Capítulo 1

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Multimedia: Welcome to my life - Simple plan.


El cielo era el claro reflejo de la obra de un pintor, los matices de rojo, naranja, rosa y purpura se entremezclaban dejando pinceladas sueltas, sutiles y desiguales a su paso.

El atardecer era una de mis cosas favoritas por ver, simplemente me gustaba sentarme en la terraza y mirar hacia el oeste de la cuidad por donde se ocultaba el sol.

Hasta que el violáceo cielo era consumido por la oscuridad de la noche.

El viento hacia que mi cabello largo y oscuro comenzara su danza personal, los pies descalzos colgaban de la orilla de la platabanda a tres metros y medio del suelo. Podía ver los techos de las casas de mi vecindario, algunas calles cercanas y autos transitando en ellas, escuchaba el canto de los pájaros y las risas de los niños jugando; a veces cuando tenía suerte la imagen de esa obra de arte en el cielo era acompañada por una docena de cometas de diferentes colores que volaban y se balanceaban suavemente como olas en el mar.

<<Paz>>

Era lo que se respiraba en ese momento, con un toque de melancolía y romanticismo. En la ciudad no presenciábamos las estaciones del año como se capturan en esas bonitas y editadas postales que se encuentran en internet. No, aquí sabemos que es verano por la llegada de las vacaciones y el calor es insoportable, el invierno es cuando llega la época de lluvia, días fríos, grises y charcos de agua en las calles, la primavera cuando los arboles del vecindario comenzaban a florecer dejando ver su vestimenta de gala en tonos amarillos chirriantes o rosas pasteles y purpuras, el otoño es la sequía, las hojas de los árboles se caían dejando las ramas desnudas. El cambio era tan silencioso y sutil que cuando te dabas cuenta ya estaba llegando el inicio de la otra estación.

Pero, ese año el cambio vino violento, rápido y sin compasión.

Fue la llegada tan abrupta de los meses más calurosos e insoportables del año, lo que le dio inicio a una serie de acontecimientos desdichados.

Primero, el sol picaba en la piel como una manada de mosquitos y aunque el cumulo de nubes en el cielo creaba un mar espumoso y refrescante, la realidad era que vivíamos bañados en sudor. Segundo, las preocupaciones por el proyecto final de mi último año universitario me asfixiaban hasta más no poder y tercero mi fuente creativa estaba cada vez más seca que los médanos de Coro.

Mi cabeza era un reloj de arena que constantemente giraba para volver a empezar su dolorosa caída en picada.

Mi madre solía decirme que no sobre pensará las cosas. Pero eso era tan imposible como que me salieran alas en la espalda, o que me llegara mi carta de aceptación a Hogwarts.

Era como estar a la deriva, sin tener un camino fijo, una meta determinada.

Era la chica de Saturno, la que vivía de sueños nunca realizados, perdidos en el tiempo...

Pero a veces debía bajar a la tierra y enfrentarme a la realidad, una que dolería cada vez más.


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La chica de SaturnoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora