Casa Sola.

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Aquel día no sería extraño invitar a Rodrigo a la casa. Mis padres lo conocían, lo apreciaban como parte de nuestra familia, éramos muy unidos y amaban a mi chico, por lo que no habría ningún problema si él se quedaba a dormir en mi habitación.

La única diferencia era que no estaríamos acompañados de mis padres esa tarde.

Planeaban quedarse con alguna tía de mi madre, porque surgieron algunos imprevistos obligándose a ir con mi padre hacia la casa de su tía.

Y bueno, me quedé con la casa sola y con un wachito lindo, no pudimos evitarlo.

Estábamos viendo películas en el sillón de la sala. Nos abrazábamos, yo estaba acurrucado en su pecho mientras él me acariciaba suavemente la espalda y dejaba pequeños besos en mi cabellera.

Nuestra película favorita siempre fue Shrek, pero no estábamos prestando mucha atención en ese momento. Ambos queríamos aprovechar la oportunidad, y sentía la tensión tan presente que no podía concentrarme en los chistes malos de la película, solo podía pensar en sus manos acariciándome y que quería un poquito más que eso.

En algún punto, mi novio apagó la televisión y suspiró mirándome.

— Ivi, ¿Sabés que tengo una re hambre ahora? — Creí que diría otra cosa, y sonreí por su ocurrencia. Él siempre tenía hambre.

— Hmm, ¿Te parece una pizza ahora? — Le dije, levantándome lentamente de su regazo y poniéndome de pie frente a él.

— Uh, dale. — Asintió sonriendo, el piercing de su labio alzándose junto con su preciosa sonrisa.

Me gustaba demasiado. Como los pequeños detalles, como su sonrisa, su voz, y su cabello cayendo sobre sus ojos delicadamente, me hacían revolotear el corazón agitado.

Asentí y me encaminé hacia la cocina para buscar algunas sobras de pizza de ayer. Encontré tres rebanadas en la caja de pepperoni, las calenté y volví a la sala dejando el microondas hacer su trabajo.

Encontré a mi novio en su celular, acostado con todo el cuerpo en el sofá, sin dejarme espacio. Entonces, no me quedó de otra más que separar un poco sus piernas y acostarme encima de él, apoyando mi barbilla en su pecho y observando su rostro, con esa sonrisa sin querer abandonarlo.

Sus ojos se encontraron con los míos y ambos sonreímos, felices por tenernos el uno al otro.

El microondas sonó avisando que ya estaba la comida, pero no nos movimos. Simplemente me acerqué un poco más hacia él, hacia sus labios rosados esperando los míos.

Nos besamos lentamente, su boca cálida junto a la mía en un beso suave y delicado. Fue un chasqueo rápido, y después otro, y otro, y otro, y otro. Nos besamos una y otra vez hasta que me dolieron los labios.

Realmente quería más que solo besos, sentir su cuerpo tan pegado al mío, y sus manos comenzando a tomar mi cintura, me calentaron lentamente.

Me sentía avergonzado, ponerme excitado con besos me hizo colorear mis mejillas de rojo y ocultar mi rostro en el hueco de su cuello y hombro.

Escuché su risa y su pecho vibrando junto con ella. No pude evitar alzar la vista y dedicarle una mirada como diciendo “¿Que es tan gracioso, wachin?” a lo que él río más bajo, y me sonrió.

— Sos muy lindo. — Sus manos bajaron hacia mi espalda baja y me apretó contra él ligeramente. No pude evitar sonrojarme más por sus acciones y sentirme avergonzado.

— Vos también sos re lindo, tengo un novio muy lindo. — Me impulsé con las manos apoyadas en su pecho y besé la punta de su nariz.

Volvimos a besarnos, pero había algo diferente en el beso. Su lengua se adentró más rápidamente a mi cavidad bucal, dejándome sin aliento. Estuvimos jugueteando un poco, escuchando el chasquido de nuestras lenguas, lo que hizo sentirme más caliente aún.

Casa Sola - Rodrivan Donde viven las historias. Descúbrelo ahora