Capítulo 3

6 4 4
                                    

Al día siguiente apareció Rubén con un balazo en la sien tendido boca arriba en su despacho.

El intenso altercado y las huellas en la pistola era el argumento principal que le imputaban a Julián. Lo que no sabía el agente era que, después del altercado, salieron los dos del despacho con la cara de furia en uno y la de vergüenza en la del otro. Iban sin hablarse hasta que Rubén desató su rabia y su dolor, implorando perdón a su amigo y socio, hecho que Julián no tuvo inconveniente en abrazarlo y olvidar sus malas acciones, aun siendo tan peligrosas para la empresa como para él.

Dentro de un silencio abrumador, optaron por bajar por las escaleras del edificio. Cada uno estaba absorto en sus propios pensamientos, intentando comprender las consecuencias de sus acciones. Julián, a pesar de entender y perdonar a su amigo durante ese tenso ambiente, Rubén no pudo controlar las emociones que lo invadían. En un instante, este experimentó una intensa angustia mientras, gemía y se lamentaba por sentimientos encontrados. Rubén se detuvo en seco mientras sus lágrimas caían sin control por su rostro. Se estaba enfrentando de una manera desgarradora al dolor de la traición y la mentira, a pesar del perdón que había brotado del corazón de Julián.

Rubén sacó un arma de su bolsillo y la apuntó a su propia cabeza en un instante de desesperación. Julián se quedó sin poder creer lo que estaba presenciando debido a la intensidad de la escena. Sin embargo, un instinto visceral lo impulsó a actuar rápidamente para evitar la tragedia inminente antes de que pudiera procesar lo que estaba sucediendo. Se dirigió con determinación hacia su amigo, sin contemplar las posibles consecuencias. El miedo y la urgencia de salvar la vida de Rubén impulsaron sus movimientos rápidos y precisos. Mientras forcejeaban por el control de la pistola, en ese mismo momento la puerta del vestíbulo del edificio se abría dejando pasar a un par de individuos mal encarados y siniestros.

Julián consiguió quitarle la pistola, trasmitiendo sus huellas por toda el arma, esta fue dando tumbos escaleras abajo cayendo a los pies de uno de estos siniestros personajes que, mirándose extrañados, riéndose se dijeron algo en árabe. Acto seguido se lanzaron escaleras arriba. Rubén y Julián dejaron sus diferencias y miraron atónito a estos tipos como subían a su encuentro de forma agresiva y con no muy buenas intenciones.

Julián, en su confesión se acercó al magullado rostro de Daniel, yo diría que demasiado, casi se rozaron sus mejillas. El suspiro del enfermo se oyó en toda la estancia, le dolía el cuerpo y no estaba para muchas más confesiones, que en ese momento su cerebro no procesaba con la claridad suficiente como para aportar demasiado a su percepción de los hechos.

A pesar de todo siguió confesando entre susurros.

—Me desperté a la mañana siguiente en un barranco a las afueras de la ciudad con un fuerte golpe en la nuca y lleno de sangre.

Julián no tuvo inconveniente en quitarse la capucha de su sudadera y ladear la cabeza para mostrarle la herida.

—Sé que no me creé. Me da igual Tengo la conciencia tranquila. Lo que no entiendo es que alguien como usted esté tan obsesionado por mi persona que el asunto se le va de las manos y puedan caer mis huesos en una prisión ocupando un lugar que le pertenece a otro. Investigue a Ahmed Alami, este personaje es el instigador y presunto asesino de mi amigo Rubén.

Tanto el tono de su voz como su actitud y su forma de contarlo, hizo que el inspector se planteara dar otro rumbo a la investigación, sin embargo, hasta que no se demostrara lo contrario seguiría siendo sospechoso.

La escasa luz de la habitación se vio socorrida por la del pasillo al abrir la puerta, dejando sinuosas siluetas proyectadas en la pared. Julián, con actitud altanera la cerró suavemente sin hacer ruido, dejando a Daniel sumido de nuevo en semioscuridad.

Su mente no tuvo más remedio que volver al cúmulo de percepciones, sospechas, conjeturas y teorías, dando vueltas a sus más intrincados pensamientos.

Los días pasaban inexorables y Daniel iba mejorando de sus operaciones. El fluorescente de la habitación seguía iluminando día y noche aquel reducto de aburrimiento y ostracismo.

Daniel ya podía levantarse, aunque con achaques y molestias, había convertido la habitación en su oficina particular. Javier, su ayudante, iba de vez en cuando a visitarlo para contarle las vicisitudes de la comisaría y hacer los encargos que le mandaba.

—Nos acercamos a las instalaciones de Ahmed. Como usted ordenó, y no hemos encontrado nada interesante. Aunque para mi gusto hay algo raro en todo el asunto; nos recibieron con demasiada educación y tanto las oficinas como el almacén estaban impolutos.

—Seguir así. Hay que marearlos e irritarlos todo lo que podamos. Nos interesa que se pongan nerviosos.

IRÉ PUBLICANDO CADA DOS DÍAS UN NUEVO CAPÍTULO.

(Todos los derechos reservados)®

LA SOMBRA DEL ENGAÑODonde viven las historias. Descúbrelo ahora