Mariposas.

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El día por fin había llegado. Estaba al final de la fila observando como las chicas me miraban y susurraban cosas entre ellas. Eran lindas, pero solo eso.

Una parte de mí se muere por verla. Pero otra parte, se siente aterrada.

Al descender, veo a simples personas humanas caminando por las calles y observándome con extrañeza. Resoplo y me encamino hacia el cementerio mas cerca de ahí. El clima en el lugar que estoy es nublado. Parece que ha llovido aquí por demasiados días.

Al llegar al cementerio, me doy cuenta de que una pequeña capa de niebla cubre las lápidas, lo que lo hace ver algo tenebroso. Entre ellas, puedo notar como hay difuntos viéndome y millones de murmullos imposibles de descifrar me rodean. Esto no será tan fácil.

Me acerco a una pequeña roca y me siento. No creo estar listo.

Supongo que terminaré saliendo de aquí si ellos siguen mirándome de esa forma, cuando de pronto...

-Hola...

Voltee rápidamente y noto que a un lado mío se encuentra una pequeña niña de cabello negro, ojos color miel y una piel muy clara. ¿Cuánto tiempo lleva ahí...?

-Hola.

Es una niña muy linda, de aproximadamente unos nueve o diez años.

-¿Eres nuevo aquí? Yo también. Llegué hace tres días, he intentado salir pero no he podido.

-¿Qué edad tienes? -pregunté, asombrado por su aspecto y sintiendo algo de lástima por verla en un lugar como este.

-Tengo ocho años...

-¿Y por qué estás aquí?

-Realmente no recuerdo mucho, pero al llegar aquí, me explicaron muchas cosas -baja la mirada- creo que... Creo que estoy muerta, lo último que recuerdo es que había salido con mi madre a comprar mi disfraz de día de brujas, una luz muy blanca me sorprendió, y desperté aquí. ¿Tu eres nuevo?

Pregunta, con curiosidad. Trato de entrar en su mente para echar un vistazo a sus recuerdos, y ella murió en un accidente de auto. Qué trágico... Es tan pequeña...

-No, no soy nuevo. No sé si has oído hablar de mí, pero soy un ángel -su rostro se torna confuso y con extrañeza, me negué a decirle que soy un demonio por miedo a asustarla- me encargo de juzgar a los difuntos y ver si merecen ir al cielo, o al infierno.

-¿Y qué tengo que hacer para ir al cielo? He oído del infierno, me contaban en la escuela. Cada semana rezábamos por las almas del purgatorio, y no quiero ir ahí.

-Eres una niña. No mereces ir al infierno... Y tiene años que yo no juzgo a una persona, pero nunca he juzgado a una niña.

-¿Entonces me tendré que esperar un año?

¿Juzgarla? ¿A una pequeña? No creo ser capaz de hacerlo, pero tampoco puedo dejarla aquí...

-No, yo mismo te juzgaré, ¿te parece? Sólo tienes que seguir mis instrucciones y muy pronto estarás en el cielo.

Hice mi revisión de rutina, la pequeña parecía muy atenta y obediente. Era hermosa.

Estaba a punto de terminar, cuando caí en la cuenta de algo que debía preguntar desde el principio.

-Oye, ¿cómo te llamas? - su expresión se volvió confusa, al parecer no lo recordaba.

-Yo... Me... Lla... - comenzó a tartamudear. Era una niña bastante linda y tierna, en vez de hacerme enfadar, sus tartamudeos me daban ternura - no lo recuerdo - comenzó a sollozar - eres el primer chico que me pregunta mi nombre aquí... Todo esto ha pasado muy rápido, quiero volver con mamá y que me de galletitas con chispas de chocolate, no quiero estar aquí pasando frío en las noches, no quiero estar aquí oyendo a mujeres llorar, no quiero... ¡Por favor, sácame de aquí!

De pronto, quitó las manos de su cara y se lanzó a darme un abrazo. No recuerdo cuando fue la última vez que permití que alguien me abrazara, pero después de hoy, lo haré más seguido. La pequeña se encontraba llorando demasiado fuerte, creí que mojaría completamente mi sudadera, pero al incorporarse, estaba seca. Oh, lo olvidaba, ella está...

-Annie- le dije - tu nombre es Annie, ¿verdad?

Ella se quedó callada mirándome por unos minutos. Comenzaba a preocuparme, cuando noté que no era el único al que estaba mirando.

Sentí un suspiro detrás de mí, y después, percibí su olor... Casi pude sentir la sonrisa que se formó en sus labios.

- Hola, ¿me recuerdas?

Preguntó. Yo aún no volteaba, estaba nervioso, avergonzado, y con miedo. ¿Qué iba a decirle?

Annie corrió y le dio un abrazo. Yo seguía estupefacto. No sabía que hacer.

-Hey, ¡estoy aquí! - recordé todo lo que el sonido de su voz me hacía sentir. Tan dulce, pero tan firme. Tan celestial, pero tan infernal.

Volteé y se encontraba ahí. Era hermosa. Es la mujer más bonita que he visto. No cabe duda de que es un ángel.

-Hola - respondí de forma fría y cortante.

-No te disgustes, Tadeo. Hace mucho no nos vemos... -suspiró- confieso que te he extrañado -bajó la mirada por un momento, al parecer, no era el único nervioso- y... ¿Qué haces con esta hermosa pequeña?

Por un momento me quedé en las nubes. Ella me había extrañado... Pero no tanto como yo la extrañé a ella. No sabe lo que daría por tenerla así de cerca todos los días...

-Su nombre es Annie, Bellini. La encontré por aquí, es nueva, tiene ocho años y al parecer, aún no recuerda nada.

Por Dios, lo estaba haciendo tan bien, estaba dispuesto a juzgar a esta pequeña, estaba tranquilo y centrado, ¿por qué tenía que llegar ella? ¿Acaso estaba buscándome?

-Me parece bien- su rostro se tornó firme y serio- Supongo que lo puedes manejar. Andaré por ahí, si necesitas algo sólo susurra mi nombre -ríe- Creo que no te lo conté antes, pero esa es la forma de llamar a los ángeles. Aunque creo que ya lo sabías, ¿no? Numerosamente lo hiciste conmigo.

Sentí mis mejillas arder. Todas las veces en aquellas noches frías y solas, que susurraba su nombre, ¿ella estaba ahí?

Prefería ignorar su comentario.

-Gracias, de igual forma no necesitaba tu ayuda. Adiós, Bellini.

Ella permaneció observándome con una ligera sonrisa, y se marchó. Una parte de mí rogaba que se fuera, pero la otra, me pedía a gritos que se quedara para siempre...

-¿Ella es tu novia?- preguntó la pequeña, con una sonrisa nerviosa - ¡Son novios, se besan, se pasan el...

-Oye, ¡basta!- interrumpí - Ella y yo no somos nada. Será mejor que nos apresuremos, tengo cosas que hacer.

Después de revisar sus antecedentes, le dije que podría ir al cielo. He visto cómo se transforman las personas adultas al terminar de ser juzgadas y autorizadas, pero jamás he visto cómo se transforma una niña.

- ¡Gracias, gracias gracias! - corrió y me abrazó de nuevo, pero sentí como se desvanecía. Su alma se estaba convirtiendo poco a poco en mariposas, hasta que la última de ellas voló lejos de mí.

Comencé a caminar de nuevo, bajé la mirada e iba contando mis pasos, cuando, la sentí...

-Ahora que no está la pequeña, ¿podemos hablar?

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⏰ Última actualización: Sep 18, 2015 ⏰

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Cuando los demonios se enamoran entre sí.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora