensando que, afortunadamente ella no sabe quién se esconde tras "anónimo", además, mi imaginación nunca ha llegado tan lejos, no soy un cerdo que se imagina a su compañera de clases entre las blancas sábanas revueltas de una cama... aunque seguro que eso se vería glorioso. "Es curioso que hace un par de semanas pensaba que no le parecía atractiva a nadie más allá de mi padre y hermanas, pero, bueno son mi padre y hermanas, no podía confiar en su palabra" No, no puede ser posible que alguien tan hermosa como ella piense eso de si misma. "Me desvío de lo verdaderamente importante, deberías cuidarte, mi primo estará atento al menor descuido para encontrarte y eso realmente no me agrada, la idea de tener un admirador secreto me parece tanto o más atractiva que el chico que me gusta" Una punzada de celos me atraviesa el pecho, porque rayos ¡le gusta otro chico! "aunque quién sabe, tal vez ese puesto pueda ser sustituido por otro chico, uno bueno con las palabras, ¿no crees? Espero leerte pronto, besos".
Es como si un rayo de luz atravesara mi cuarto y me atrajera igual que una polilla a un foco. Me recargo en mi silla, la madera fría se siente igual que las nubes, pequeños cerdos alados cantan a mi alrededor la versión francesa de una vez en un sueño. Le gusta mi poema y con suerte también podría gustarle yo... ¡tengo una oportunidad!
—¡¿Meliodas piensas bajar o no?! —Me paro en automático y bajo las escaleras mientras una sonrisa tonta me inunda la cara, nunca he bebido, pero seguro que así debe sentirse estar borracho de felicidad, cielos, soy el chico más afortunado del vecindario. Fantaseo con Elizabeth vestida de blanco el día de nuestra boda cuando paso al lado del comedor, doy otro par de pasos a la cocina. Nada podría arruinar mi alegría.
—¿Qué vamos a cenar? —Me equivoqué... si hay alguien que puede arruinar mi vida solo con su presencia. Está cargando a Zeldris, que saca los platos de la alacena.
—Buenas noches, Meliodas. —Me regala su mejor sonrisa, un escalofrío me recorre la espina hasta los dedos mientras mi cara lucha por dejar la sorpresa y fruncir el ceño.
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Los poemas de anónimo
FanfictionMel, Meli, rubio teñido, oxigenado, poeta fracasado, niño, güerito, llámalo como quieras, todo es lo mismo para describir a una sola persona: Meliodas, el protagonista de ésta historia, un adolescente, medio menso, y con problemas del pasado que lo...