Estoy en la cama, con mis piernas estiradas mientras Laurie me pinta las uñas, ha sido una petición extraña, parte de un fetichismo que creo tiene, aunque dejarlo, no se concibe como un acto morboso, sino dulce, muy íntimo. Él elige una tonalidad carmesí, que hace que mis pies se vean bonitos. Después, me los besa. Yo me rio, tanto que la cara se me pone colorada, y las pecas en mi cuello se hacen más notables.
—Me gusta el sonido de tu risa, K...
—Pero si es horrible —me quejo—, sueno como pajarraco.
Laurie niega con su cabeza, después se inclina, para unir sus labios, con suavidad, a los míos. Yo suspiro cuando se separa.
«Joder»
Creo que estoy enamorándome, con ese mismo furor que me causó mucho daño en la adolescencia.
Me quedo quieta, mientras que él sigue acariciándome, en mi cuello y senos, chupando mis puntas erizadas, mientras me da placer con sus hábiles dedos, frotando en el lugar correcto. Es el mejor amante que he tenido, él más joven, pero que realmente sabe dónde estimular para encenderme. Me lleva al orgasmo con una facilidad asombrosa, en cuestión de segundos, deslumbrándome cada vez. Vibro por él, me humedezco más y solo... quiero sentirlo, lamerlo, comerme su polla, y que me folle como más le plazca. Es una necesidad muy aguda, pasional.
«No sé qué será de mí cuando esto se acabe...»
El pesimismo vuelve a atacarme, estoy melancólica de repente, y por eso, me quedo callada tras correrme.
Laurie tiene ahora su cabeza sobre mis senos, sus piernas velludas enrededadas a las mías. Paso mis dedos por su nuca y espalda, sobre ese montón de dibujos que tiene sobre la piel.
Es tarde, sé que debe levantarse temprano, porque tiene clases en el instituto. Sin embargo, no lo echo de mi cama y él tampoco parece querer separarse de mí. Mi corazón late a toda prisa, y tengo los ojos húmedos, sin saber bien la razón.
—No quiero ir a casa —me suelta al rato—, discutí ayer con mi padre, y... no soporto estar allí. Rodeado de toda esa falsedad... Él y mamá actúan como si nada hubiera ocurrido, como si este no hubiera estado follando a todas esas mujeres en la ciudad, y ella nunca hubiera sufrido una sobredosis. Quieren jugar a ser la familia feliz, y yo... no puedo hacerlo, ¿entiendes? Tal vez soy yo el que tiene un problema, porque sobre pienso las cosas y no logro desprenderme del rencor que les tengo.
Éramos tan similares, a mí también me costaba dejar el pasado atrás, siempre volvía a los mismos pensamientos, destructivos e hirientes. Hechos que para muchos no tendrían importancia, yo los analizaba una y otra vez, andando en círculos dentro de ese laberinto del que estaba hecho mi mente.
—No tienes que irte —afirmé, haciendo presión con mis piernas para acercarlo aún más a mí. Nuestras pieles sudorosas resbalándose, el olor a sal marina (su olor) envolviéndome por completo.
«Laurie, Laurie... Mi Laurie»
El chico roto, que quiero salvar. Aunque siquiera sé aún como lograr salvarme a mí misma. ¿Es esta una causa perdida? ¿Estamos los dos subidos al maldito Titanic que en pocas horas nos va a arrastrar al fondo del océano?
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Despierto con el sonido de la alarma del teléfono móvil. Laurie entra al baño, se asea un poco, aunque sigue con los mismos vaqueros y camisa que usó ayer. No parece importarle, dice que tiene un examen de álgebra, que no puede faltar.
Me ofrezco a llevarlo en mi camioneta, y él accede, parece contento.
Estoy hecha un desastre, con mis cabellos rubios todos alborotados y la cara lavada. Me pongo mis shorts de verano, así como, una playera de algodón, de las muchas que tengo.
Salimos juntos, por la puerta delantera de mi casa. Aunque es bastante temprano, y mis padres aún siguen en la cama.
Nadie nos ve, o eso creo, cuando subimos a mi camioneta.
—Toma. —Le lanzo un pedazo de pan dulce que encontré en la cocina, Laurie lo ataja y se lo mete a la boca. Yo paso mi mano por su cabello ondulado, que por mucho que los sacuda siempre termina igual, cayendo sobre sus ojos desafiantes—, ¿no te molesta que tus compañeros de clase nos vean juntos? —suelto, cuando vamos por la carretera.
Laurie se ríe, luego, me dedica una sonrisa coqueta.
—Arruinará mi reputación de fuckboy, pero, creo que sobreviviré —replica—, además, tener una novia me hará más deseable. Ya sabes, a las mujeres les excita cuando una polla ya no está disponible en el mercado. Se vuelve un desafío para ellas.
Freno, estamos en el estacionamiento. Giro la mandíbula, necesito hablarle mirándolo a la cara.
—No soy tu novia —manifiesto, muy altanera, y él se echa sobre mí, me aferra de la quijada, para besarme con arrebato. Comiéndome la boca, metiéndome su lengua hasta la campanilla. Es invasivo, crudo y sexual... Me deja con las piernas temblorosas, y el cuerpo hirviendo de deseo.
—Claro que lo eres —rebate el desvergonzado—, eres mi chica, K... la única que me gusta. —Tiene sus manos en mi pelo, y yo cierro los ojos, embelesada—, así que deja de hacerte ideas tontas, y de tener celos. —Se baja del auto, con arrogancia, y esa seguridad en sí mismo que lo hace tan atractivo. Lo observo alejarse y entrar a las instalaciones escolares, estoy por encender el auto, para irme de allí, cuando me percato de algo extraño, que ocurre a mi alrededor.
Se trata de Tom, el Sheriff del pueblo, quien está teniendo una discusión con el entrenador Jones, que está más viejo y gordo de cómo se veía 6 años antes. Los analizo a la distancia; me agacho para no ser vista cuando el policía pasa a mi lado, y se sube a su patrulla.
Sé que pueden haber estado hablando de cualquier cosa, pero tuve un presentimiento... de que aquello que provocó la discusión podría estar relacionado con los seres que quiero.
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Summertime Sadness
RomanceLa vida de Kristen dio un vuelco el día en que su novio falleció. Sus compañeros del instituto la responsabilizaron de la tragedia y tras la graduación, ella se largó del pueblo, pero, 6 años después, al perder su empleo en la ciudad y tener problem...