Primera parte 🦋

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El molesto sonido de la alarma irrumpió el agradable silencio que inundaba su habitación y un lastimero quejido escapó de sus labios al tiempo que giraba sobre su costado izquierdo y estirando el brazo hacia su mesita de noche apagó el molesto aparato. Volvió sobre su espalda en el colchón entreabriendo los ojos y parpadeando suavemente. Se quitó las cobijas de encima sintiendo un escalofrío al contacto del ambiente fresco con su cálida piel y se sentó en la orilla de la cama, soltó un escandaloso bostezo y estiró sus extremidades provocando que sus huesos tronaran. Se tomó un segundo y se obligó a despertar por completo antes de ponerse de pie. Fue al cuarto de baño y luego de orinar se lavó la cara y los dientes. Volvió a su habitación yendo directamente a su armario, tomó el gancho donde mantenía colgado el uniforme que debía llevar cada día al trabajo el cual constaba de unos pantalones negros y una polera del mismo color con el logotivo y nombre de la cafetería sobre su pecho a la izquierda. Se quitó la enorme playera que usaba para dormir arrojándola sobre la cama y se colocó las prendas dejando el gancho de vuelta en el armario antes de ponerse sus converse negros. Se colocó un poco de perfume y crema facial, intentó aplacar sus rizos con los dedos pero al no tener éxito decidió mejor esconderlos bajo un beanie gris. Tomó la plaquita de metal con su nombre y la incrustó en la polera al lado contrario del logotipo. Guardó su celular y billetera en los bolsillos delanteros, tomó su chaqueta y salió de su habitación con rumbo a la cocina donde el olor a café y tostadas recién hechas sobresalía.

─¡Buenos días!─exclamó alegremente al tiempo que cruzaba el umbral.

─Buenos días, cielo─respondió Anne con una sonrisa mientras dejaba una taza extra de café sobre la mesa junto a un plato de pan tostado con mermelada de fresa.

El rizado se acercó a ella para besar su mejilla dulcemente y le devolvió la sonrisa antes de tomar asiento. Bebió un pequeño trago de café y mordisqueó después una de las tostadas.

─¿Qué tal amaneciste?─inquirió el rizado luego de tragar observando a su madre tomar asiento frente a él y beber un poco de su té.

─Bien, aunque un poco cansada─respondió y aunque su sonrisa no desapareció sí se volvió un poco más pequeña.

Y sí, Harry podía notar el cansancio en ella, pero aún así su buen ánimo no moría ni mucho menos las vibras dulces y cálidas que desprendía. Ella al igual que el rizado debía esforzarse largas horas en el trabajo, puesto que ser empleada de mostrador en el área de cosméticos del centro comercial no era tarea fácil ni tampoco muy emocionante que digamos─al menos no para Harry─ pero ella no se quejaba y realmente le gustaba así que no se metía mucho porque mientras ella estuviera bien el ojiverde estaba bien también. La buena noticia de todo aquello es que los fines de semana los tenía libres y al menos los domingos, que él también descansaba, podían pasarlos juntos.

─Ya solo dos días más, mamá y podrás tener tu merecido descanso─le envió un guiño cómplice y la mujer mayor rió quedito al tiempo que asentía.

Harry tomó su taza y bebió un pequeño trago de su café mientras veía a su madre por encima de la orilla de porcelana mientras pensaba que aún después de lo mucho que a su madre le había costado superar lo sucedido seguía en pie, era tan fuerte y valiente que a él mismo le inspiraba cada día a ser mejor persona así como ella lo era. Su corazón se estrujó un poquito porque sabía que aún le dolía pero ella no se derrumbaba, aún cuando él sabía que lloraba de vez en cuando por las noches al igual que Harry lo hacía pero cada mañana allí estaba con una dulce sonrisa y un alegre buenos días con su desayuno listo para él y eso le inundaba el pecho de un agradable y acogedor calorcito en el cuerpo, el alma y el corazón que atesoraba preciosamente.

─”Te quiero mucho, mamá─dijo de repente aún con sus labios pegados ligeramente sobre la orilla de la taza.

Anne le miró, sus ojos reflejando un profundo cariño mientras se cristalizaron ligeramente pero en lugar de derramar lágrimas le mostró a su hijo una dulce sonrisa que hizo a este sonreír también.

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