Príncipes Azules

Final de Tritón

La mañana llegó sin lluvia. Jamás creí maldecir un amanecer tanto como aquel día; no quería que Ariel abandonara mi cama, mis brazos. El tampoco deseaba abandonarme; las lágrimas rodaron por sus mejillas la última vez que hicimos el amor.

Pero eventualmente salimos de la cama y nos pusimos nuestra ropa. Era tan extraño ver a Jimin sin su majestuosa cola de pez plagada de escamas. Aún sin ella, mantenía un porte de realeza.

-Quedate conmigo.

Implore, abrazando su cintura por detrás.

-No puedo...

La voz de Jimin parecía quebrarse. Giró para enfrentarme, y me abrazó.

- Pero volveré en la próxima tormenta... solo en esos momentos el mar tiene la fuerza necesaria para convertirme en humano.

-Te esperaré día y noche... no abandonaré esta choza...

Ahora era yo quien derramaba lágrimas

- No, Jungkook.

Jimin me acarició el rostro.

-Eres un principe, y tienes obligaciones al igual que yo. Quiero que vuelvas a tu castillo y cumplas con ellas. No quiero que te aisles aquí, con tus libros y tu alcohol. Conviértete en el rey poderoso que estás destinado a ser, yo haré lo mismo bajo el mar. Pero cada vez que una tormenta se aproxime, ven aquí a mi encuentro.

-Rogaré por que la próxima tormenta llegue pronto.

Lo besé una vez más, y otra y otra.

Jimin acarició mi cabello con ternura. Besó mis labios mis mejillas y mi frente. Retardamos mi despedida lo mas posible, deleitándonos en nuestros labios y manos, hasta que note que Jimin empezaba a tener problemas para respirar.

Era el momento de dejarlo ir. Otra vez.

Pero en esta segunda despedida estaba la esperanza, y la promesa de un nuevo encuentro.

Eso no la hacía menos dolorosa.

Lo acompañé hasta el puerto, buscamos una zona alejada de las miradas curiosas y Jimin se desnudo. Se internó en las aguas marinas caminando, y cuando la marea llegó a su cintura, se zambulló. Durante unos segundos no ocurrió nada, y mi corazón se olvidó de latir. Pero luego la cola de pez majestuosa se elevó por sobre la superficie del agua, como si Jimin estuviera saludando con ella. Se volvió a hundir y yo sonreí con tristeza.

-Hasta la próxima tormenta, mi amor...