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Estoy en la cama, con mis piernas estiradas mientras Laurie me pinta las uñas, ha sido una petición extraña, parte de un fetichismo que tiene, aunque no se concibe como un acto morboso, sino dulce, muy íntimo. Él elige una tonalidad carmesí, que hace que mis pies se vean bonitos. Después, me los besa, y yo me echo a reír.

—Me gusta el sonido de tu risa.

—Pero si es horrible —me quejo—, sueno como pajarraco.

Laurie niega con su cabeza, después se inclina, para unir sus labios, con suavidad, a los míos. Yo suspiro cuando se separa.

Creo que estoy enamorándome otra vez, con el mismo furor que me causó mucho daño en la adolescencia.

No sé qué será de mí cuando esto se acabe...

El pesimismo vuelve a atacarme, me pongo melancólica de repente, y por eso, permanezco callada.

Laurie está ahora tumbado en la cama junto a mí. Paso mis dedos por su nuca y espalda, sobre ese montón de dibujos que tiene en la piel.

Es tarde, sé que debe levantarse temprano, porque tiene clases en el instituto. Sin embargo, no lo echo de mi cuarto y él tampoco parece querer irse. Mi corazón late a toda prisa, y tengo los ojos húmedos, sin saber bien la razón.

—Estar en casa se ha vuelto insoportable —dice, con un tono ligeramente suplicante—. Discutí ayer con mi padre, y... no soporto estar allí. Rodeado de toda esa falsedad... Él y mamá actúan como si nada hubiera ocurrido, como si papá no hubiera estado acostándose con todas esas mujeres en la ciudad, y ella nunca hubiera sufrido una sobredosis. Quieren jugar a ser la familia feliz, y yo... no puedo hacerlo, ¿entiendes? Tal vez soy quien tiene un problema, porque sobrepienso las cosas y no logro desprenderme del rencor que les tengo.

Somos tan similares, a mí también me cuesta trabajo dejar el pasado atrás, y siempre vuelvo a los mismos pensamientos destructivos. Hechos que para muchos no tendrán importancia, yo los analizo una y otra vez, andando en círculos dentro de ese laberinto del que está hecho mi mente.

—No tienes que irte —afirmo, haciendo presión con mis piernas para acercarlo aún más a mí. Nuestras pieles sudorosas resbalándose, el olor a sal marina, su olor, envolviéndome por completo—, quédate.

«Laurie, Laurie... Mi Laurie».

El chico roto, que quiero salvar. Aunque siquiera sé aún como lograr salvarme a mí misma.

¿Es esta una causa perdida?

¿Estamos los dos subidos al maldito Titanic que en pocas horas nos va a arrastrar al fondo del océano?

***

Despierto con el sonido de la alarma del teléfono móvil. Laurie entra al baño, se asea un poco, aunque sigue con los mismos vaqueros y camisa que usó ayer. No parece importarle, dice que tiene un examen de álgebra, que no puede faltar.

Me ofrezco a llevarlo en mi camioneta, y él accede, parece contento.

Estoy hecha un desastre, con mis cabellos rubios todos alborotados y la cara lavada. Me pongo mis shorts de verano, así como, una playera de algodón, de las muchas que tengo.

Salimos juntos, por la puerta delantera de mi casa.

Es bastante temprano, y mis padres aún siguen en la cama.

Nadie nos ve, o eso pienso, cuando subimos a mi camioneta.

—Toma. —Le lanzo un pedazo de pan dulce que encontré en la cocina, Laurie lo ataja y se lo mete a la boca. Yo paso mi mano por su cabello ondulado, que por mucho que lo sacuda siempre termina igual, cayendo encima de sus ojos desafiantes—, ¿no te molesta que tus compañeros de clase nos vean juntos? —suelto, cuando vamos por la carretera.

Laurie se ríe, luego, me dedica una sonrisa coqueta.

—Arruinará mi reputación de fuckboy, pero, sobreviviré —replica—, además, tener una novia me hará más deseable... a las mujeres les emociona cuando una polla deja de estar disponible en el mercado, se vuelve un desafío para ellas.

Freno, estamos en el estacionamiento. Giro la mandíbula, necesito hablarle mirándolo a la cara.

—No soy tu novia —manifiesto, muy altanera, y él se echa sobre mí, me aferra de la quijada, para besarme con arrebato. Comiéndome la boca, metiéndome su lengua hasta la campanilla. Es invasivo, crudo y sexual... Me deja con las piernas temblorosas, y el cuerpo hirviendo de deseo.

—Claro que lo eres —rebate el desvergonzado—, eres mi chica, K... la única que me gusta. —Tiene sus manos en mi pelo, y yo cierro los ojos, embelesada—, así que deja de hacerte ideas tontas, y de tener celos. —Se baja del auto, con arrogancia, y esa seguridad en sí mismo que lo hace tan atractivo. Lo observo alejarse y entrar a las instalaciones escolares, estoy por encender el auto, para irme de allí, cuando me percato de algo extraño, que ocurre a mi alrededor.

Tom, el nuevo Sheriff del pueblo, está teniendo una discusión con el entrenador Jones, que está más viejo y gordo de cómo se veía 6 años antes. Los analizo a la distancia; me agacho para no ser vista cuando el policía pasa a mi lado, y se sube a su patrulla.

Sé que podrían haber estado hablando de cualquier cosa, pero tengo un presentimiento.

Creo que aquello que provocó su discusión podría estar relacionado con Ethan.

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Summertime Sadness: Amor de VeranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora