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Era un hermoso otoño en la cafetería, a través de las ventanas se podía ver cómo las hojas de los árboles volaban y caían por todo el suelo. No era una de mis estaciones favoritas pero no podía negar lo hermoso que se veía el cielo cada vez que llegaba está estación.

No había tanta gente en la cafetería, solo un par de omegas charlando y riendo y una pareja quienes se daban de comer el uno al otro en la boca y me recordaba lo solo que estaba en este mundo. Suspire al ver cómo la pareja reía tiernamente para juntar sus manos y disfrutar del momento, cual momento para mí fue interrumpido.

— ¿Otra vez espiando a los clientes URSS?- mencionó aquella beta quien se le acercó a URSS mientras limpiaba con un trapo algunas tazas.

—¿Espiar?, sólo estoy viendo si ya acabaron para ir a ofrecerles más, de dónde sacas tantas cosas Vietnam. -

—Bueno, si en verdad estás haciendo eso por qué no vas a ofrecerles un poco más de café?, corre o si no se irán.-

Aquel ruso ofendido, tomo la pequeña libreta que se encontraba a un lado de el para acercarse a la pareja pero no sin antes voltear a ver a la beta y sacarle un poco la lengua de forma infantil lo que hizo que la vietnamita soltara una pequeña sonrisa y seguir secando y colocando en su lugar las tazas.

muy buenas tardes, espero no estar interrumpiendo pero se les ofrecería un poco más de café o tal vez prefieran probar la especialidad de la casa, una deliciosa tarta de banana con un relleno cremoso. -

—Jeje, eres muy lindo pero podrías solo traernos un poco más de café si no es mucha molestia?.-

URSS solo acentio para levantar ambas tazas de cafés ya vacías y acercarse al mostrador para poder dejar ambas tazas y dejarle la nota a su compañera para que pudiera preparar los cafés. Mientras esperaba pacientemente a que la beta terminara de prepararlos. Se escuchó como la puerta del local se abrio al sonar la pequeña campanita que estaba arriba de la puerta.
Aquel ruso iba a voltear a ver a aquel cliente pero lo que le hizo voltear de inmediato a verlo fue aquel olor a rosas y café que se desprendía de una manera suave pero para aquel alfa era una combinación de olores que le hacían sentir un cosquilleo en su estómago.

Al voltear se encontró con aquel Alfa de ojos azules y de cabello oscuro como la noche, quienes por un momento, ambos se quedaron observadose atentamente hasta que aquel alemán terminó aquel contacto visual para irse a sentarse a una de las mesas cerca de la ventana dejando aún a un alfa ruso mirando a la nada con un pequeño sonrojó y una sonrisa en sus labios.
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