Entre Sombras y Luces II

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CAPITULO V


Desde la perspectiva de Catraoine

La noche era oscura y silenciosa. La brisa fría soplaba suavemente mientras me dirigía al parque, buscando un lugar donde descansar después de pasar días durmiendo en las calles. Mi familia adoptiva no parecía haber notado mi ausencia, sumergida en sus propios problemas y preocupaciones.

Encontré refugio debajo de un árbol solo con mi pequeña manta, sintiéndome perdida y vulnerable en medio de la noche. A pesar de todo, mi espíritu no se había apagado por completo. Seguía llevando conmigo la luz y la esperanza que había mantenido durante estos 6 años de vida, pronto cumpliré 7, me saboreo un gran pastel de vainilla con mucha crema y cerezas encima.

El hambre atacaba de nuevo así que decidí observar todo a mi alrededor, fue entonces cuando mis ojos se encontraron con los de un niño de mirada triste. Su rostro mostraba signos de dolor y una herida en su ojo revelaba el sufrimiento que había experimentado. Me acerqué a él con cautela y me senté a su lado, ofreciéndole una sonrisa cálida.

- ¿Por qué estás tan triste? Dicen que mi sonrisa puede iluminar incluso la noche más oscura y que mis abrazos pueden curar el peor dolor. Si quieres, puedo intentar sanar tus heridas

Sus ojos se llenaron de lágrimas, y el niño tembló mientras intentaba hablar. Finalmente, encontró la fuerza para contarme su historia, revelando los abusos que había sufrido a manos de su madre. Mi corazón se rompió al escuchar sus palabras, pero estaba decidida a ofrecerle mi apoyo incondicional.

- Comprendo tu dolor, Estoy aquí para ti, sin importar lo oscuro que sea el camino que estás atravesando. Puedo ofrecerte mi amistad y mi apoyo incondicional. Elián –decido darle un abrazo tal vez no tenga la suficiente magia conmigo cuando me doy abrazos a mí misma cuando estoy con mi corazoncito roto queriendo un abrazo sanador de mi mami o mi papi, pero tal vez con mi amiguito funcione-

Mientras intentaba encontrar las palabras adecuadas para animarlo, una figura de un hombre alto muy parecido a Elián se acercó corriendo hacia nosotros. Era su padre. Mi corazón se llenó de tristeza al ver el abrazo cálido y amoroso que compartieron. Era un recordatorio doloroso de lo que me faltaba en mi propia vida. Era obvio que no necesitaba mis abrazos sanadores, él ya tenía quien se los diera.

Sin hacer ruido, me alejé, sabiendo que no pertenecía a ese momento. Miré hacia atrás, esperando que Elián recordara nuestras palabras de aliento y que algún día, nuestras vidas se cruzaran de nuevo.

Aunque deseaba tener una familia amorosa, sabía que mi camino era diferente. Fue entonces cuando me armé de valor y decidí que sería mi propia salvadora. Nadie más que tú mismo puede salvarte, puede cambiar lo que estás pasando, el verdadero hilo rojo somos nosotros mismos, nuestra alma, no importa cuántos errores cometamos, cuantas veces nos enredemos o nos estiremos, nunca el amor por nosotros mismos puede romperse.

Si tu no permites ser tu propio villano, y no te das el poder de cortar ese hilo entonces y solo entonces nadie más podrá hacerlo. A pesar de mis inseguridades y el dolor que he enfrentado en mis 22 años, me comprometí ese día a encontrar mi fuerza y a construir mi propio camino hacia la felicidad.


- En medio de la noche, el silencio era abrumador. Mi cuerpo se retorcía en la cama, envuelto en una red invisible de angustia. Los latidos de mi corazón retumbaban en mis oídos y el aire se volvía denso a mi alrededor. Un sudor frío cubría mi frente y mi respiración se volvía agitada y entrecortada. Me despierto sin recordar más que fragmentos de esa noche cuando deambule por días en la calle.

- No quiero volver a pasar hambre, tengo frio, mucho frio. -digo gritando, entonces, sin previo aviso, una ola de ansiedad me golpeó con fuerza. Mi pecho se comprimió y me invadió una sensación abrumadora de pánico. Las lágrimas comenzaron a fluir sin control y mi mente se llenó de pensamientos catastróficos y temores irracionales. Me sentí atrapada en una espiral descendente, luchando por encontrar una salida.

En ese momento de desesperación, recordé a Elián. Sin importar lo tarde que fuera, sabía que podía contar con él. Desesperadamente, saqué mi teléfono y marqué su número. Las teclas parecían deslizarse bajo mis dedos temblorosos mientras esperaba que respondiera.

Chismoso E: "¿Catraoine?" su voz sonó preocupada y llena de amor. Era como si su mera presencia a través del teléfono me brindara un respiro de alivio.

- No quiero estar sola, no quiero estar sola –digo abrazada a mí, Entre sollozos y jadeos, intenté respirar, contar de 1000 hacia atrás. Él escuchaba atentamente, brindándome el espacio para expresar mi dolor y temores. Poco a poco, sus palabras tranquilizadoras se filtraron a través del caos que reinaba en mi mente.

- Moñitos, respira profundo. Estoy aquí contigo, y juntos superaremos esto. Tú eres más fuerte de lo que crees, Estoy aquí para ti, sin importar lo oscuro que sea el camino que estás atravesando y esta ansiedad no te definirá. Permíteme guiarte a través de este momento difícil.

Siguiendo su voz, cerré los ojos e intenté controlar mi respiración. Inhalé profundamente, dejando que el aire llenara mis pulmones, y exhalé lentamente, liberando la tensión que había invadido mi cuerpo. Con cada respiración, sentía cómo la ansiedad comenzaba a disminuir su intensidad.

Elián me recordó que la ansiedad no era algo a lo que debiera temerle, sino algo que podía enfrentar y controlar. Me habló de las herramientas que había aprendido para lidiar con sus propios miedos y cómo, juntos, podríamos superar cualquier obstáculo que se nos presentara.

A medida que nuestras voces se entrelazaban en el silencio de la noche, sentí un amor y una conexión profundos. La presencia de Elián me brindaba un ancla de tranquilidad en medio de la tormenta de ansiedad. Me recordó que no estaba sola y que tenía el poder de encontrar la paz dentro de mí misma.

Después de un tiempo, el ataque de ansiedad comenzó a disiparse. La calma se instaló en mi interior, y me sentí agotada pero reconfortada. Agradecí a Elián por su apoyo incondicional y su amor constante a pesar de que teníamos días sin vernos. Extrañaba su voz gruesa y sus ojos llenos de admiración.

Nuestra conversación continuó durante horas, le conté mis miedos, compartimos nuestros nuevos sueños, compartió conmigo como él también paso muchos tiempos de dolor, y que alguien un día le enseño que, aunque el mundo a veces parece oscuro y cruel, siempre debemos recordar que la luz siempre está dentro de ti. La persona que se lo dijo debía ser muy inteligente porque tiene razón. 

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