Capítulo 1 - Hogwarts

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Áρχή: Es una palabra en griego antiguo que se traduce como "origen". Se refiere al elemento fundamental del cual todo lo demás deriva.

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"¿Quieres ser mi amiga?"

Una chica de cabello rizado desordenado descansaba tranquilamente en su cama, cuando su hermana entró a la habitación abruptamente.

- Dora! Dora! - exclamaba la mayor lanzándose encima de la adormilada chica. - Feliz cumpleaños. - dijo Atenea con una sonrisa cuando los ojos heterocromaticos de su hermana se abrieron.

Ambas Krinios bajaron a desayunar con sus padres. La menor recibiendo la felicitación de ellos y de los elfos de la mansión.

En un momento del desayuno, entró una lechuza marrón con un sobre en su pico, que dejó caer en las manos de la más joven en la sala, Pandora.

Esta tomó la carta con manos temblorosas y la abrió leyendo la tinta verde esmeralda escrita en el pergamino.

- Que es? - preguntó Penelope a su hija con una sonrisa, sabiendo la respuesta.

- He sido admitida en Hogwarts. - contestó la chica, sus padres sonrieron aún mas al ver la felicidad en Pandora, mientras que la joven Atenea saltaba de un lado a otro con emoción.

Atenea había pedido permiso al jefe de su casa en Hogwarts, Severus Snape, para volver con su familia el día del cumpleaños de su hermana, sabiendo que esta recibiría su carta. Ambas chicas desde su niñez han tenido un fuerte lazo de hermandad.

Las semanas siguientes, Pandora se leyó y releyó decenas de libros de transformaciones, encantamientos, defensa contra las artes oscuras, pociones, etc. La chica a sus tan solo once años ya poseía un poder con el que la mayoría de magos adultos, solo podrian soñar. Y es que una cosa es cierta: Krinios es sinónimo de grandeza.

El momento con el que tanto había soñado Pandora, habia llegado. Iría con su madre a comprar sus materiales para el nuevo curso.

La joven caminaba junto a su madre por una concurrida calle de Londres, hasta llegar a un callejón aparentemente común. Sin embargo, Pandora sabía que detrás de esa fachada mundana se encontraba el Callejón Diagon.

Al pasar por un estrecho pasadizo entre dos edificios, el ruido del tráfico se desvaneció, y en su lugar, los sonidos de la algarabía mágica llenaron el aire.

Mientras Pandora y su madre caminaban por el Callejón Diagon, la gente no podía evitar voltear la mirada hacia ellas. Los transeúntes se apartaban respetuosamente a su paso, reconociendo la estirpe centenaria a la que pertenecían. Penelope, con elegancia y porte regios, mantenía la cabeza en alto, mientras que Pandora, a su lado, intentaba ocultar sus nervios.

- Esta es la tienda de varitas. - dijo la mujer deteniendose frente una tienda estrecha y de mal aspecto. - No parece la más glamurosa, pero tengo entendido que venden las mejores varitas. Estaré aquí esperándote. - besó la frente de su hija y la acercó hasta la puerta de la tienda.

Cuando Pandora entró, se encontró con un lugar pequeño y vacío, salvo por una silla donde había un pequeño chico de cabello castaño y ojos marrones.

- Hola. - saludó él alegremente. Pero su expresión cambió a una de sorpresa al ver los ojos de Pandora, intercambiando rápidamente su mirada entre el ojo miel y el verde. - Alucinante. - susurró.

- Sí, bueno. Yo... venía a comprar mi varita. - dijo la chica ligeramente incómoda.

- ¡Abuelo! ¡Tienes una clienta! - gritó y la chica hizo una mueca. - Está reparando unas cosas, pero en unos minutos te atenderá. - añadió mirándola.

ÉROS; Daphne GreengrassDonde viven las historias. Descúbrelo ahora