Luego de mi expedición en el Festa, yo me torné más solitario que de costumbre, si es que aquello era posible. Jamás volví a formar parte de otra expedición, ni marina ni terrestre. Mi sed de aventuras había sido saciada y reemplaza por un doloroso hastio. Pasaba mis días rememorando mi encuentro con el tritón ,recordando sus palabras y su sonrisa. Soñaba despierto con sus caricias y sus besos, angustiado porque jamás se harían realidad.
Lo único positivo que podía rescatar de mi experiencia en altamar, era que me obligó a enfrentar una verdad innegable sobre mi mismo; me gustaban los hombres. Yo era aquello que ningún padre deseaba para su primogénito, especialmente si debían heredar y gobernar sus tierras después de su muerte. Era lo que en muchos reinos se pagaba con pena de muerte. Jamás iba a hacer feliz a una mujer, o a ser feliz junto a una.
Aprovechando mi condición de noble, tomé muchos jóvenes como amantes.
A cambio de oro por supuesto. Todos en el castillo lo sospechaban, pero nadie abría la boca. A mi poco me importaba. Ni siquiera mi propia vida me importaba. Los placeres carnales que esos muchachos me ofrecían no eran más que algo efimero, una mera descarga fisica que no lograban quitar de mi mente mis recuerdos con el príncipe tritón. Soñaba con él cada vez más seguido, y me despertaba cubierto de sudor y mi propio semen. Ansiaba encontrarlo de nuevo, besarlo, tocarlo. Ansiaba que él fuera humano y que pudiéramos amarnos
Un sueño muy tonto, pues aunque fuera de mi misma especie, nuestro amor estaría condenado por ser dos hombres.
Tal vez por ese motivo todos los amantes que yo seleccionaba tenían el cabello rubio y largo. pero ninguno poseía ni un cuarto de su belleza. Sus sonrisas fingidas a cambio de dinero, no me provocaban el relámpago en mi espina vertebral ni hacian temblar mis rodillas.
Más allá de mis apetitos anormales, se programó mi boda con la heredera de la familia Monoban para la primavera.
La pobre muchacha no imaginaba lo que le esperaba. Luego de una ceremonia repleta de fanfarrias y lujos innecesarios y obscenos, traté de llevar a cabo mis obligaciones en la noche de bodas. No fue satisfactorio para ninguno de los dos, y tampoco se repitió muchas veces más, a pesar de que estábamos obligados a producir un heredero.
Luego de mi boda, los sueños con el tritón se hicieron cada vez más frecuentes e intensos. Soñaba que ambos éramos humanos, y yacíamos en mi gran cama nupcial. Nos besábamos con pasión, felices, despreocupados.
Nos hundíamos en un profundo éxtasis y luego entrelazamos nuestros miembros felices y satisfechos. Dormíamos acariciando nuestros cabellos y sonriendo. A veces soñaba que yo también era una criatura marina con una gran cola de pez y nadamos juntos hasta los confines de la tierra.
Esos sueños eran mi único momento de felicidad, pero despertar de ellos se tornaba cada vez más doloroso. Comencé a beber más de lo frecuente, tratando de eludir a una realidad intolerable. Mi matrimonio sufrió las consecuencias de mi depresión; mi esposa regresó a sus tierras natales, destruyendo la posible alianza entre nuestras familias. Mi padre estaba más decepcionado conmigo que de costumbre, ya que veía su legado desvanecerse.
Y una increíble nostalgia por el mar se apoderó de mí. No tenía el coraje ni la capacidad para volver a embarcarme, pero necesitaba estar cerca del mar.
Oler su aroma a sal, ver las suaves olas romper... por ello pasaba la mayor parte de mi tiempo en una rústica choza cerca del puerto. Hacia años había sido abandonada, y puesto que pertenecía a nuestro reino, inverti algo de oro en adecuarla para mi. Pasaba mis días y noches completos en ella, bebiendo sin cesar y leyendo mitos sobre sirenas, tritones y otras criaturas marinas.
Devoraba cada texto que encontraba sobre folklore marino. Varios de ellos mencionaban a Posesión, el dios de los océanos. Había muchísima información sobre sus hijas, las sirenas, y de cómo seducían a los marineros hasta arrastrarlos a la locura. Pero casi nada de información sobre su contrapartida masculina, los tritones.
A veces pasaban horas enteras en las que yo permanecía inmóvil junto a la ventana, observando el mar. El ritmo de la marea me hipnotizaba, y yo me perdía en mis propios pensamientos. Mi padre enviaba criados con frecuencia, solicitando que regresara al castillo, rogando por que enmiende mi matrimonio por el bien de nuestro legado. Pero yo no podía estar demasiado tiempo lejos del mar.
En cierta ocasión, una gran tormenta azotó el puerto. Decían que era la más fuerte en décadas, todas las actividades portuarias se cancelaron y la gente de la aldea corrió a ponerse a salvo. Los relámpagos castigaban el mar con todas sus fuerzas, y los truenos retumbaban de manera terrorífica. Decidí pasar la noche en la choza, puesto que la lluvia hacía peligrosa la cabalgata al castillo. Eché otro tronco al hogar y la pequeña casa se calentó en cuestión de minutos, afuera el mar se abatía en su propia oscuridad furiosa.
Por algún motivo, la lluvia empeoraba el dolor en mi corazón. Tomé un último trago de whisky y me deslicé bajo las cobijas de mi cama individual, deseando no tener ningún sueño aquella noche.
-Jungkook...
Una voz me llamó en la oscuridad.
Me incorporé en la cama y di un vistazo alrededor. No había nadie en mi cuarto, iluminado por las débiles llamas del hogar. Podía jurar que era la voz del tritón.
Tal vez yo estaba soñando.
-Debo estar enloqueciendo.
Suspire antes de volver a cubrirme con las cobijas. Al cabo de unos instantes, otro sonido me hizo precipitar de la cama. Alguien estaba tocando a mi puerta.
¿Quién podría ser a aquellas horas? Tal vez algún pobre desgraciado que perdió su rumbo gracias a la tormenta. Sea quien fuera no podía dejarlo a la merced de la oscuridad y los relámpagos. Con movimientos cansados sali de la cama, me calcé las botas y me puse un abrigo.
Cuando abrí la puerta, mi corazón dio un vuelco.
-Jungkook.
El tritón me sonrió.
No podía creer mis propios ojos; pude sentir mi mandíbula temblando y mi corazón acelerándose. Era él. El tritón en el umbral de mi puerta. Su cabello estaba mojado por la lluvia, pegado a sus hombros. Sus ojos turquesa brillaban en la oscuridad, al igual que su sonrisa suplicante. Su rostro era tal cual yo lo recordaba, y las rodillas me temblaron. Estaba vestido con ropas humanas, y para mi sorpresa poseía piernas en lugar de cola.
-Soy el principe Jimin, hijo de Poseidón ¿Acaso no me recuerdas, Jungkook?
La criatura preguntó ante mi parálisis.
Jimin.
Al fin conocía su nombre.
Aunque no necesitaba saber su nombre para amarlo.
En aquel instante me di cuenta que lo había amado desde que nuestros ojos se habían encontrado bajo el mar, aquel día en el que casi me ahogo.
-¿Cómo podría olvidarte? Me has salvado la vida...
Dije al instante de recuperar el habla. No podía creer que lo tenía frente a frente, mi corazón amenaza con explotar fuera de mi pecho.
El tritón sonrió, y eso me dio la valentía para dar un paso al frente y acariciar su mejilla, Jimin tembló bajo mi caricia.
-No ha pasado un minuto en el que no haya pensado en ti...
Susurré, a centímetros de sus labios.
Él me besó primero.
Mi cabeza daba vueltas; había follado con muchos jovencitos pero, si alguna vez había besado a alguno, no era con la necesidad primal que sentíamos el uno por el otro. Sujeté su rostro con ambas manos, principalmente para asegurarme que Jimin realmente estaba a alli, besándome, y no era un sueño mío. El tritón acariciaba mi cuello y mis hombros, y sus labios eran tan suaves y dulces que temí desfallecer.
Tenía tantas preguntas en mi mente: ¿cómo se había convertido en humano? ¿Cómo me había encontrado? ¿Por qué estaba allí? Sin embargo, todas aquellas respuestas podían esperar; lo único que me importaba en aquel momento eran sus labios y sus manos.
Hice una breve pausa para tomarlo de la camisa y jalarlo hacia adentro de mi choza. Cerré la puerta de una patada y él sonrió. Su rostro pálido estaba arrebolado por nuestros besos. Me tomó en sus brazos con urgencia y volvió a besarme con hambre. Yo separé mis labios para que su lengua entrara en mí. Nos saboreamos mientras nuestras manos exploraban el cuerpo del otro. Aparté su cabello mojado del camino y besé su cuello.
-Te he extrañado tanto, Jungkook...
Jimin gruñó de placer y apretó mi cuerpo contra el suyo.
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Príncipes Azules
FanfictionEsta historia es una adaptación, por lo tanto, todos los créditos y derechos can dirigidos al autor original: Myranda Wolf. Cuenta la historia de varias princesas de los cuentos de hadas siendo hombres