Capítulo 2

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Ahora con todo el tiempo del mundo a su disposición, Daniel pudo dedicarse a una reflexión profunda sobre el homicidio de Rubén. En su mente, intentaba encajar las piezas del rompecabezas que entrelazaban el caos que había en aquel trágico suceso entre los dos amigos, inseparables desde la infancia. ¿Por qué habían llegado a ese punto? ¿Cuál fue la razón del enfrentamiento tan violento entre ellos? Mientras intentaba comprender las razones detrás de ese acto fatal, la interrogante lo atormentaba.

Su amistad comenzó décadas atrás, cuando ambos habían establecido una amistad sólida y duradera. Habían compartido risas, lágrimas, momentos de victoria y derrota. Con el tiempo, habían tomado la decisión de unirse y emprender una aventura empresarial, fundando un negocio próspero de importación que había perdurado casi dos lustros.

Según los documentos que poseía Daniel, se observaba que, desde su primer encuentro, habían sido inseparables. Conexión que superaba los tradicionales lazos de amistad, que habían construido durante más de treinta años de compañerismo y colaboración.

— ¿Y si estuviera equivocado con Julián? -pensó-

El único supuesto responsable material de la muerte de Rubén era Julián, su socio y amigo de toda la vida. Los hechos eran indiscutibles: Rubén había sido encontrado muerto en su oficina, con una herida en la sien. La tragedia ocurrió después de una intensa conversación entre ellos la tarde anterior. La pistola del asesino, en la que se podían ver las huellas dactilares de Julián, estaba abandonada en el suelo, lo que evidenciaba su participación en el crimen.

La discusión había tomado un giro trágico e irreversible que en otro tiempo hubiera sido solo una muestra de la pasión y la intensidad que se tenían.

Un sobresalto le hizo volver a la realidad. Era la hora de las medicinas que tenía que tomarse. La enfermera le dio las instrucciones de algo, a lo que no prestó atención. Era tarde y en el hospital únicamente quedaba el personal imprescindible para pasar la noche. Medio echado en la cama con la vista puesta en el fluorescente no se le iba de la mente la cara de Julián hablándole desde lo alto como un coloso; dándole aliento y tranquilidad. Apagó la luz y se dispuso a pasar otra noche implorando por aguantar los dolores y no tener que llamar a la enfermera.

Una mano le tocó una pierna desde el piecero de la cama. Daniel emitió un quejido que se transformó en un auténtico asombro en cuanto vio al culpable. Julián lo miró con una expresión inexpresiva en el rostro, que pronto se convirtió en una sonrisa. Con cuidado, se sentó a su lado y le pidió a Daniel que prestara atención a lo que pretendía confesar sobre lo sucedido y la razón por la cual se había visto envuelto en esa confusión.

Daniel, desconcertado por el cambio de actitud y arrepentido de Julián, intentó mantener su impaciencia mientras esperaba escuchar lo que tenía que decir. La expectativa se sentía en el aire y el ambiente estaba lleno de tensión.

Julián comenzó a narrar los sucesos que habían llevado a un desenlace trágico. Con una voz temblorosa pero determinada, reveló que una amistad aparentemente sólida y un negocio próspero se escondían secretos oscuros y traiciones que habían corroído su relación hasta el punto de no retorno.

Empezó refiriéndose a la reunión que tuvo Rubén con un proveedor de bobinas de telas procedente de Marruecos. Este intentó convencerle de lo maravilloso y lucrativo del negocio que le ofrecía; nada menos que importar un cargamento de carretes impregnados en cocaína. Rubén no se atrevió a contárselo a su socio y lo hizo por su cuenta y riesgo, eso sí, involucrando a la empresa de ambos, ya que, era imprescindible por su tipo de comercio para el trato.

Si la policía hubiera descubierto los manejos de Rubén, Julián, por muy inocente que fuera, no escaparía a la justicia; era socio y responsable de la maquinaria del negocio. Después de unos meses de trapicheos y ganancias, éste decidió retirarse del negocio; idea que al marroquí no le gustó nada. El pacto que tenían iba bien y daba buenas ganancias, sin embargo, el sentimiento de culpabilidad de Rubén era muy intenso y optó por confesar a su amigo sus manejos y secretos de sus actividades. El enfado de este fue enorme, enzarzándose los dos en una discusión sin salida.

IRÉ PUBLICANDO CADA DOS DÍAS UN NUEVO CAPÍTULO.

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